Un día en la historia con Eusebio Leal Spengler. Testimonio de su editor personal (I)


un-dia-en-la-historia-con-eusebio-leal-spengler-testimonio-de-su-editor-personal-i

El 31 de julio de 2020 dejó de latir el corazón de Eusebio Leal Spengler a los 77 años de edad. Léase este testimonio como un pequeño homenaje a su memoria, ahora que ya han pasado cinco años de su partida física. No hay otra pretensión mía al revelar estas vivencias personales que no sea rendirle tributo en prenda de gratitud.

Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana desde 1967 hasta 2020, fue muy entrevistado a lo largo de su vida. Su disposición a responder cuestionarios formaba parte de su prédica diaria como configurador de la cultura histórica que debía proyectarse obligatoriamente en el escenario público.

Habiendo sido su editor personal desde 1997 hasta su desaparición física, en innumerables ocasiones Leal me pidió que revisara las respuestas suyas, antes de enviarlas por escrito a sus entrevistadores. Él solía dictarlas a alguna de sus secretarias, salvo que fuera algún tema demasiado complejo. Entonces me llamaba para que yo mismo tomara el dictado y, de paso, lo ayudara a precisar el contenido de sus respuestas.

A pesar de esa confianza mutua que siempre nos profesamos, yo aproveché solamente dos oportunidades para entrevistarlo. La segunda y última vez en 2019, porque él mismo me lo pidió en vísperas de la celebración del Quinto Centenario de la Fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana. Con el título: “La Habana imaginaria de Eusebio Leal Spengler”, esa entrevista abre el número especial de la revista Opus Habana dedicado a ese magno acontecimiento.

Empezaré por mi anterior entrevista, titulada “Un día en la Historia con Eusebio Leal Spengler”. No podría apreciarse bien la segunda sin leer esa primera, a pesar de mediar más de diez años de diferencia entre la realización de una y otra. Unidas conforman una “entrevista en profundidad” a modo de díptico testimonial que abre y cierra mi labor como editor personal suyo; o sea, de su obra impresa.

Entrevisté por primera vez a Leal en 2007. Durante ese año sostuve múltiples sesiones de diálogo con él, a la par que editábamos y compilábamos sus más recientes discursos, conferencias y artículos. Esos textos —antecedidos por mi entrevista— vieron la luz en el libro Legado y memoria, publicado en 2008 por Ediciones Boloña, dentro de la colección Opus Habana.

Este sello editorial homónimo de la revista impresa fue creado por nosotros —Leal y yo— para jerarquizar los libros de su autoría, afianzando el nexo institucional entre ambas entidades, pero respetando sus diferentes cometidos. Aunque fueron concebidas al unísono como parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), Ediciones Boloña y Opus Habana son independientes desde sus inicios.

Aquí aprovecharé también para revelar algunos aspectos inéditos de mis entrevistas a otras personalidades de la cultura cubana, las cuales publiqué sistemáticamente en la sección Entrecubanos de nuestra propia revista. Entrevisté a Ángel Gaztelu, Carlos Manuel de Céspedes, Cintio Vitier, Alfredo Guevara, Pablo Armando Fernández y Ambrosio Fornet, por citar a quienes ya no están entre nosotros.

Quisiera que este testimonio contribuya a revalorizar el significado de la OHCH como institución singular de la cultura cubana, apreciando el legado conjunto de Emilio Roig de Leuchsenring y Eusebio Leal Spengler. A esta problemática —el futuro de la OHCH— debe prestarse suma atención, cuando ya se cumplen cinco años de la ausencia física del eterno Historiador de La Habana. El magisterio de Eusebio sigue inspirándome; de ahí el epíteto “eterno” como una manera de recordarlo a diario.

Génesis municipal

Cuando yo llegué a la Oficina a fines de 1995, todavía Leal radicaba frente a la Plaza de Armas en el actual Museo de la Ciudad, antiguo Palacio de los Capitanes Generales, Casa de Gobierno y Palacio Municipal. Ocupaba los locales del entresuelo junto al otrora despacho personal de Roig, que el propio Eusebio había reconstruido con ayuda de María Benítez Criado, viuda fiel de “Emilito”, como solían llamarle sus allegados.

