“Books2”, obra del artista Michel Moro Gómez, de su muestra personal Moro sapiens, a propósito de la XXII Bienal del Humor.
Fotos: Cortesía de la autora
“La Bienal no puede quedarse en cuatro días cada dos años”
La XXII Bienal Internacional del Humor se inauguró el pasado domingo 11 de abril de 2021, año azaroso debido a la pandemia de la COVID-19, lo cual no ha sido óbice para la realización de este evento que podrá ser visto en las redes y que cuenta con una gran participación internacional y nacional. Al día siguiente de la inauguración, estuvimos en el panel “Humor gráfico”, cambiando las rutinas, que se emitió de forma virtual. Moderado por el humorista gráfico Adán Iglesias, incluyó la participación del artista cubano Michel Moro, el peruano Omar Cevallos y el mexicano Arturo Kemchs, entre otros creadores de varias provincias del país.
Nada mejor que recordar y disfrutar de estas obras junto a los artistas en esta Bienal. El humor gráfico ha sido una manifestación bien distintiva y a la puntera en este largo año de lucha contra el nuevo coronavirus a nivel mundial. Un arte en todo sentido y extensión que, desde la crítica cuestionadora, la sensibilidad creativa y la publicación en los medios y en internet, ha realzado el papel de estas manifestaciones artísticas como antídotos sociológicos, dicho sea de paso, en momentos excepcionales de lucha de los científicos, médicos y organizaciones.
Por tanto, considero oportuno aprovechar el marco en que caricaturistas, historietistas, ilustradores y público en general se vuelven hacia el humor gráfico, para llamar la atención sobre varias de sus problemáticas en el peculiar contexto cubano. Este análisis, si bien mediante la historia del arte y, específicamente, las obras artísticas en tanto publicaciones —por ejemplo, el libro ilustrado, ya sea impreso o digital—, podría dirigir la mirada hacia temas que pueden pasar desapercibidos, a pesar de los tantos estudios existentes en torno al llamado noveno arte.
En Cuba existen experiencias aportadoras, en tanto práctica creativa y producción editorial, concepto que, como bien apunta el título del panel convocado (“cambiando las rutinas”), ha hallado ejemplos específicos en instituciones como la Vitrina de Valonia, que cuenta con puntuales apoyos y publicaciones de calidad, aunque en relación con la cantera de nuestros talentos, resultan aún insuficientes.
Tomar en cuenta las aristas más interesantes de la creación autoral facilitaría que este arte no quedase relegado a espacios escasos como curadurías en galerías y escasas publicaciones editoriales, a la vez que se posibilitaría su disfrute por un público más extenso. Lectores que más bien la conocen como libro o folleto con fines didácticos o históricos, o a través del cine de animación (y de su consumo informal), espacios y soportes donde si bien se cubren necesarias funciones pedagógicas e ideológicas, se desestima, por otro lado, el acentuar su relevancia y significación como manifestación artística. Se trata, entonces, de abrirse a la creación de autor, y propiciar todavía más su desarrollo estético, su fundamentación conceptual y la increíble riqueza de su originalidad.
Resulta también oportuno recordar que en el ámbito de la comunicación hasta los niños intuyen la preeminencia que tiene, de modo global, esta manifestación que internacionalmente incrementa su prestigio, desborda su funcionalidad como entretenimiento de masas, y se articula coherentemente en la histórica relación de la historieta —también llamada cómic, tebeo o bande dessinée—con las artes visuales.
Las exposiciones en los más importantes museos del mundo acreditan lo anterior, sobre todo desde mediados del pasado siglo XX en Europa y hasta la actualidad, en muestras extensas que han tenido una multitudinaria recepción de público, a la vez que han centrado su atención en proporcionar una lectura de la historieta como manifestación artística. En ese sentido, los historiadores del arte, los historiadores del cine y los historiadores del cómic suelen tender puentes que enlazan estas últimas (identificadas por la secuencialidad de escenas y por la motivación común de narrar historias o comentar ideas a través del dibujo).
De los lejanos años 60 datan los textos teóricos que desde la pluma de Umberto Eco, del cineasta Alain Resnais, y más recientemente de Roman Gubern, entre otros intelectuales de prestigio, contribuyen al estudio del cómic en academias y universidades, charlas y conferencias en las salas de museos, ferias internacionales del libro y otros eventos.
Vale recordar cómo a fines del pasado siglo XX se abren exposiciones y eventos en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Estados Unidos, el Salón Internacional del Cómic de Barcelona, el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) de Valencia y el Grand Halle de la Villete de París, y ya a inicios de los 2000 se realizan sendas exposiciones en Europa y Estados Unidos centradas en artistas de la historieta. Las más recientes noticias incluyen los propios museos como centros donde se editan historietas, así ha sucedido en el Museo del Prado y el Museo del Louvre.
Sobran los ejemplos en la historia del arte acerca de la relación entre la creación de historietas y el desarrollo del arte del siglo XX. Sin perder los rasgos que la caracterizan en la cultura de masas, el noveno arte se halló en el centro del arte pop de Occidente a fines de la primera mitad de la pasada centuria, a la vez que permanece hasta hoy como un referente inagotable para manifestaciones como la moda, el diseño, la pintura, la escultura y las artes visuales en general.
“Fake filters”, obra de Michel Moro Gómez.
