18 de junio de 1960
Una revolución como la nuestra, una revolución popular, hecha por voluntad del pueblo y para el pueblo, no puede avanzar si no es que cada conquista y que cada paso es dado por toda la masa del público, por toda la masa del pueblo. Y para dar esos pasos, y darlos entusiastamente, es necesario conocer el proceso revolucionario, es necesario saber de la necesidad de dar esos pasos y darlos alegremente. Y es necesario también que en cada momento de sacrificio se sepa por qué se va al sacrificio, por qué el camino de la industrialización, que es el camino del bienestar colectivo, en definitiva, en esta era de imperios económicos, no es un camino fácil. Todo lo contrario, es un camino sumamente difícil.
Y todavía quisiera decirles más. A medida que todas las contradicciones y los movimientos populares en todas las zonas subdesarrolladas del mundo, van desplazando al exponente más agresivo del imperialismo económico, que son los Estados Unidos de América, esa agresividad se vuelca con más fuerza todavía sobre su territorio más cercano y más rígidamente dominado, que es, precisamente, la América y de toda la América, ese mare nostrum para ellos, que es el Caribe.
Es decir que, incluso, este gran surgir, este gran despertar de los pueblos, que se ha visto en Corea, en Turquía, en el Japón, para no citar sino los ejemplos más explosivos de otras áreas fuera del continente, también entrañan peligro para Cuba. Ahora hay que considerar que en alguna parte, sin falsa modestia, somos responsables de que se hayan producido todos estos hechos.
Hay un evidente despertar de los pueblos subdesarrollados, y en alguna medida el ejemplo cubano, sobre todo en tierras de América, ha contribuido a ello. Evidentemente que en tierras de América mucho más que en un país como el Japón, con 90 millones de habitantes o pocos menos, con una industria poderosísima, pero, de todas maneras, se ha demostrado que no es tan fuerte la pujanza de los poderes coloniales, cuando enfrente hay un pueblo decidido a destruirlo.
Esa es la parte positiva de nuestro camino, que va a llamar a la solidaridad internacional si se produce alguna agresión. Y cuando hablo de agresión, hablo de agresiones de verdad, no hablo de pequeñas agresiones, no hablo de agresiones económicas, como la que ya está a punto de fraguarse en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos con el azúcar cubano.
Es decir, que nuestro camino es difícil, y nuestra fuerza es la unión de los trabajadores, de los campesinos, de todas nuestras clases necesitadas, que tienen necesidad de marchar hacia el futuro.
Ahora, esta charla era llevada directamente a la clase trabajadora, no a los campesinos, sino a los trabajadores, por dos causas. La primera porque los campesinos han cumplido toda su primera etapa histórica, han luchado bravamente por conquistar su derecho a la tierra y están empezando a recibir los frutos de esa conquista, están con la revolución completamente. La clase obrera todavía no ha recibido los frutos de la industrialización, los frutos de la pujanza del movimiento revolucionario. Y no los ha recibido porque lo primero que había que hacer era sentar la base para la industrialización, y esa base estaba dada, precisamente, por el cambio de composición de tenencia de la tierra, es decir, la base estaba dada por la reforma agraria.
Ya hemos recorrido esa parte del camino y empezamos, con pretensiones de una pujanza extraordinaria, el camino de la industrialización. En este momento el papel de la clase obrera se hace definitivo. O la clase obrera comprende perfectamente todos sus deberes y toda la importancia de este momento y triunfamos, o no la comprende y la industrialización será otro más de los tibios intentos hechos en América para salvarse del yugo colonial.
Quiero decirles esto con crudeza y analizar los hechos exactamente, porque entre revolucionarios es bueno que se conozcan todas las fallas que cada uno pueda tener, y se trate de corregirlas. Para nadie es un secreto que la fuerza del movimiento revolucionario radicó primero en los campesinos y después en la clase obrera. Y había una razón para ello, la primera razón es que el más fuerte movimiento insurreccional estaba asentado en regiones campesinas y que el más prestigioso de los líderes de la insurrección, Fidel Castro, estaba en una zona campesina. Pero también hay razones económico-sociales muy importantes, y es que Cuba, como todos los países subdesarrollados, no tiene un proletariado pujante.
En muchas industrias, sobre todo en las industrias nuevas que se hacen, además, emparentadas con el capital monopolista, el obrero resultó, a veces, un individuo privilegiado. Cuando un obrero azucarero tenía que sudar durante todas las horas de sol, tres meses al año y después pasar hambre nueve meses, había algunos tipos de obreros que podían trabajar todo el año y cobrar cinco o seis, o más veces que los obreros azucareros. Esto marca una gran diferencia y establece entonces un principio de división, que es lo que constantemente los poderes coloniales tratan de crear y mantener: el principio de división de la clase obrera, para que traten los privilegiados de mantener sus privilegios y los que están debajo de subir por medios no de aglutinación, sino por medios individuales, destruyendo así la solidaridad de la clase obrera.
Por eso, después del triunfo, hemos tenido incluso a veces guerras arduas contra representantes del mujalismo, representantes de toda la vieja caterva que estaba entroncada en la CTC y eso ha frenado también el desarrollo del movimiento obrero. Hoy no podemos decir que estos viejos representantes de otra época hayan sido totalmente aniquilados, pero están en proceso de destrucción. Quienes hayan cometido errores, están en proceso de rectificar esos errores y los que a sabiendas cometieron atentados contra el pueblo, están siendo eliminados poco a poco.
Sin embargo, todavía queda en la clase obrera mucho de aquel espíritu que hacía ver nada más que una diferencia, de un lado el obrero y del otro el patrón y un espíritu simplista que llevaba todos los análisis precisamente a esta gran división: obreros y patronos.
Y hoy, cuando se produce el proceso de la industrialización, dándole una gran importancia al estado, muchas veces los obreros ven en el estado a un patrón más y lo tratan como un patrón. Y como este es un estado que precisamente es todo lo contrario a un estado-patrón, tienen que establecerse diálogos muy largos, muy fatigosos, con los obreros, que evidentemente, al fin se convencen, pero que durante esa época, durante ese tiempo, han frenado el desarrollo.