Ella misma se ocupaba de limpiar y mantener aquel recinto en honor de su difunto esposo. Una gran foto de este sobresalía detrás del escritorio, con un libro de su autoría en la mano: la primera edición de Martí y las religiones. Esa imagen vertical había sido escogida —sin dudas— porque fue tomada en ese mismo despacho. Su inauguración tuvo lugar el 29 de diciembre de 1941, a pocos días de que ese libro viera la luz.

Colocados en un gran librero de caoba, se conservaban también los tomos con los artículos de Roig, encuadernados por año de publicación en Social y Carteles, entre otras revistas con las que colaboró de manera permanente. Sin esa faceta periodística no podría explicarse su desempeño intelectual como configurador de la cultura histórica.

Todavía Emilito era director literario de Social, cuando comenzó a trabajar en 1927 como delegado intermunicipal de la Alcaldía de La Habana. Pero desde 1930 hasta 1933 quedó cesanteado por su abierta oposición al dictador Gerardo Machado.

No fue hasta 1935 que, ya de vuelta al Palacio Municipal, es designado Historiador de la Ciudad de La Habana, y tres años después se funda la OHCH, también por decreto alcaldicio. Sus dependencias fueron desde un inicio: Dirección, Biblioteca, Archivo y Publicaciones.

El primer local de la OHCH estaba situado en el flanco noroeste del patio interior, donde hoy se exponen las volantas y coches antiguos. En ocasión de su inauguración, Roig presentó el primer tomo de las Actas Capitulares del Ayuntamiento La Habana (1550 -1565). La génesis municipal del cargo de Historiador de la Ciudad tiene como fundamento el rescate y salvaguarda de dichos documentos.

Cuando la OHCH se traslada en 1941 a los locales ya mencionados del entresuelo, Roig aprovecha para —al año siguiente— inaugurar la primera sala del Museo Municipal de La Habana con un carácter transitorio. Soñaba que ocuparía toda esa edificación colonial cuando esta dejara de ser la sede del Palacio Municipal. La Alcaldía y el Ayuntamiento habaneros debían mudarse para un moderno edificio de los que ya se construían en el entorno. Pero esto nunca sucedió.

Subiendo desde el patio por la gran escalera de mármol, con sus peldaños desgastados en los bordes por el uso de siglos, se llegaba al entresuelo y su única puerta de entrada. Había que cruzar esos espacios históricos: la sala transitoria, el despacho de Roig y, por último, se llegaba a los aposentos de Eusebio. Esa disposición espacial lo unía legítimamente a su “predecesor de feliz memoria”. Con esta frase acuñada solía invocarlo siempre.

Primera conversación

Para ver a Leal, uno debía recibir el visto bueno de su secretaria jefa de despacho. Pacientemente, yo siempre esperaba en el gabinete de Roig, hojeando los volúmenes de las revistas Social y Carteles que contenían sus crónicas costumbristas. Para su rescate habíamos creado una sección fija en las páginas finales de Opus Habana.

Eusebio solía sentarse en un taburete pequeño cuando la conversación tenía un carácter más íntimo. La primera vez que entré a conversar con él, se lamentaba en voz alta al escuchar los aullidos quejumbrosos de un perro que entraban por la ventana desde la Plaza de Armas. Nunca olvidé ese momento porque me reveló una faceta importante de su personalidad: el amor por los animales; por los caninos en particular.

Tuvo lugar esa primera conversación personal a principios de 1996, cuando ya se había logrado el primer número de Opus Habana (Vol. 1, No. 1, 1996) después de un malogrado número cero a modo de prueba. Una vez conseguido el adecuado perfil editorial y calidad de impresión, la revista quedó bajo mi total responsabilidad como su editor general fundador.

Sin dudas, Leal quería hablarme personalmente, después de un breve intercambio que habíamos tenido en el patio del propio Museo de la Ciudad. Entonces ni siquiera sabía mi nombre, porque hasta ese momento yo había interactuado solamente con Raida Mara Suárez, su colaboradora más allegada.

Con apoyo de ella se había logrado hacer la exposición “La mirada fluida” con fotos inéditas de Lezama Lima tomadas por Chinolope. Fue inaugurada por Leal, quien por primera vez habría reparado en mí, al verme junto al artista mientras terminábamos de montar sus obras en la sala transitoria ya mencionada.