En Cuba no deberíamos olvidar a varios de nuestros mejores especialistas, quienes, por encima de las dificultades de toda suerte, han dedicado sus energías al estudio de la historieta. Entre ellos se encuentra Caridad Blanco, curadora y crítica de arte; la exposición sobre el humor en el arte cubano contemporáneo, titulada Maneras de inventarse una sonrisa, le mereció en la VIII Bienal de la Habana el Premio Nacional de Curaduría (2003). Su muestra Ciertas historias de humor (1991) se halla entre las cien más importantes exhibiciones colectivas de arte cubano entre 1921 y 1996 en el país y el extranjero, según lo refleja la enciclopedia Memoria: artes visuales cubanas del siglo XX (California Internacional Art Foundation, Estados Unidos, 2000). Blanco ha sido la curadora que más exposiciones ha realizado sobre humor gráfico e historieta en el país, aparte de los artículos, libros y catálogos que ha publicado con su firma sobre el tema.
En general las contribuciones de autores, artistas y curadores al llamado noveno arte expresan la importancia cultural que la historieta, la caricatura y el humor gráfico han tenido para historiadores del arte y artistas cubanos; desde Bernardo G. Barros, las valiosas investigaciones de Adelaida de Juan, los textos de Caridad Blanco, Antonio Eligio Fernández (Tonel), Arístides Hernández (Ares), Jorge Alberto Piñero (Jape), Antonio Enrique González Rojas, entre otros.
La proliferación de publicaciones digitales en el mundo y la cantidad de bienales, ferias, concursos y eventos de humor gráfico en el planeta han venido a ofrecer un amplio cauce para recepcionar la creación de los cubanos. Sin embargo, esa fortuna también debería hallar sus afluentes paralelos —por supuesto, atendiendo a nuestras condiciones actuales—desde el interior del propio país, a través de publicaciones de nuestros mejores historietistas, con una gran calidad técnica (impresa o digital), aunque publiquemos menos. En cuanto a ello, será necesario que editores, diseñadores y comités de expertos pongan en relevancia y circulación obras artísticas de talentos cubanos. Fomentar los circuitos promocionales y de comercialización, y recuperar luego el capital invertido es, sencillamente, parte de la circunstancias de las industrias creativas de hoy. De lo contrario podríamos correr el riesgo de alejar nuestro mejor patrimonio artístico de los humoristas gráficos e historietistas de diferentes generaciones.
El no otorgar la importancia necesaria a la creación gráfica, y a la historieta en particular, considerada arte, no solo implica una depreciación, sino la conformación de una tendencia sistematizada que no suele rebasarse con facilidad. Asimismo, esta no debería verse cual problemática aislada, ya que forma parte de un engranaje mayor en el sistema de las publicaciones (con sus asesores, evaluadores, comités editoriales), de la enseñanza del arte y del diseño (en su concepto y realización más extensos).
Se trata de un tema que no debemos temer abordar y que requiere de un enfoque multidisciplinario que halle su correlato lógico en la práctica institucional. Por ejemplo, sería necesario extender una capacitación sobre este arte a todos aquellos que desempeñan funciones o responsabilidades respecto a la ilustración gráfica, la caricatura, el humor gráfico y la historieta, como son los diseñadores, editores y directivos que enfrentan estas ediciones, ya sean impresas o electrónicas. También es pertinente hacer extensivos esos programas y capacitaciones en el sistema del libro y del arte de todas las provincias. Nunca deberíamos cansarnos de señalar, con franqueza, nuestras inquietudes, no importa por cuánto tiempo se hayan debatido.
Potenciar, seleccionar y producir mejores ediciones impresas y electrónicas tiene que ver, como mencionábamos, con llevarlos al nivel de realización que se demanda hoy internacionalmente y que ya conocen bien nuestras más jóvenes promociones de historietistas e ilustradores gráficos. En esa dirección resulta ineludible desarrollar plataformas de venta y promoción para el libro electrónico y el impreso, así como crear ediciones (en ambos formatos) con el nivel de realización que se demanda hoy. No sería lógico desaprovechar opciones que permitieran catapultar las creaciones emergentes, sin olvidar aquellas ya consolidadas.
En la Televisión Cubana disfrutamos desde hace años del programa X Distante, presentado por el Dr. Mario Masvidal, un espacio dirigido a los adultos que constituye una muestra ejemplar de inestimable información para el público más extenso, que el especialista logra entregar aun sin tener acceso a una mediateca significativa. Masvidal demuestra cuánto puede hacerse desde los medios hoy, cuando el consumo informal es una práctica cotidiana en el país.
Podríamos seguir ofreciendo argumentos, mas lo substancial es hacer un llamado de atención sobre estas temáticas en nuestros sistemas del libro y del arte. Hoy nuestros ilustradores e historietistas cubanos obtienen premios relevantes en destacados concursos internacionales, y ellos son talentos a los que ha acompañado la preocupación del Estado por el arte y la cultura cubanos, evidentes en la realización de más de dos decenas de bienales que han atraído la atención global hacia nuestro país. Producir ediciones de calidad que privilegien la obra de nuestros artistas, estimular la reflexión de los que estudiamos estas manifestaciones, incentivar las curadurías y exposiciones en nuestros museos y galerías, cuidar de la conservación de este patrimonio, fomentar la creación de autor y validar en tanto arte las mejores obras de nuestros historietistas se revelan, sin duda, como algunas de nuestras prioridades. Así debería ser nuestro cuidado hacia un arte que ha nutrido la vida cultural de la nación y de la identidad cubana a lo largo de la historia.
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