Podría dar varios ejemplos actuales, pero no vale la pena entrar en el caso individual y señalar a nadie, porque yo estoy convencido que la mayoría de esos ejemplos son producto, precisamente, de una mentalidad que debe ser extirpada y no de la mala fe o del deseo intencionado de frenar la revolución. Lo que debe estar claro en todos es lo que decía Fidel el otro día: no es mejor dirigente obrero el que está buscando el pan de hoy para sus compañeros, mejor dirigente obrero es el que busca el pan de todos los días para todos, el que comprende perfectamente el proceso revolucionario y analizando y comprendiéndolo a fondo, va a apoyar al gobierno y a convencer a sus compañeros o a explicarles el porqué de las medidas revolucionarias. Y esto no quiere decir que el dirigente obrero deba transformarse en una cotorra, que repita simplemente lo que le diga el gobierno a través del Ministerio del Trabajo o a través de cualquier otro departamento.
Evidentemente que también habrá errores de parte del gobierno y el dirigente obrero tendrá que señalar esos errores, y tendrá que señalarlos con energía si los errores son repetidos y si no se corrigen. Es nada más que un problema de procedimiento, es que hoy hay en el gobierno toda una serie de representantes del pueblo, que están allí con la voluntad de servir al pueblo y que están dispuestos a rectificar todos los errores que todos cometemos, porque nadie se salva. Un grupo de hombres jóvenes que, sin experiencia anterior, tienen que colocarse frente a un acelerado proceso de desarrollo, contra la potencia militar y económica más fuerte de todo el continente, de todo el llamado «mundo occidental», naturalmente que tiene que cometer errores. Y allí está la tarea del dirigente obrero, ir, mostrar el error y convencer, si es necesario, al dirigente para rectificar el error y seguir ese camino por vía ascendente hasta llegar a los más altos niveles del gobierno revolucionario, hasta que se enmiende el error. Y también, mostrar a sus compañeros cuál es el error y cómo hay que combatirlo, cómo hay que ir a enmendar eso, pero siempre por la vía de la discusión.
Es inadmisible y sería el principio de nuestro fracaso, que tuvieran los obreros que declararse en una huelga, por ejemplo, porque los patronos-estado —y estoy hablando del proceso de industrialización, es decir, de la participación mayoritaria del estado en todo ese proceso—, vayan a ponerse en una posición tan intransigente y tan absolutamente absurda que los obreros tengan que llegar a la huelga. Eso sería el principio del fin del gobierno popular, porque sería la negación de todo lo que hemos estado sosteniendo. Pero sí, a veces, el gobierno tendrá que pedirle a determinados círculos obreros el sacrificio, se les ha pedido y dos veces los obreros del azúcar han dado un paso adelante, han demostrado ser —yo lo digo con sinceridad— el grupo obrero más combativo y con más conciencia de clase, con más conciencia de sus deberes revolucionarios. Pero, en algún momento tendremos todos que ponernos frente a esos deberes y transitoriamente tener que dejar algo de nuestros privilegios o de nuestros derechos en un momento dado, en beneficio de la colectividad. Allí está la tarea del dirigente obrero, analizar ese momento, analizar y hacer que el sacrificio de los obreros, si es necesario, sea el menor en ese momento, pero al mismo tiempo, convencer a los compañeros obreros de que es necesario ese sacrificio y explicarles por qué y que todo el mundo esté convencido, por qué los sacrificios en un gobierno revolucionario no pueden exigirse desde arriba, tiene que ser la obra de la voluntad de todos y del convencimiento de todos.
La industrialización es una obra de sacrificios, no es ir a un baile, meterse en un proceso de industrialización acelerado y lo veremos en el futuro. Ya las compañías monopolistas han dado un zarpazo, o han mostrado las garras, porque todavía no lo han dado, en el caso del petróleo. El punto del petróleo es algo que hubiera marcado la caída, probablemente, del gobierno revolucionario, o su claudicación total, hace muy pocos años. Afortunadamente, hoy hay potencias que tienen petróleo y que tienen independencia absoluta como para vender ese petróleo y tienen además la fuerza para hacer llegar ese petróleo al país donde lo venden, cualquiera que sea la fuerza enemiga.
Es decir, que la actual división de poderes en el mundo es lo que ha permitido que Cuba diera el paso que marca la barrera entre el país colonial y el no colonial, el dominio de sus recursos naturales y el dominio de sus industrias básicas.
De nada nos valía a nosotros tener el subsuelo, si todavía no sabemos si hay petróleo y el petróleo hay que buscarlo, y eso es muy caro. Nosotros teníamos aquí que mover todas nuestras industrias.
Ustedes saben que de la electricidad depende prácticamente el 90 o el noventa y tantos % del movimiento de un país en el día de hoy, y la electricidad, en un país como Cuba depende, también en un 90 o más % del petróleo. Es decir, que el petróleo era el punto estratégico donde se debía de librar una gran batalla. Nosotros sabíamos que, a la corta o a la larga, esa batalla se iba a librar, pero fuimos por terrenos legales a tratar con las compañías extranjeras y entonces mostraron su soberbia monopolista, tratando en ese momento de crear el problema, como tratarán en muchos momentos de crear un problema grave.
Ya les digo, hay una potencia que tiene petróleo, que tiene los barcos para traer el petróleo, que tiene la disposición de traer el petróleo y la fuerza para traerlo.
Si nosotros no hubiéramos contado con esta cantidad de petróleo, el dilema en este momento sería otro, el dilema sería claudicar definitivamente o volver a la época de nuestros antepasados siboneyes, con un adelanto no más, porque tendríamos caballos y burros, que en aquella época no había, pero se paralizaría casi el total de las industrias cubanas. Naturalmente que es una situación muy difícil.
Yo no me animo ni a pensar en esa disyuntiva. Por suerte tenemos esta otra, y tenemos que seguir adelante.
