Imágenes tomadas de Facebook.
Todavía resuena la voz poderosa de Tonya Boyd-Cannon en La Habana. Para los afortunados que pudieron disfrutar de las presentaciones de la intérprete norteamericana en los dos conciertos que ofreciera a inicios de semana en la capital cubana, la certeza se explica sin cortapizzas: ¡Qué grato regalo disfrutar en vivo el talento de Tonya!
Se suele decir que «con una lata y un palo arma el guateque el cubano». Pues si miramos lo que lleva sucediendo en New Orleans desde hace décadas, ese torrente de creatividad donde los ritmos africanos se mezclaron con sonoridades de aquí y allá, donde nació el jazz, se forjó el soul y la música pulula por las calles, no hace falta ni lata, ni palo: con el sentimiento de la voz basta y Tonya Boyd es un ejemplo claro de ello.
Por estos días la intérprete se pasea por la capital de la Mayor de las Antillas, como parte de las celebraciones del Mes de la Historia Afroamericana, fruto de una colaboración entre la Embajada de Estados Unidos (USA) en Cuba, el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano de las Música. Ello posibilitó que la cantante, ex concursante del programa The Voice USA en 2015, se presentara por primera vez ante la audiencia cubana, cuyo debut abarrotó el teatro Martí el pasado lunes, escenario que compartió con la cubana Brenda Navarrete.
La segunda presentación aconteció en la sala del Museo Nacional de Bellas Artes, al día siguiente, y allí imbuidos de la sensación de complicidad, intimidad y cercanía que propicia el recinto se produjo un momento mágico donde la voz de Boyd nos llevó a su tierra, nos contó de sus tristezas, sus miedos, pero también de sus fortalezas, su resistencia, su lucha y sus alegrías.
Tonya canta desde niña. Hija de un predicador, nació en Misisipi, pero se crió en Luisiana, donde bebió toda la esencia artística afroamericana de esa región del sureste de Estados Unidos. Aupada por un cuarteto de piano, guitarra, bajo y drums, trajo esa dosis de autenticidad que supone un privilegio, más allá del hecho artístico, para un público como el cubano, el cual no es ajeno a lo que se mueve con las música del mundo.
Boyd interpretó temas contenidos en su CD Muzic is life (2015), conformado esencialmente por composiciones de su autoría. Una sala casi a reventar esperaba ansiosa la salida de la artista, mientras la banda interpretaba una intro que avizoraba un recorrido intenso. Entonces apareció ella ataviada con una gran bata bordada con motivos africanos, como si de una reina de aquellos lares se tratase. Y en eso consistía: sobre aquel escenario reinaba la inconfundible Tonya Boyd-Cannon.
Arrancó interpretando Music all over the world (Música en todo el mundo) y al instante comenzó un viaje de sentimientos de ida y vuelta: la conexión entre el público y la intérprete fue inmediata -ella pedía y el público entregaba gustoso-. «Esta pequeña luz mía, déjala brillar», cantaba en español el verso de la conocida This little light of mine I'm gonna let it shine, una canción navideña cargada de optimismo con el cual contagió a todo el auditorio.
«Es una bendición compartir mi amor y mi música en todo el mundo y estar aquí con ustedes, compartir lo que he escrito es muy especial», aseguró la intérprete y entonces fueron apareciendo de una en una las canciones –Transform, Groove w/TBC, Call it Jazz- y los ánimos se iban caldeando y el público no quería contenerse… y Tonya tampoco.
La cantante saltó del escenario y bailó por toda la sala junto a los presentes, mientras cantaba Superstition, de Steve Wonder y de repente era como si estuviéramos en un pasacalle de esos que realizan las orquestas por las avenidas de New Orleans. Era un vaivén de emociones que la música producía de forma natural, y la voz de aquella mujer era el hilo conductor de un estado de gracia. Tonya llevó su voz hasta donde quiso.
No approval marcó uno de los momentos más especiales de la noche, una canción que la intérprete explicó que «cuándo la escribí estaba en un momento en que necesitaba la aprobación de todos. Eso era lo que pensaba, pero cuando supe para qué estaba hecha empecé a darme valor». Fue esa la puerta de entrada para que subieran a escena La Reyna Y La Real y juntas cantaran la canción del dúo cubano, Respétame.
No faltaron alusiones al Quimbara de Celia Cruz y una versión llena de ternura de What a wonderful world, de Louis Armstrong, momento en que Tonya no pudo contener la emoción. Y en su voz era posible intuir el bregar de una cultura que no conoce fronteras y que ella lleva con toda la dignidad con que reviste su talento.
In New Orleans fue el broche de la velada, una canción donde la artista plasma todo el espíritu de esa ciudad, cuna de otras formas de entender la música, que conectan con nuestras esencias: dos pueblos unidos por un acervo común, herederos de un legado africano que impregna nuestras costumbres y cosmovisiones. Así, no es de extrañar que Tonya Boyd-Cannon se sintiera como en casa.
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