Utilidad de la semiosfera para la ecocrítica audiovisual. Apuntes


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«… la semiosfera del mundo contemporáneo, que, ensanchándose constantemente en el espacio a lo
largo de siglos, ha adquirido en la actualidad un carácter global, incluye dentro de sí tanto las señales de
los satélites como los versos de los poetas y los gritos de los animales. La interconexión de todos los
elementos del espacio semiótico no es una metáfora, sino una realidad».

Yuri M. Lotman

Introducción a la ecocrítica

La ecocrítica audiovisual como sistema analítico es todavía un campo relativamente nuevo en los estudios ecocríticos. Estos últimos surgieron a mediados de los años noventa del siglo pasado como una escuela dentro de las disciplinas literarias en las universidades de Estados Unidos.

En su fase inicial, la perspectiva ecocrítica funcionó como un espacio de encuentro entre un grupo de estudiosos norteamericanos interesados en analizar la literatura de su país. De este modo surgió la Asociación para los Estudios de la Literatura y el Medio Ambiente (ASLE), la cual comenzó sus actividades con profesores de Estados Unidos. En estos momentos cuenta con más de un millar de miembros en diferentes partes del planeta.

Su publicación periódica es ISLE Journal, una revista dedicada a los estudios interdisciplinarios de literatura y el medio ambiente, la cual ha prestado sus páginas para trabajos sobre la relación entre naturaleza y otras artes, entre ellas, el cine y los medias. Hoy no es la única publicación relacionada con estos estudios[1].

Se considera como el libro fundador de este nuevo enfoque la antología The Ecocriticism Reader (1996), editada por los profesores estadounidenses Cheryll Glotfelty y Harold Fromm. En dicho libro quedó claro que el primer objeto de esta disciplina era el estudio de la representación de la naturaleza en las obras literarias.

El funcionamiento de la ecocrítica como sistema de análisis puede resumirse de la siguiente manera:

a) Un sistema de conexión de diferentes disciplinas del conocimiento que permitan comprender y debatir los paradigmas errados sobre los que se han basado los mitos del progreso desde la visión antropocéntrica, sustituyéndolo por uno diferente: el ecocéntrico[2].

b) Un campo interdisciplinario que relaciona los estudios literarios y el discurso ecológico con respecto a otras disciplinas, tales como la antropología, la filosofía, la psicología, la ética, la semiótica, etcétera.

c) El compromiso de incitar una conciencia ecológica a través de la literatura y las artes en general.

La ecocrítica en los medios audiovisuales

En el área de los medios audiovisuales, con mayor atención sobre el cine, la ecocrítica abrió un nuevo espacio académico: la ecocinecrítica o crítica cinematográfica ecológica, aunque también existen los ecomediacrítica.

Varios autores coinciden en señalar el inicio de dichos estudios en 2004, cuando el profesor universitario y crítico de cine Scott MacDonald publicó el trabajo «Towards the ecocinema» en el volumen 11 de ISLE Journal en el verano de ese año[3]. En aquella publicación, Scott MacDonald se refería, principalmente, a la obra de directores independientes como el esloveno Andrej Zdravič y el norteamericano James Benning[4], pero muy pronto el término se extendió a otros modos de producción del cine, ya que la ecocrítica cinematográfica puede encontrar sus objetos de estudio tanto en obras de ficción, documentales, animados, experimentales, videoartes, etcétera, sin discriminar géneros.

Ocean Cantos (Andrej Zdravič)

Los primeros textos estudiados por la crítica cinematográfica ecológica fueron los filmes considerados como environmental, es decir, aquellos que mostraban a la naturaleza y sus defensores de forma positiva.

Un ecofilme tiene amplias implicaciones filosóficas sobre lo que significa habitar este planeta y ser miembro de su ecosfera, a la vez que intenta entender y valorar dicha comunidad de una forma sistemática y no jerárquica.