Eso no quiere decir, de ninguna manera, que el peligro haya pasado, que la victoria sea definitiva y que solamente nos tengamos que poner a analizar los problemas de la industrialización. Por algo la gran mayoría de ustedes, los presentes, están vestidos de milicianos y todavía, y quizás ahora más que nunca, sea necesaria la vigilancia y el adiestramiento de todos ustedes y tal vez muchos tengamos que dar la vida para defender esta revolución. Pero, lo importante es —y en eso se es buen revolucionario— que tenemos que trabajar sabiendo que ese momento puede llegar y previéndolo, pero desarrollando nuestro esfuerzo de trabajo como si nunca fuera a llegar ese momento, pensando siempre en la construcción pacífica del país, porque tenemos derecho a pensarlo y porque es la solución ideal. Si nos agreden, nos tendremos que defender; si las bombas enemigas destruyen lo que es nuestro ¡mala suerte!, después de la victoria lo reconstruiremos, pero hoy tenemos que pensar nada más que en construir.
Esto nos lleva entonces al análisis, a un balance de lo que hoy tenemos, de lo que hoy tenemos económicamente y políticamente y tenemos, podemos decir, un gobierno revolucionario —yo creo que no hay muchas dudas sobre eso, que este es un gobierno revolucionario, que es un gobierno del pueblo y que está empeñado fundamentalmente en elevar el nivel de vida de su pueblo y en crear las condiciones para lograr la felicidad del pueblo--, tenemos, además, una cosa muy importante, algo que no siempre ha sido recalcado, tenemos «siquitrillados» al ejército anterior. Es decir, que hay algo, lo primero, lo primordial, era que los representantes del pueblo estuvieran en el gobierno, ya entonces se tenía un gobierno del pueblo. Pero un gobierno tiene que mantenerse con algo y ese algo son, desgraciadamente, los ejércitos que hay que tenerlos, un cuerpo parasitario, donde solamente el nuestro, en alguna medida, se ha salvado de eso, pero un cuerpo que es necesario tener. Si ese cuerpo hubiera sido el ejército antiguo, nosotros estaríamos, en el mejor de los casos, en La Cabaña... ya.... Eso, en el mejor de los casos. Por eso es la gran importancia que tiene el que el pueblo y el ejército sean uno solo y que el gobierno revolucionario pueda entonces caminar apoyado por el Ejército Rebelde, por las fuerzas armadas rebeldes, confundidos en un solo haz.
Además, tenemos una posición geográfica y una naturaleza exuberante que nos permitirían un desarrollo extraordinariamente grande. Tenemos riquezas minerales inexploradas, somos por ejemplo, el segundo productor de níquel del mundo, o por lo menos del mundo occidental y el níquel viaja en la cabeza de todos los proyectiles y de todos los cohetes que andan por ahí y también las corazas de los tanques, o viajaba hasta hace poco y en las aleaciones más sensibles de los aviones de combate, es decir, es un mineral estratégico y un mineral del futuro. Tal vez tengamos petróleo, pero de todas maneras tenemos hierro —difícil de procesar, pero lo tenemos—, y tenemos varios otros minerales. Nos faltan algunos, como el carbón, pero buscaremos la forma de suplirlo.
Tenemos, además, esa riqueza extraordinaria que es la caña de azúcar, la capacidad de convertir toda la caña de azúcar en una industria química del azúcar, que sería una fuente de riquezas inagotables.
Ese es el cuadro de lo bueno que tenemos. Ahora, también tenemos lo malo. En primer lugar, tenemos la deformación que tienen todos los países subdesarrollados, somos un país monoproductor de azúcar, que ha girado toda su vida alrededor de ese producto, un país donde solamente se han desarrollado los ingenios azucareros y el grupo de los importadores de productos manufacturados que se compraban con el dinero producido por los ingenios azucareros.
Pero como teníamos gobiernos que no luchaban adecuadamente por vender nuestro producto, sino que estaban entregados al sistema económico, que estaba dominado por los poderes coloniales, por los Estados Unidos en este caso, aquí, no salimos a buscar nuevos mercados para el azúcar. No importa que una gran parte del mundo coma mucho menos azúcar de la que puede, no importa que una gran parte del mundo esté aumentando en gran medida su poder de compra y esté dispuesta a comprar azúcar, nosotros estábamos ciegos a esa realidad.
Teníamos sistema de cuotas, ese sistema de cuotas hacía que los latifundistas tuvieran más tierras que la necesaria, eso hacía que el método agrícola no avanzara en absoluto, porque el latifundista no tenía nada más que dejar sus cañas, cortarlas una vez al año, darle una pequeña atención y en un promedio anual, cada siete años, renovarla.
De este modo, un país de la riqueza de Cuba, un país de la exuberancia de Cuba y que es especial para la caña de azúcar, ocupa en el rendimiento un lugar completamente secundario. Es decir, las técnicas agrícolas están al nivel mínimo.
Tenemos además—ya eso todos lo sabemos—, para decirlo en términos más suaves, una base de avionetas a 90 millas de nuestro territorio y una base de toda clase de criminales de guerra, una base potencial de toda clase de agresiones. No importa que tipo, desde sus diplomáticos en este país, hasta cualquier clase de asesinos pagados en otros países. Ya la situación de agresión contra Cuba se va haciendo de un grado sumamente alto. Estamos en el corazón estratégico del Caribe, tenemos una base que podríamos llamar enemiga en nuestro territorio, que constantemente está provocando fricciones, que está amenazando con ser el Maine de esta época. Y por sobre todas las cosas, tenemos el honor peligroso de ser el «mal ejemplo» para la América Latina, porque Eisenhower va a dar un recorrido y hasta llora por los gases lacrimógenos. En fin, realmente la situación del pobre presidente es de lo más crítica.
Y después va nuestro presidente, muchas veces con un recibimiento oficial frío por algunos gobernantes con un poquito de temor, y sin embargo, el recibimiento popular es extraordinario. Es nuestro orgullo y nuestra fuerza, pero también, en cierta manera, es nuestro peligro, marca el «mal ejemplo». Si los poderes coloniales tratan de aislarnos de los gobiernos, por lo menos, de los pueblos es imposible. Ir aislándonos gradualmente. Yo creo que ya una vez Fidel habló del sistema este del cambalache que se iba a hacer de Santo Domingo con Cuba, primero Santo Domingo, ir rompiendo relaciones cada vez más, cada vez más, con el dictador, después, hay otro dictador en América, empezar a cercar a Cuba, para que en un momento dado, cuando la fruta este madura, comérsela.
