Un Festival que va a sus orígenes


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Aunque del pasado muy reciente, la decimoctava edición del Festival Internacional de Cine de Gibara es ya un recuerdo y parte de las memorias del evento que fundara en 2003 Humberto Solás.

A esa historia que tan hondo ha calado, no solo en el gremio del sector sino también en los habitantes de la también llamada Villa Blanca de los Cangrejos, hizo especial reverencia este año la cita cinematográfica que, en su última jornada, anunció que retomará el nombre de Festival Internacional del Cine Pobre con el que lo bautizó el autor de “Lucía” y han seguido nombrándolo los gibareños.

De igual forma volverá a celebrarse en abril, mes de su fundación, haciéndose coincidir en lo adelante con la semana de receso escolar, en atención al número creciente de jóvenes que acuden como espectadores en cada convocatoria.

El regreso de la categoría Premio de Cine en Construcción para apoyar económicamente los mejores proyectos en distintas fases de realización, así como la aparición de la llamada Factoría del Cine Pobre, destinada a incentivar la producción cinematográfica en otras zonas del país como son la provincia de Camagüey y las cinco de la región oriental, están en perfecta consonancia con los postulados del Manifiesto que sustentó la creación del Festival.

También, en correspondencia con el mencionado documento, estuvieron los foros teóricos, principalmente el que abordó los retos de la distribución y exhibición de los filmes hechos fuera de las grandes productoras, una de las sostenidas preocupaciones de Solás.

Asimismo, a los inicios, pero esta vez del Instituto de Arte e Industria Cinematográficos, organismo que ha brindado un apoyo vital al evento, estuvo enfocada en la última edición la entrega del Premio Lucía de Honor, al otorgársele a tres fundadores del ICAIC reconocidos ya con el Premio Nacional de Cine: Manuel Herrera, Livio Delgado y Manuel Pérez Paredes.

Varias son las fortalezas que ha ido desarrollando el Festival en estos años, unas de las principales son la de haberse arraigado en la comunidad que lo vio nacer y la de tener la capacidad de renovarse aun cuando sea yendo a sus orígenes, donde radican sin dudas sus más auténticas inspiraciones para continuar adelante.

Cine Pobre no es sinónimo de cine carente de ideas o de calidad, sino de restringida economía, puntualizaba su Manifiesto, por ello no habrá vergüenza en llamarlo por un nombre que en definitiva nunca perdió, como nunca ha perdido el aliento de una Gibara que ha crecido junto con el Festival, como también era el sueño de Solás.

Para abril está fijada la venidera cita, la próxima fiesta multicultural, el Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara en su decimonovena edición, la misma que también pasará a formar parte de los mejores recuerdos de la gente del gremio y de los pobladores del lugar, así como de una historia que promete no tener fin.

 

 

 


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