Acercamiento a la semiosfera y los estudios ecocríticos

Con un corte ecológico similar, Yuri M. Lotman enunció su concepto de semiosfera durante la década de los ochenta del pasado siglo, y —como él mismo lo definió— surgió como analogía del concepto de biosfera enunciado por V. I. Vernadski.

Los presupuestos sustentadores de la categoría creada por Lotman tienen una base biologista, ya que imagina la semiosfera como núcleos vivos (activos y en movimiento) que se interrelacionan y compiten entre sí.

La semiosfera se convierte —al igual que la biosfera— en un área delimitada. En ella es posible la recepción, traducción y, por ende, comprensión de los códigos mediante la comunicación.

Un aspecto fundamental de este concepto es la definición de frontera, pues de manera similar a la biosfera, marca un límite y un espacio de coexistencia vital. En este caso, entre lo entendido y lo que no, es decir, los textos alosemióticos o los no-textos, aunque el espacio «no-semiótico», de hecho, puede resultar el espacio de otra semiótica.

Una semiosfera, para convertir y aceptar en su interior esas otras estructuras, se sirve de diferentes filtros o traductores.

En la semiosfera se organiza un locus semiótico, útil para determinados grupos de personas, unidas por similitudes ideológicas. Definido lo ideológico —según Louis Althusser— como la relación simbólica entablada por los individuos en la medida en que participan, voluntaria o involuntariamente, de un conjunto de relaciones sobre el mundo, la naturaleza y el orden social. Son estructuras asimiladas de una manera inconsciente por los hombres y reproducidas constantemente en la praxis cotidiana[5].

Easy Rider (James Benning)

Las ideologías suministran a los seres humanos un horizonte simbólico para comprender el mundo y una regla de conducta moral para guiar sus prácticas. Todos estos elementos, necesarios para la existencia humana como seres sociales, se encuentran dentro de la semiosfera como «…sumergidos en continuum semiótico, completamente ocupado por formaciones semióticas de diversos tipos y que se hallan en diversos niveles de organización»[6].

Por lo tanto, la semiosfera funciona y es útil para cada individuo en los roles de intercambio planteados por Althusser en su definición de ideología, es decir, el sujeto como productor y a la vez producto (objeto) de la ideología en circunstancias históricas, psicológicas y culturales determinadas.

Los estudios ecocríticos en general y la crítica audiovisual ecológica en particular funcionan como elementos nucleares dentro de la semiosfera de los estudios sobre cine y los media, si nos atenemos a un campo más amplio.

De este modo, podemos definir los estudios ecocríticos audiovisuales como una esfera activa, generadora de metalenguajes, en movimiento hacia la periferia, interesada en dialogar con otras semiosferas y en traducir un conjunto de no-textos para consolidar un continuum semiótico que consiga su objetivo primario, es decir, el estudio de la representación de la ecosfera a través del lenguaje audiovisual.

Aproximación a un metalenguaje de los estudios ecocríticos desde lo audiovisual

El profesor Adrian Ivakhiv [7] reconoce, en primer lugar, que los textos considerados ecofilmes no son diferentes de cualquier otro texto fílmico, es decir, es un objeto mediático surgido de un proceso de producción y necesitado, por tanto, de una distribución, exhibición, y, como resultado, participa de los discursos analíticos de la recepción.

Dichos textos entablan relaciones transtextuales con otros textos, ya sean fílmicos o de cualquier tipo, de las formas más variadas.

Desde la recepción y el consumo, pueden ser valorados desde los metalenguajes aportados por las teorías sobre la recepción a partir de:

  • La presencia de los mismos en el contexto diario de sus espectadores.
  • Los modos y forma en que son recibidos.
  • La identificación del público con los actores.
  • El empleo de la mirada.
  • Su impacto sociológico mediante la formación de culturas específicas de recepción.

En el plano del texto propiamente dicho, el ecofilme forma parte de una semiosfera, donde puede ser decodificado a través de metalenguajes generados, por ejemplo, por los estudios culturales, donde se tiene en cuenta cómo ha sido representado (en su diégesis y definición de sus personajes) el género, la raza, la clase, la etnicidad, la nacionalidad, la sexualidad, etcétera.