Ese es nuestro peligro, nuestro peligro externo, al que yo me refería. Ahora, nosotros tenemos que seguir adelante, no importan ya los peligros de tipo político, sino simplemente tenemos que medir nuestras posibilidades de tipo económico y nuestras trabas económicas y después que hayamos medido eso, que hayamos realizado perfectamente nuestras posibilidades, debemos dar los pasos seguros y firmes para ir gradualmente logrando nuestra industrialización. Ahora lo primero que tenemos es que fijarnos algún tipo de meta, algún tipo de limite a nuestras ambiciones, si ustedes quieren. ¿Cuáles son nuestras metas primordiales, nuestras metas más grandes, las grandes líneas por donde debemos marchar? Desde el punto de vista político, lo primero que queremos es ser dueños de nuestro destino, ser un país independiente, un país libre de injerencias extranjeras que busque su sistema de desarrollo sin interferencias y que pueda comerciar libremente con todo el mundo. Y después, o tal vez antes, mucho antes, es mejorar el nivel de vida del pueblo, mejorarlo hasta el grado mayor posible, con todas las ambiciones, pero calculando bien cuáles son nuestros problemas y ahí es donde nosotros tenemos que «hilar muy fino».
No nos preocupemos por el problema político, tenemos tanta decisión y tanto apoyo del pueblo, que no nos van a obligar nunca a ponernos de rodillas por un problema político. Pero tenemos que hacer que nuestro desarrollo no cueste al pueblo nada más que lo necesario. Por ejemplo, les voy a decir yo, para ponerme un «parche», porque yo sé que la gente está hablando ya muchas cosas. Hay una serie de importaciones, que no hay muchas cosas que la gente usa todos los días, hace un momento me acaban de regalar un chicle, por ejemplo. Esas son toda una serie de artículos de consumo, que incluso si ustedes se ponen a analizar, muchos de ellos, la colonia nos ha enseñado a usar, como los muñequitos, por ejemplo, que llegan de Estados Unidos aquí ya fabricados, muchas de esas cosas la colonia nos ha enseñado a usar. Y entonces, cuando hoy falta, se protesta; entonces se empieza a pensar si este gobierno de verdad va a elevar el nivel de vida del pueblo o va a quitar cosas tan importantes como el chicle, o como algunas otras.
Naturalmente, puede haber errores en todo esto, porque es difícil dar exactamente en el clavo, pero lo que siempre hay que pensar es que hay muchas de estas cosas, de las cuales uno puede prescindir absolutamente y no pasa nada. Pero que hay todavía en este momento 300 mil hombres en Cuba, hombres y mujeres, que no trabajan. Y no trabajar, en general, significa no comer o comer muy poco y no comer o comer muy poco significa, debilitarse, ser presa de las enfermedades y vivir, en una palabra, en la miseria.
Nosotros no podemos, y eso si hay que decirlo con absoluta franqueza, comer todo el chicle que queramos, todos los melocotones que queramos, todos los jugos de pera que queramos, importaditos en su latica y al mismo tiempo crear las fuentes de trabajo para 300 mil desocupados y fuentes de trabajo accesorias para 300 mil más que están semicopados.
Es un esfuerzo enorme. Si ustedes se ponen a pensar las fuerzas de trabajo exactamente en este momento del país, son 2 millones 300 mil. Es decir, un tercio del total de los habitantes, se calcula que es la fuerza de trabajo. Hay 300 mil desocupados, un 13%, eso no sería tanto, pero es que hay 300 mil más que están subempleados.Y un ejemplo trágico de eso son los obreros azucareros, que trabajan, casi son la mayoría de ese cuadro 300 mil obreros azucareros, que trabajan una parte del año, los agrícolas, sobre todo, con sueldos bastante bajos y después durante todo el resto del año, no trabajan.
Ahora, el deber de este gobierno revolucionario es, antes que ninguna otra cosa, en términos económicos, atender a los desocupados en primer lugar, atender a los subempleados en segundo lugar. Por eso es por lo que hemos luchado mucho nosotros contra los aumentos de sueldo, porque también aumentos de sueldo significan, por otro lado, un hombre menos que se ocupa. El capital del país es un todo, no lo podemos crear con una maquinita, eso de mentira, cuanto más moneda creemos, menos valor tiene esa moneda.
De modo que el capital es un todo y con ese capital tenemos que desarrollar nuestro país, tenemos que pensar bien para hacer que cada industria que se ponga, cada campo que se ponga a trabajar, sea el que dé en ese momento el mayor número de empleos, porque es nuestro deber, lo repito, primero, primero que cualquier cosa, hacer que todo el mundo coma en Cuba, después, que todo el mundo coma todos los días, después que, además de eso, todo el mundo se vista y viva decentemente en Cuba; después, que todo el mundo tenga derecho a asistencia médica gratuita y a educación gratuita.
Pero, el primer punto son los desocupados, ahí es donde todos tenemos que pensar y recordar que ahorrar divisas no es un deporte, sino que es una necesidad imperiosa y que cada centavo de dólar que se ahorra es un centavo que se va a poner al servicio de una empresa que va a dar trabajo. Ahora bien, yo me estoy anticipando un poco, porque otra de las primeras preguntas que había que hacerse, que naturalmente ya nos la hemos hecho, pues hay que seguir un esquema, es cómo hacer nuestro desarrollo, por qué medios.
Fundamentalmente hay dos medios que tienen sus matices, pero hay dos medios. Uno de ellos se llama el medio de la libre empresa, se traducía antes por una frase francesa, que llevada al castellano quiere decir «dejar hacer», todas las fuerzas económicas dejadas libremente, supuestamente igualitariamente, contenderían entre sí y provocarían el desarrollo del país. Dar facilidades a la «libre empresa» en una palabra. Eso fue lo que había en Cuba, ¿y a que nos condujo? Yo varias veces he insistido en los ejemplos, porque son monstruosos y demuestran hasta qué punto puede encadenarse a un pueblo, por medios económicos, sin que el pueblo se dé cuenta absolutamente de nada.
Claro, además había una dictadura, pero aún sin dictadura se podía hacer todo esto. Por ejemplo, para poner los ejemplos más drásticos, hay una compañía que está produciendo ya en manos del gobierno, que se llama Cubanitro, esa es una empresa que va a costar, lo menos que va a costar van a ser veinte millones de pesos, va a haber que ampliarla y va a costar mucho más. Es una empresa útil al país.
Esa empresa de 20 millones de pesos era propiedad de un grupo de accionistas que había supuestamente puesto 400 mil pesos. Es decir, que 400 mil pesos que se pueden lograr... Además, esos cuatrocientos mil pesos son prestados por un banco. Es decir, un hombre, que solamente tiene una idea y una iniciativa, puede convertirse en el dueño de una fábrica de 20 millones de pesos, puede convertirse en uno de los grandes millonarios de Cuba, de la noche a la mañana.
Además de eso, en general, esta es una fábrica bien hecha. Había otros tipos de fábrica donde el negocio no era la fábrica en sí, es decir, no era el negocio industrial de ponerse a producir, porque, al fin y al cabo, si a un hombre se le van a regalar 20 millones de pesos y pone una cantidad de obreros a trabajar y desarrolla una industria para el país, no es tan malo; es muy malo, pero no es tan malo. Ahora, había otros casos en que se daban los 20 millones de pesos, pero el negocio no estaba en la industria, el negocio estaba en la compra de maquinarias. Se invertían de verdad unos 8 o 10 millones de pesos en cualquier cosa y el resto quedaba en los bolsillos de los beneficiarios directamente. Ya no se preocupaban de la planta, la planta estaba condenada al fracaso.
El gobierno revolucionario ha tenido, por ejemplo, que poner a andar la Técnica Cubana, una fábrica de papel, que es un ejemplo clásico de eso. Absolutamente diseñada nada más que para robarse el dinero del préstamo. Esos son los ejemplos, a nivel estatal, porque era dinero del estado el que se prestaba, de la libre empresa. Este es, si no todo el cuadro de las empresas, de todas las empresas industriales que al adquirir cada vez mayor fuerza, se empezaban a emparentar con los militares de turno, con las fuerzas políticas de turno y lograban ventajas adicionales.
Otro ejemplo de la libre empresa es la carta, por ejemplo, que leyó una vez Fidel, de un representante, Radio Cremata, donde entonces mostraba sus servicios a la Compañía de Electricidad como representante del pueblo de Cuba. Ese es otro ejemplo de la libre empresa.
Y además de todo eso, además de ese dolo manifiesto y de esa voluntad de robar, está el otro ejemplo de la libre empresa, que es la cantidad de fábricas paradas. ¿Por qué? Por dos cosas, porque, en primer lugar, esas fábricas de pequeños comerciantes, de pequeños capitalistas cubanos, tienen que competir con las grandes empresas monopolistas, que cuando tienen un competidor, simplemente bajan sus precios. En términos mundiales, como funcionan estas empresas, les cuesta muy poco eso, pero una pequeña empresa, en seis meses quiebra absolutamente. Y el otro ejemplo de esas fábricas cerradas es la anarquía que había aquí.
Como en todo sistema de libre empresa, cuando hay un señor que pone una fábrica de tornillos y le va bien, el de al lado piensa que la fábrica de tornillos es el gran negocio y pone otra. Pero, al mismo tiempo, hay dos más que han pensado en ponerla y la ponen. Y el resultado es que de pronto arrancan cuatro fábricas de tornillos en un mercado que da para una fábrica de tornillos y entonces ven el reguero de fábricas paradas. Otro de los resultados de la libre empresa es, que con ese sistema de desocupación y con ese sistema de dejar hacer que las fuerzas económicas luchen entre sí, el obrero tiene que ir a venderse como cosa que trabaja, en competencia con el obrero de al lado que también tiene hambre y que también se vende. Y el capitalista está aquí simplemente comprando la mercancía más baja, hay uno que tiene más hambre, o es más débil que los demás o traiciona los intereses de su clase y claudica. Ese es el que viene a trabajar, ese es el privilegiado y el que ya está marcando el rasero para que todos los demás tengan que venir detrás de el a aceptar esas condiciones. Ese es el otro resultado.
A veces se produce el caso contrario. La libre empresa demuestra, frente al estado o demuestra frente a las empresas capitalistas del país, una empresa monopolista extranjera, su efectividad y su precio, pagan salarios más altos que los demás, convierten al obrero en un privilegiado. Ese obrero es el hombre que puede entrar a una compañía extranjera, que puede recibir un salario por encima, que solamente tiene que tener lealtad a esa «buena» compañía que saca, como las compañías petroleras, por ejemplo, treinta y tantos millones de pesos por año, por año, de ganancia.
Es decir que, recién yo me estaba quejando de un cubano que se estaba metiendo en elbolsillo veinte millones de pesos, pero resulta que los petroleros se meten 34 todos los años, no 20 millones ya, para toda la vida. Y la compañía eléctrica, pues, ahí va, y la telefónica, y todos esos grandes pulpos internacionales. Y tienen un sistema: el salario un poco más alto.
Ese es el instrumento de división de la clase obrera. Además, en seguida empiezan a remarcar que son gente especial los que trabajan en esas compañías, que son gente que tienen su club, club exclusivo que además, allí en esos lugares no trabajan negros, porque esto es un privilegio de los blancos y una serie de instrumentos de división. Ese es otro de los resultados que se está viendo por supuesto, porque todos estos son ejemplos palpables que todos conocemos, de ese sistema que imperó en Cuba y que se nos quiere vender ahora como el único sistema posible y democrático para hacer desarrollar un país.
Pero está el otro sistema. Esta el sistema en que nosotros nos planteamos y nos decimos: «nosotros somos revolucionarios, gobierno revolucionario representante del pueblo».
¿Y para quién tenemos entonces que hacer esas industrias y a quién tenemos que beneficiar, sino al pueblo? Y si al pueblo hay que beneficiar y nosotros somos representantes del pueblo, nosotros gobierno, pues señor, quela dirección de la industrialización y el peso de la industrialización la tenga el gobierno, que entonces no se producirán anarquías. Allí donde haga falta una fábrica de tornillos, habrá una fábrica de tornillos, donde haga falta una fábrica de machetes, habrá una fábrica de machetes, no tres. Ahorraremos, en primer lugar, el capital de la nación. Además de eso, donde haga falta una gran industria básica, aunque no gane dinero, aunque no sea el mejor negocio, se hará esa gran industria básica, porque esa es la que va a dar después la base de todo un camino de industrialización.
Además de todo eso, no tendremos nunca que ir a romper una huelga o a romper una demostración obrera, con alguna finta, con alguna maniobra baja, con algún proceso divisionista. No debemos nunca premiar ni al obrero, ni a los profesionales, con un salario más alto que el normal en la industria, que el justo, para conseguir una ventaja social o destruir a alguien, porque ese es un procedimiento que no es revolucionario. Pero trataremos siempre de que el salario de los trabajadores sea siempre el mayor que pueda permitir la industria, considerando siempre que nuestro deber primordial es asegurar trabajo a todo el mundo y después de trabajo a los que están absolutamente desocupados, trabajo a los subempleados.
Además de esto, se marca una gran diferencia entre los dos tipos de desarrollo, el desarrollo de la libre empresa y el desarrollo revolucionario. En uno, la riqueza se concentra en las manos de los afortunados, de los amigos del gobierno, de los más hábiles en la triquiñuela, en el otro, la riqueza es patrimonio del pueblo. Puede desarrollarse mucho más y puede, al mismo tiempo, ensamblarse dentro de todo el gran panorama industrial y colocar cada una de las empresas al servicio del total desarrollo de la nación. No habrá además, entrega de nuestras riquezas a los monopolios extranjeros. Además, de eso, iremos rescatando poco a poco la riqueza conculcada de los monopolios extranjeros.
Esas son las dos diferencias fundamentales que se van marcando entre los caminos a seguir, el camino de la libre empresa por un lado, y el camino revolucionario por el otro. Nosotros, con el pueblo de Cuba, hemos elegido el camino revolucionario. Nuestras empresas son aquellas que dijera una vez Fidel: «Pueblo Company, SA».
Si ustedes analizan nuestra tarea hasta ahora, verán que hemos sido consecuentes con este camino de desarrollo.
Se empezó primero como debía empezarse, por leyes más tímidas pero que contribuían eficazmente al beneficio popular. Se rebajó la tarifa eléctrica, se rebajaron los alquileres, se saneo la administración pública. A partir de ese momento, vino entonces la ley que ha dado la gran diferencia en nuestro camino, porque hasta ese momento, hasta el momento en que nosotros rebajábamos la tarifa eléctrica, los teléfonos, los alquileres y saneábamos la administración pública, esto era lo que pedían de nosotros los partidarios del dejar hacer, de la libre empresa. Estaban contentos... bueno, hay algunos que tenían casas de apartamentos y esos no estaban contentos, la Compañía Eléctrica, no estaba contenta, la de Teléfonos, tampoco. Pero los grandes monopolios extranjeros, incluso, estaban contentos, eso es lo que les convenía, un gobierno honrado, un gobierno de prestigio popular, que simplemente mejorara un poquito las condiciones de vida de la gente y diera una honradez.
Eso podría ser el gobierno perfecto, se podría hacer un gobierno mucho más representativo de la gran democracia occidental que el gobierno de Figueres, por ejemplo, porque Figueres es latifundista, además de otras cosas, pero eso era el ideal. Ahora resulta que después de eso viene la reforma agraria y entonces la cosa se complica, porque está, en primer lugar, la UnitedFruit, que ustedes saben que está emparentada directamente con el Departamento de Estado de los Estados Unidos, estaba por lo menos... Además, ya se ve la decisión del gobierno de ir a resolver los problemas del pueblo, no a hablar, no a hacer demagogia.
Al mismo tiempo, se va aumentando la riqueza, el patrimonio público y su capacidad entonces de maniobra, al tener las tierras y distribuirlas entre los campesinos y obreros agrícolas, como las cooperativas cañeras ahora en últimas, al ir desarrollando nuestro sistema fabril a nivel de la reforma agraria y en otros grupos de niveles y, al mismo tiempo, al ir creando ya las condiciones necesarias para que todo el pueblo de Cuba se incorporara definitivamente al proceso revolucionario y avanzara solidariamente hacia el futuro. Como cosas menores, las confiscaciones a los criminales de guerra, las confiscaciones a los malversadores, iban dando más fuerzas al pueblo.
Se estableció entonces la agresión, agresiones de avionetas, bombardeos de La Habana. Contra la agresión se respondió con nuevas leyes revolucionarias, la Ley del Petróleo, la Ley de Minas. Se siguió avanzando en ese camino, amenazaron con suspender la cuota, firmamos un convenio con la Unión Soviética, nos cortaron todos los créditos en los bancos, firmamos convenios con algunos países comunistas, con otros como el Japón, que ha sido un convenio muy beneficioso, es decir, diversificamos nuestro comercio exterior, esperando el golpe. Porque ya quien conoce un poquito la forma de actuar de esta gente, debía saber desde hace tiempo que ese golpe, que hoy o dentro de unos días se va a dar, era fatal que se diera, porque los monopolios no juegan limpio nunca. Cuando ya ven que en un país se acaban sus posibilidades de extracción de dinero, entonces lo atacan, a veces directamente, que es la época del garrote, o si no económicamente, y por eso era porque se preveía, en el caso de la cuota azucarera, que fuera a pasar algo como lo que va a pasar, pero siempre estaba el mismo dilema frente a Cuba: o hacíamos lo que teníamos que hacer y venía la agresión, o, simplemente, nos convertíamos en los más representativos «figueres» de nuestro continente y nosotros siempre hemos eludido ser «figueres», porque es la negación de las aspiraciones del pueblo, es la burla más sangrienta que hay, el disfrazarse de demócrata, es preferible, incluso, ser un Somoza, que ya todo el mundo sabe lo que es, pero no disfrazarse de patriotas, de revolucionarios, de hombres de izquierda «pero moderado», como dice y traicionar todos los intereses del pueblo. Eso es lo que no podíamos ser nosotros, no podíamos estar hablando al pueblo el lenguaje de la revolución y conversando en la puerta de atrás con los grandes monopolios. Hemos elegido un camino muy difícil, creemos que muy justo y todo el pueblo nos ha acompañado en él.
