Hijas de la gubia y el taco, estas obras de Lesbia Vent Dumois avalan y completan un ciclo: el de su exposición como Premio Nacional de Artes Plásticas 2019, y el de 90 vueltas a la órbita solar de su historia de guerrera invicta de muchas contiendas. Quiso su padre ganarle un año a la vida en el afán tempranero de ubicarla al frente de un aula, profesión desde la cual las féminas de entonces expandían sus horizontes culturales y cívicos. Quiso el maestro de arte convertirla en su aliado, y seducirla desde el grabado, ejercitándole en la unidad de manos, talento creativo y corazón. De “normalista”, Lesbia llega hasta hoy como líder de generaciones, enarbolando estandartes de rigor y camaradería. Como “artista” devela el misterio de un tránsito coherente y pertinaz, a través de códigos y lenguajes enfrascados en denotar. Serena, modesta, incorruptible y segura, nos hace cómplices de un legado toda vez oportuno. Podría decirse que se adelantó cuando en realidad ha sabido empalmar épocas, hacerlas coincidir. ¿O es que quizás siempre hemos sido un poco iguales y un poco diferentes?
“Estas 49 impresiones xilográficas y sus 47 tacos de maderas preciosas, significativamente conservados como herencia de otro bosque natural y metafórico, rico en sabiduría ancestral, devienen inspiración”.
La artista se adentraba en los géneros y temas clásicos, atravesándolos con la autocracia de los “ismos”, sin embargo, les trasciende al impregnarlos de otras perspectivas. El costumbrismo se vuelve radical, positivamente afectado por un realismo social sui generis y un matiz profundamente femenino(“Tristeza”, 1959 y“Salón X”,1959); del lirismo tenue, apenas expresionista de arlequines, saltimbanquis, bailarinas hindúes y campesinas exóticas se mueve a la necesaria grandilocuencia de la nueva figuración expresionista, mientras que la experiencia visual producida por el dispositivo fotográfico contamina modelos narrativos y de percepción (“Vendedora de piñas”,1955). Si se trata de engendrar resortes visuales y sorprendentemente conceptualistas, entonces una jaula es una jaula y una casa también lo es (“Jaulas”, 1957) y el texto, deviene recurso o más bien espejo de otra imagen que le trasciende (“West IndiesLTD”, 2014 y “Patria”, 2023).
Los interiores domésticos y la temática histórica se alejan del esteticismo identitario y la apología épica de falsas alabanzas para dotarles de la calidez de la viñeta y el simbolismo de matiz cívico-social (serie Casa de vecindad, 1960 y “II Declaración de la Habana”,1962), mientras que a lo religioso instituido le sustituyen la religiosidad popular, la fe en los santos protectores de todo gremio —en este caso el de los grabadores— y la reflexión sobre los dolores más intensos e insuperables de la vida.
Por último, estas 49 impresiones xilográficas y sus 47 tacos de maderas preciosas, significativamente conservados como herencia de otro bosque natural y metafórico, rico en sabiduría ancestral, devienen inspiración para el uso de diagramas caligráficos que redundan desde el conceptualismo lingüístico y tautológico, en el proceso del grabado, herencia que ha traído hasta aquí a esta Lesbia de la eternidad.
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