No obstante la aseveración anterior, la semiosfera ecocrítica ha creado nuevos núcleos semánticos enunciados como preguntas que permiten conducir los análisis hacia la formación de una conciencia acerca de la necesidad de un cambio de paradigma ideológico con respecto a las interrelaciones vitales de la ecosfera.

Para un analista ecocrítico, la aproximación a un filme con la finalidad de estudiarlo desde sus procesos de producción y distribución deberá tener en cuenta:

  • ¿Cuál es el impacto ecosistémico de los sistemas de producción utilizados en la realización, mercadeo y distribución, así como en la exhibición y conservación (o eliminación) del objeto filme?
  • ¿Son tomadas en consideración las relaciones ecológicas (consumo de recursos, producción de gastos, efectos de las relaciones socioecológicas) por los productores, y si es así, en qué medida estas relaciones son diferentes de las prácticas normales?

En el campo de la producción, Ivahkin señala dos tendencias opuestas y al mismo tiempo complementarias, consecuencia de los procesos establecidos para la realización de un texto audiovisual. Una enfatiza los daños que la realización puede provocar en los espacios seleccionados como escenarios, debido al peligro de cambios irreversibles en los sistemas ecológicos involucrados; mientras la otra se detiene en los beneficios que el empleo de una locación puede traer para su comunidad.

En la primera, se hace hincapié en los resultados que en términos reales —muchas veces irreparables— ejercen los mecanismos de producción sobre las personas, animales y paisajes, pero estos también pueden ocurrir como consecuencia de los efectos mediatizadores provocados después de la exhibición, motivados por la popularización y, por ende, sobreuso de esos espacios, animales o tipos de personas.

La segunda tendencia de análisis sobre los resultados de la producción para comunidades ecológicas determinadas evalúa de forma positiva su empleo dentro de textos fílmicos, a partir del aumento de puestos laborales e ingresos para la comunidad local, además de una elevación de la autoestima social relacionada con la presencia de los elementos empleados en el audiovisual.

Si la atención analítica se dirige al texto en sí mismo, las preguntas planteadas para la ecocrítica audiovisual son similares a las de los análisis ecocríticos literarios. En todas predomina la visión ética, tendente a reforzar, desde lo ideológico, un posicionamiento ecocéntrico en contraposición con el antropocentrismo:

  • ¿Cómo son interpretados y representados los animales no humanos, los pasajes y la «naturaleza», es decir, el medio ambiente, los lugares, las relaciones ecológicas, «la Tierra»?
  • ¿Cómo son mostrados o asumidos en su interactuar lo intrahumano y lo humano no humano?
  • ¿Qué significados son transmitidos sobre los asuntos medioambientales, su acción y práctica, y cuáles son transmitidos acerca de quién tiene la responsabilidad y capacidad para resolver tales cuestiones?
  • ¿Qué es representado como natural y no natural y cómo son conjugados ambos éticamente?
  • ¿Qué tradiciones narrativas o semióticas las hace incurrir y o desviarse de ellas (por ejemplo, lo pastoral, lo romántico, lo apocalíptico, etcétera)?

De igual modo, los estudios ecocríticos audiovisuales han modelado interrogantes que responden a los intereses de la ecocrítica en el campo de la recepción y el consumo:

  • ¿Cuáles son los efectos a mediano y largo plazo de estos medios dentro de las relaciones sociales y ecológicas?
  • ¿La tendencia a reproducir formas de subordinación y opresión existentes sirven para estimular o «contener» las ambiciones sociales para el cambio?
  • ¿Los medios audiovisuales permiten o facilitan el cuestionamiento y replanteamiento de las relaciones existentes, abriéndolas en condiciones de desearlas e imaginar posibilidades alternativas?

Ecología de la imagen y el sonido

La semiosfera que contiene la estructura base (lenguaje) en que se expresan los textos fílmicos y mediáticos: el audiovisual, ha producido sus propios metalenguajes ecológicos, pues tanto la imagen como el sonido tienen su propia ecología.