Ahora ya directamente en la batalla, en la doble batalla: la batalla que puede llegar, de la defensa física de nuestras costas, o la batalla por la industrialización del país, después de analizar todos los problemas que ha tenido este país, se nos plantea cuales son los deberes fundamentales de la clase obrera.
Claro, que hay muchos deberes, pero en términos económicos, hay tres grandes obligaciones que cumplir, tres obligaciones que incluso, a veces, chocan con el común denominador que ha hecho la clase obrera de sus aspiraciones y de sus luchas contra la clase patronal. Porque, una de las grandes obligaciones de la clase obrera es producir. Ahora bien, cuando se dice «producir», los obreros pueden decir: «es lo mismo que nos decían los patronos, y cuanto más producíamos más dinero les dábamos a ellos y más innecesario se hacía algún compañero y provocábamos entonces desplazamiento y mayor concentración de riqueza». Y eso es cierto. Por eso es por lo que hay una aparente contradicción, pero es que la producción en el momento actual debe ser, precisamente, la producción de riquezas para hacer que el estado pueda invertir más en la creación de nuevas fuentes de trabajo y tiene que ser una producción de tal tipo que no desplace a nadie. Hay que inventar constantemente, desarrollar la inventiva popular para que se creen nuevas fuentes de trabajo, que demanden la mayor inversión posible.
Ustedes saben que hay, más o menos, unos esquemas donde uno calcula una inversión. Hay inversiones, por ejemplo, de alta concentración de capital, de más de 10 mil pesos por obrero empleado; en general, dan ganancias mucho mayores también y hay inversiones de pequeña concentración de capital, donde puede llegar a 1 100 o 2 000 pesos por obrero; eso da menos ganancia, pero eso es lo que nos conviene ahora a nosotros: desarrollar toda la industria que con poco dinero emplee a mucha agente. Necesitamos eso primero, y vuelvo a insistir, porque es la base de todo para eliminar el desempleo; y después, para también crear la base técnica, necesaria para acometer nuestro segundo paso, que es el de una industrialización total.
Yo quería guardar esto (muestra un documento), me lo entregaron los compañeros de CMQ y es un ejemplo, muy claro, de lo que debe hacer la clase obrera. Es nada más que una idea para guardar las cintas de todas las máquinas de escribir que hay en el país, no las cintas, sino los carretes, para evitar la importación de estos carretes.
Este es otro de los grandes deberes de la clase obrera, que está ligado con el de producir y que es el de ahorrar, el de desarrollar siempre la inventiva para que no haya nunca un centavo gastado inútilmente. El centavo que se gasta inútilmente no beneficia a nadie y si beneficia a alguien, no va a ser nunca a los obreros; será a algunos grandes poseedores de capitales, pero nunca a los obreros. Y cada vez que se ahorra un centavo, se está poniendo ese centavo en las divisas o en el tesoro nacional, es decir, creando la posibilidad de desarrollar una nueva fuente de trabajo.
Producir y ahorrar son las bases del desarrollo económico. Ahora, producir y ahorrar, lo vuelvo a repetir, para beneficio de los obreros. No se puede llamar a nadie a que haga sacrificios, a que ponga más atención, a que ponga más capacidad de trabajo en cada minuto, para que eso se transforme en mayor riqueza para otro; sería una injusticia demandar eso. Estamos pidiendo esto para la producción en todos los casos en que el estado asuma directamente la dirección de una fábrica. Cada vez las fábricas mayores —las que se construyan, naturalmente— serán del estado; cada vez la participación del estado será mayor y entonces cada vez el deber de la clase obrera será mayor también. Pero, además, en todas las industrias que hay aquí mismo en manos de particulares, hay que evitar el derroche, cuidar la maquinaria, porque no hemos sido cuidadosos con la maquinaria.
Estamos, incluso, en muchas cosas, empezando a aprender, pero hemos aprendido un poquito irresponsablemente, en todos los órdenes. Ustedes saben muy bien que, por ejemplo, los choferes de La Cabaña son «peligrosos», han aprendido ahora, en los carros que ocupamos de todos los jerarcas del antiguo régimen y aprendieron irresponsablemente a manejar y el resultado ha sido que por ahí uno ve unos Cadillacs que son de hace 2años y parecen unos carros antediluvianos, todos llenos de remaches, todos rotos, todos averiados por todos lados... En los tractores nos ha pasado lo mismo y eso es mucho más grave, porque al fin y al cabo, destrozar un Cadillac, ¿qué importa?, no vendrá ningún Cadillac nuevo, no se va a gastar más... o importa menos... pero romper un tractor sí, porque el tractor es producción y cuando se rompe una máquina por descuido de un obrero hay que reparar esa máquina, porque si no se repara no se produce, y allí si es necesario que cada uno ponga su atención y aprenda lo más posible.
Además, como tercera gran obligación de los obreros, además de producir y ahorrar, es la de organizarse; organizarse, no en el sentido anteriormente de organizarse como clase contra clase, organizarse para poder rendir más a la revolución, que es rendir más al pueblo, que es rendir más a la clase obrera. Porque cada vez la diferencia entre campesinos y obreros, por ejemplo, va a disminuir hasta convertirse en cero. Ya hay un grupo de obreros agrícolas, 300000, que van a trabajar la tierra por métodos cada vez más mecanizados, cada vez se transforman en obreros más técnicos y así todo el mundo se va transformando en obrero, todo el mundo que esté directamente en la producción, y hay que ir desarrollando eso y pensando como un gran todo en la nación.