Al reconocerme casi un mes después, Eusebio ya había leído el nuevo número de la revista impresa y expresado su beneplácito. Detuvo el paso y se dirigió a mí con tono enfático: “El próximo número de Opus Habana no puede tener a tanta gente famosa”. Se refería a que salían trabajos dedicados a la escritora Dulce María Loynaz, el cineasta Humberto Solás y el pintor Nelson Domínguez, además de las ya mencionadas fotografías inéditas de Lezama Lima obsequiadas por Chinolope.

Yo le respondí de inmediato: “Se hizo para que las personas repararan en la revista”.

Noté que la respuesta lo dejó un poco sorprendido, y sin decirme más nada, siguió su camino. Me quedó la sensación de que, tarde o temprano, las cosas se complicarían. No tendría más remedio que sobreponerme a las incomprensiones.

Cuando fui citado por primera vez a su despacho, era obvio que se trataría el futuro de Opus Habana. Ya para ese momento había comenzado a trabajar conmigo Magda Ferrer, amiga fiel de Leal. Ella me dio directamente el recado, acompañado de un valioso consejo: “Escucha bien y mantente tranquilo”.

Los aullidos cesaron como por arte de magia. En realidad se había activado un delicado engranaje social: la queja de Leal se convirtió en orden que Diana Suárez, su entonces secretaria jefa de despacho, canalizó hasta llegar a los vendedores de libros viejos en la Plaza de Armas: “Callen a ese pobre perro”.

Eusebio me hizo un ademán para que lo siguiera y atravesamos por un local repleto de objetos antiguos apilados en el suelo, como si fuera el almacén de un anticuario. Hasta que llegamos a lo profundo de sus aposentos y se sentó en el taburete. No recuerdo bien, pero yo debí sentarme en otro, porque quedamos a un mismo nivel.

Fue breve pero rotundo: él revisaría siempre cada número de la revista para darle el “imprimatur”. Con este latinajo se refería eufemísticamente a la licencia que da la autoridad eclesiástica para imprimir un escrito. Nuestra tarea era testimoniar la Obra de La Habana, de ahí el título que había puesto a la revista, usando otro latinajo: Opus significa Obra.

“Más de treinta años llevo en este museo y, por primera vez, tenemos una revista propia”, me dijo. Seguidamente propuso un sinfín de temas que eran prioritarios, empezando por su búsqueda arqueológica de la Parroquial Mayor y la restauración de los cuadros de Vermay en El Templete.

“Usted puede venir a verme cuando quiera”, concluyó no sin antes regalarme la primera edición de El Diario Perdido de Céspedes y comentarme por qué tuvo que publicarla fuera de Cuba. “Ya hablaremos más adelante sobre esto”, prometió.

No pasó mucho tiempo cuando volvimos a reunirnos en su despacho, esta vez para recibir al Padre Ángel Gaztelu. Hay fotos de ese encuentro donde aparezco junto a Leal, Raida, Diana y Magda. Ninguno de ellos sabía que, para ese momento, yo tenía prácticamente terminado otro número de Opus Habana, dedicado a esa mítica figura del Grupo Orígenes, amigo de Lezama Lima. Tras entrevistarlo en su iglesia del Espíritu Santo, sus páginas se iluminaron como regalo del destino.

A partir de entonces, yo aprovechaba cada encuentro de trabajo con Leal para hacerle alguna que otra pregunta sobre su vida. El título de mi primera entrevista a Eusebio se inspira en la fecundidad de esas vivencias por breves que fuesen. Como si al reunirlas todas, apenas hubiera estado a su lado un día en la Historia de Cuba, pero teniendo el enorme privilegio de no solamente ser su editor personal, sino también su amigo en los momentos más difíciles (Tomado del perfil en Facebook de Opus Habana).

(Continuará)

Descargar entrevistas a Eusebio Leal Spengler:

Un día en la Historia con Eusebio Leal Spengler pdf

La Habana imaginaria de Eusebio Leal Spengler parte I

La Habana imaginaria de Eusebio Leal Spengler parte II

Imagen de portada: Foto de Roberto Chile.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte