Un deber irrenunciable


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Para quien estuvo tan cerca de Cintio Vitier recordar a este gran intelectual es un deber irrenunciable, no solo por la obra que legó a Cuba, sino también por su ejemplo, disciplina, entrega y consagración sin límites al trabajo. Así lo arma Araceli García Carranza, quien concedió esta breve entrevista a El Correo de la Biblioteca.

¿Cuándo conoció a Cintio Vitier?

Conocí a Cintio en las aulas universitarias cuando el entonces joven profesor Roberto Fernández Retamar nos reveló esa piedra angular de nuestra literatura que es Lo cubano en la poesía. Unos años después lo conocí personalmente, exactamente el 1 de febrero de 1962, fecha en la que empecé a trabajar en la Biblioteca Nacional. En el tercer piso, en una mesa larga, recién barnizada, el autor de los memorables Temas martianos trabajaba junto a su esposa Fina García Marruz, Roberto Friol, Renée Méndez Capote y Celestino Blanch Blanco. Eran los primeros destellos de aquel departamento Colección Cubana, verdadero crisol de cultura.

¿Qué recuerda de aquellos años 60 cuando tuvo el privilegio de trabajar cerca de Cintio?

Quisiera referirme especialmente a la Sala Martí, fundada por Cintio Vitier y Fina García Marruz bajo la dirección de Sidroc Ramos e inaugurada el 28 de enero de 1968 por el profesor Manuel Pedro González, quien en su discurso de apertura señaló que, hasta la fecha, la Sala era el mayor y mejor monumento al Apóstol. En especial, Fina haría de sus visitas dirigidas verdaderas clases magistrales en torno a la vida y la obra de José Martí.

La Sala Martí fue una sección del departamento Colección Cubana hasta que en 1977 se convirtió en el Centro de Estudios Martianos. En 1968, Cintio me pidió que compilara la “Bibliografía martiana”, publicada luego en los siete Anuarios Martianos, y que, en su honor, sigo compilando hasta nuestros días. También en 1968, Cintio y Fina publicaron el primer volumen de sus Temas martianos.

En 1967, el entonces director Sidroc Ramos la nombró jefa del departamento Colección Cubana, donde trabajaba Cintio.  ¿Cómo asumió esta responsabilidad?

Por una década yo sería la jefa de Colección Cubana y, por tanto, de Cintio Vitier. Afortunadamente, a pesar de mi juventud, supe ver a Cintio desde abajo, consciente siempre de su grandeza intelectual y le hice saber que yo no sería su jefa, sino su secretaria. Así lo ayudé en todo cuanto pude. En aquellos años, él no solo se dedicó a sus investigaciones literarias, sino que me asesoró hasta en las más sencillas selecciones bibliográficas, que exponíamos, sin luces ni colores, en las vitrinas de la Biblioteca, lucidas solamente con la valía de nuestra inmensa cultura cubana. Fueron años difíciles, plenos de incomprensiones, preñados por una equivocada política cultural. Sin embargo, estuvieron caracterizados por la disciplina y el respeto, no solo a la institución, sino al trabajo que desplegábamos en aquella época.

 

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Vinculada al Centro de Estudios Martianos (CEM) desde su génesis en la Sala “Martí” de la Biblioteca Nacional de Cuba, la doctora en Filosofía y Letras Araceli García Carranza (La Habana, 1937) ha allanado los caminos de muchos investigadores cubanos y del mundo gracias a su dominio de una disciplina que define como “escuela de orden”, la Bibliografía. Comenzó a hacerlo en 1962 y hasta hoy continúa haciéndolo con igual disposición. Luego expandió ese atributo desde el don de la ubicuidad que le conceden sus innumerables estudios bibliográficos publicados en forma de libros y/o folletos. Por ejemplo, los dedicados a José Martí (además con actualizaciones en el Anuario del CEM), Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Ramiro Guerra, Fernando Ortiz, Elías Entralgo, Emilio Roig de Leuchsenring, Eusebio Leal Spengler, Cintio Vitier, Fina García-Marruz, María Villar Buceta, Roberto Fernández Retamar, Padre Varela, entre otros, e índices analíticos de publicaciones cubanas (siglo XIX hasta fechas recientes).

Fue condecorada con la orden “Carlos J. Finlay”, posee la Distinción por la Cultura Nacional, las medallas “Alejo Carpentier”, “Nicolás Guillén” y “Raúl Gómez García”. Ha sido reconocida con los premios Nacional de Investigación Cultural (2003) por la obra de la vida, “La utilidad de la virtud”, de la Sociedad Cultural “José Martí”, y “Pensar es servir”, del CEM. Es miembro del Tribunal de Categorías Científicas del Ministerio de Cultura desde 1995, miembro corresponsal de la Sección de Bibliografía de la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones de la Biblioteca (IFLA), e integrante del Consejo de Redacción de la revista estadounidense Cuban Studies. En 60 años de trabajo ha ocupado múltiples responsabilidades en la Biblioteca Nacional “José Martí” y en cada una ha puesto a prueba su rigor, animada por el sentimiento que su “generación llamó pasión bibliotecaria”.


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