La ecología de la imagen está relacionada con la forma en que estas circulan, son producidas y a su vez consumidas por nuestra sociedad. Según plantea Josep Català, «…vivimos inmersos en una ecología de las imágenes que comprende figuraciones de todo tipo y funcionamiento, y todas esas imágenes tienden a la relación, a la red»[8].

La semiosfera de este campo dialoga con un grupo de textos que como señala Català— conforman la imagen contemporánea, la cual se mueve entre el tiempo-movimiento-duración y el tiempo-estático- memoria. Para Lotman, la semiosfera «…está dotada de un complejo sistema de memoria y sin esa memoria no puede funcionar. Mecanismos de memoria hay no solo en algunas subestructuras semióticas, sino también en la semiosfera como un todo»[9].

La ecología de la imagen ha creado una nueva percepción visual que se interrelaciona con la política, lo económico y lo ético. La fuerza de la imagen a través de lo que se ha dado en llamar «la cultura del ojo» pone a prueba la funcionalidad del enfoque ecológico, pues su amplia y por momentos desmedida circulación a través de todos los medios posibles ha descontextualizado su valor político y ético, al significar su contenido (sea violento por obra de la naturaleza o de la mano del ser humano) un entretenimiento, un espectáculo que no motiva, estimula, un cambio de paradigma para una buena parte de los receptores.

La semiosfera de la ecología de la imagen dialoga con la semiótica de lo visual. A través de ella traduce la profusión de imágenes desde códigos propios como la composición, los márgenes del cuadro, los componentes y movimientos internos dentro del encuadre, la iluminación, así como los códigos de la movilidad (movimientos reales y aparentes de la cámara) para las audiovisuales. Por lo tanto, la semiótica visual forma parte de la frontera de la semiosfera ecológica de la imagen como filtro y traductor de la iconosfera.

Por su parte, la ecología acústica la conforma la relación mediada a través del sonido entre los seres vivos y su ambiente. Sus orígenes quizás son los más viejos en comparación con las otras vertientes de los estudios ecocríticos, pues el concepto se generó durante la década del sesenta de la mano del profesor canadiense R. Murray Schafer, quien fue uno de los pioneros en llamar la atención sobre el ambiente acústico y la responsabilidad de los humanos en su conformación y cuidado.

El propio desarrollo de la percepción visual contemporánea agredió la competencia sonológica de los seres humanos, para quienes el ambiente sonoro funcionaba como una masa casi amorfa. Murray fue creando un metalenguaje para el sonido ambiental desde la semiosfera de la música.

De este modo, concibió las «marcas acústicas» (soundmarks) para agrupar los sonidos que son especialmente considerados por una comunidad y sus visitantes, los cuales dividió en naturales (los saltos de agua, el sonido del viento) y culturales (ciertas campanas características, así como los sonidos de las actividades tradicionales).

La terminología de Murray Schafer ayudó «… a expresar la idea de que el sonido de una localidad particular (sus tónicas, señales sonoras y marcas sonoras) —al igual que la arquitectura local, sus costumbres y vestimenta— puede expresar la identidad de una comunidad, al punto de que los pueblos pueden reconocerse y distinguirse por sus paisajes sonoros»[10].

Si para el ser humano contemporáneo las imágenes son cada vez más profusas y convive con ellas a través de una mayor cantidad de medios, el sonido ambiental es bloqueado constantemente mediante barreras físicas como las ventanas aislantes o el consumo de música a través de artefactos reproductores.

El sonido ambiental generado por los seres humanos mediante la voz y los implementos construidos por ellos han provocado una semiosfera acústica que se interrelaciona de forma invasiva y a veces aniquiladora con relación a lo que Murray Schafer nombró como marcas acústicas naturales.

La ecología acústica es un elemento importante en la generación de metalenguajes que permitan entender un punto nodal de los estudios ecocríticos: la interrelación entre lo humano y lo no humano, pues los sonidos en muchos casos son la representación de algunos habitantes de la ecosfera.

