Teatro Cubano: Telón Arriba


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Teatro del Silencio en el Festival Internacional de San Juan de Pasto/Septiembre 2025. 

Foto: Huellas de Caín/unipersonal. Tomada de Teatro del Silencio.

El calendario cultural cubano, a menudo marcado por efemérides de grandes figuras e instituciones, a veces nos regala coincidencias que invitan a la reflexión. El pasado 16 de diciembre, se tiñó de dos momentos especiales con un gran significado para el teatro en la Isla. Fundado en 2005, el legendario Grupo Teatro del Silencio, bajo la dirección de Rubén Sicilia, celebró dos décadas de existencia, consolidando una trayectoria de vanguardia y experimentación. Quince años después, en 2020, la Comunidad Creativa Nave Oficio de Isla, con el carismático Osvaldo Doimeadiós al frente, fue creada y conmemoraron este año su primer lustro, consolidándose como un espacio vital de creación y formación. Fechas que, aunque distantes en el tiempo y estéticas de trabajo de las agrupaciones, nos ofrecen una oportunidad única para trazar un arco sobre la resiliencia, la diversidad y la importancia del teatro en Cuba. 

Para los amantes de este arte experimental, Teatro del Silencio, fundado en 1985, es uno de los pilares del teatro físico, gestual y ritualista que prioriza el cuerpo del actor, gestos, movimientos y una comunicación a menudo no verbal. Sus obras intensas, poseen una fuerte carga simbólica y filosófica, alejándose de las convenciones del teatro de texto para sumergirse en la experiencia sensorial y emocional. Exploran así, temas existenciales, la memoria y la condición humana a través de un lenguaje escénico propio. Del Silencio funge como espacio de ensayo o laboratorio constante e itinerante. Actuando en estudios, galpones y espacios no convencionales, priorizando el proceso creativo y la interacción con diferentes entornos. Convertido en referente obligado para entender la vanguardia teatral cubana, su persistencia en la búsqueda y la experimentación en un contexto de recursos limitados, es testimonio de la resistencia estética y la profunda dedicación artística.

Por su parte, la Comunidad Creativa se mueve en un contexto global y nacional muy diferente. Y es que Nave Oficio de Isla más que un grupo, es un laboratorio, un centro de formación y una plataforma para la creación contemporánea. Su trabajo se nutre de la realidad cubana, a menudo con una lúcida mezcla de humor, sátira y profunda reflexión social. Las propuestas son frescas, dinámicas y buscan un diálogo activo con el espectador, promoviendo la versatilidad de sus artistas. Consolidándose como columna vertebral para el talento joven y un motor para un teatro que mira hacia el futuro, abordando temas relevantes con un lenguaje contemporáneo y accesible.

A primera vista, podría parecer que las estéticas de ambas agrupaciones están distantes: la introspección coorporal de uno frente al dinamismo pedagógico y a menudo humorístico del otro. Sin embargo, ambos comparten la pasión indomable por la escena, la seriedad en el proceso creativo y la valentía para desafiar las convenciones y proponer nuevos caminos.

Estos dos eventos del 16 de diciembre, separadas por quince años, son más que simples aniversarios. Son recordatorios de que el teatro en Cuba, a pesar de las inmensas adversidades económicas, sociales y materiales, persiste. Es un arte que se niega a callar, que se reinventa, que forma y que, en su esencia, sigue siendo un espejo crítico y un refugio para el alma colectiva. Desde la vanguardia silenciosa de un Rubén Sicilia hasta la efervescencia comunitaria de un Osvaldo Doimeadiós, el telón cubano, con sus complejidades y grandezas, sigue arriba.

 

 


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