Por otra parte, su propia devaluación por el empuje de lo visual la ha convertido en uno de los temas menos atendidos por los estudios críticos ecológicos, en especial dentro de lo audiovisual.

Conclusiones para unos apuntes sobre semiosfera y ecocrítica audiovisual

El conocimiento del funcionamiento de la semiosfera como continuum semiótico en constante movimiento lúdico para interrelacionarse con otras formas nucleares y mantener su unidad mediante la frontera, dispuesta siempre a la traducción de los considerados no-textos por su comunidad cultural, puede ser de gran utilidad para los estudios ecocríticos y la ecocrítica audiovisual en particular, como disciplinas aún muy jóvenes, surgidas en el contexto específico de los cambios climáticos y la necesidad de producir un cambio en los paradigmas ideológicos con los cuales nos enfrentamos en la coexistencia del ser humano y el resto de los habitantes de la biosfera.

Los metalenguajes generados como forma autodescriptiva y para interrelacionarse con otras formas nucleares o los todavía considerados no-textos insisten en la necesidad de un activismo hacia la preservación del planeta como la gran ecosfera vital, sin la cual sería imposible la producción de las semiosferas culturales.

No obstante, los estudios ecocríticos audiovisuales pueden dialogar con otros discursos críticos tanto precedentes como sincrónicos para explicar su objeto de estudio: la representación de la biosfera en los medios audiovisuales.

Un último señalamiento: a pesar de la gran cantidad de textos que han aparecido sobre estas disciplinas y las organizaciones que se están dedicando a la promoción del paradigma ecocéntrico desde las ciencias sociales y humanísticas, todavía prevalece un eurocentrismo en los análisis ecológicos, tanto en la selección de las obras a estudiar, como en los enfoques ideológicos, por lo cual urge la asunción de los estudios ecocríticos audiovisuales desde nuestra academia, con la finalidad de iniciar una producción de ideas que deriven en estudios analíticos conformadores de otros metalenguajes sobre nuestras creaciones audiovisuales.


[1] Existe desde 2008, por ejemplo, The Journal of Ecocriticism (JOE), revista de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver, Canadá.

[2] El sistema ecocéntrico se opone al antropocéntrico. En este, el ser humano no es el centro, sino la naturaleza, la cual incluye tanto los seres vivos como otros componentes inertes.

[3] ISLE: Interdisciplinary Studies in Literature and Environment, vol. 11, nro. 2, 1 de julio de 2004, pp. 107–132, https://doi.org/10.1093/isle/11.2.107

[4] Andrej Zdravič (1952) es un artista audiovisual cuya obra más reciente ha estado centrada en los fenómenos naturales, de ahí el interés de los estudios ecocríticos en sus realizaciones. James Benning (1942) es un director de cine independiente norteamericano interesado también en los paisajes. Su obra consiste en largas filmaciones sin cortes.

[5] Louis Althusser: «Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Notas para una investigación», 1969. En: etemasytemas.files.wordpress.com/2012/01/althusser-1989-ideologc3ada.pdf

[6] Yuri M. Lotman (1984): «Acerca de la semiosfera», en: La semiosfera I. Semiótica de la cultura y el texto. Frónesis Cátedra. Universidad de Valencia. Ediciones Cátedra, S. A. España, 1996, p. 11

[7] Ivakhiv, Adrian J. (2013): Ecologies of the Moving Image: Cinema, Affect, Nature. Wilfrid Laurier Univ. Press, pp. 21-23.

[8] Josep Català. La imagen compleja. La fenomenología de las imágenes en la era de la cultura visual. Universidad Autónoma de Barcelona. Servei de Publicacions. Bellaterra, 2005, p. 50

[9] Yuri M. Lotman: Idem., p. 20.

[10] Kendall Wrightson. «Una Introducción a la ecología acústica», en: Estudio de Música electroacústica (eMe). Montevideo, Uruguay, 1999. En: www.eumus.edu.uy/eme/ps/txt/wrightson.html

 


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