Es decir, que hay que hacer justamente al revés de lo que se nos tenía acostumbrados. Se nos tenía acostumbrados a un círculo... podríamos poner el sindicato, en caso de que hubiera sindicato, después venía el barrio, la familia y después el individuo, uno, que era lo más importante... a veces podía uno considerar un hijo lo más importante... en general, se consideraba uno mismo lo más importante. Hay que tratar de hacer al revés, hay que tratar de considerarse lo menos importante, la pieza más insignificante dentro del engranaje, pero además, con el deber de que funcione bien esa pieza: el individuo. Lo más importante es la nación, es el pueblo entero de Cuba y siempre hay que estar dispuestos a sacrificar algún beneficio individual en bien del beneficio colectivo.
Y así sucesivamente, cada agrupación humana es más importante que el individuo y todo el grupo de un sector obrero es más importante que el sindicato de un centro de trabajo y todos los obreros son más importantes que uno. Eso es algo que hay que comprender, hay que organizarse nuevamente para cambiar la mentalidad anterior.
Cambiar la mentalidad del jefe del sindicato, que no tiene como función ser el que grita más contra el patrón, ser el que impone algunas veces medidas absurdas dentro del orden de la producción, pero que tienden falsamente a hacer que un obrero este allí ganando algo, aunque no haga nada. El obrero que hoy cobre un sueldo sin ganar nada, sin hacer nada, está en realidad conspirando contra la nación y contra sí mismo...
Ahora, estos son los tres elementos fundamentales, en mi concepto, los tres deberes de la clase obrera. Para esto hay que tener, antes que nada, comprensión, en primer lugar, de los problemas, comprensión del desarrollo revolucionario y después conocimientos específicos, conocimientos de la fábrica donde se trabaja, más conocimiento todavía de la máquina donde se trabaja y conocimiento de todo el sistema de producción. Y ese debe ser un deber y un derecho reclamado por todos los obreros, un deber de aprender, aprender a conocer su máquina perfectamente, a arreglarla y a mejorarla si es posible, su máquina, su sección y todo el proceso de la producción. Pero además de ser un deber eso, es un derecho que debe ser exigido a los administradores.
Se debe de establecer la relación cada vez más estrecha entre obreros y administradores de fábricas estatales o intervenidas, para que se intercambien experiencias. No es lo mismo dirigir un gran núcleo industrial complejo o dirigir una industria, que trabajar en una industria, los problemas se ven desde distinto ángulo como yo desde aquí estoy viendo a ustedes en una forma y ustedes me ven a mí en otra. Exactamente igual, obreros y administradores, aun hoy en el gobierno revolucionario, ven los problemas desde ángulos diferentes; lo que hay que hacer es que el administrador llegue al banco del obrero o el obrero suba al lugar del administrador y los dos intercambien experiencias y vean los dos todo el proceso de la misma manera, porque lo han visto por todos lados y que entonces se resuelvan.
Y van a ver ustedes como muchas de las exigencias laborales que todavía hoy se hacen, se van a quitar. Hay fábricas que ya son del gobierno, donde un obrero, por ejemplo, ha descubierto un sistema para producir algo más en una máquina, en un telar y el jefe de sección Ie ha prohibido que produzca más. Yo no voy a decir que eso es traición, pero es una falsa interpretación de los hechos, es una falsa interpretación del momento revolucionario y lo primero que hay que pensar hoy es que todos los antiguos moldes de pensamientos han sido barridos por la historia, que tenemos que empezar a pensar de nuevo y a saber que nuestra cabeza esta aquí sobre los hombros y que hay que utilizarla y que hay que analizar con la mente bien clara, cada uno de los nuevos problemas.
El dirigente obrero y el obrero en general tendrán entonces participación en el proceso productivo y responsabilidad en el proceso productivo. Nosotros no hemos podido avanzar más porque, incluso, hay muchas fábricas donde no se puede discutir, porque hay un sindicato hostil o porque los obreros no han comprendido todavía la médula de la cuestión. Y si el sindicato habla con la administración creen que el sindicato, la jefatura del sindicato, es una jefatura claudicante. Todas esas cosas deben desaparecer, porque nuestra tarea, la tarea de la industrialización del país, la más grande tarea de Cuba actual, no puede hacerse, de ninguna manera, por la voluntad de unos cuantos, ni por el genio de unos cuantos, ni de uno. La tarea nuestra es ver el mejor camino y explicarlo, pero la tarea del pueblo es ayudar a ver ese buen camino, contribuir con todo su esfuerzo a que la marcha por ese camino sea acelerada y corregir siempre los errores por un método constructivo.
Nosotros, hasta ahora, nada más que nos hemos puesto pocas metas, un poco tímidas algunas para poder cumplirlas, porque todavía no estamos seguros de hasta qué punto va a comprender toda la masa obrera la importancia que tiene cada problema, hasta qué punto nos va a ayudar.
Nos hemos propuesto, por ejemplo, doblar en 10 años el per capita de cada habitante de Cuba, es decir el dinero que recibe por año. Hoy por hoy, cada habitante de Cuba, dividido todo lo que hay en Cuba por todos los habitantes, arroja una ganancia anual, un ingreso anual, de 400 y pico de pesos. Si ustedes dividen 400 y pico de pesos, 415 pesos, por doce meses del año, van a ver lo que realmente ingresa a cada habitante de Cuba durante el año, es bien poco. Claro, hay muchos niños y mujeres que no trabajan, pero de todas maneras es poco.
Nosotros en 10 años pretendemos ahora elevar algo más de 900 pesos el ingreso por cada habitante de Cuba. Esa cantidad, el doble, es uno de los esfuerzos máximos que podemos hacer y a pesar de que les estamos diciendo que con timidez, es algo que no se ha hecho nunca en América.
En América eso significaría un crecimiento por año de la capacidad adquisitiva del pueblo, del ingreso del pueblo, de algo del 7% y en algunos países de América está aumentando el 1 o el 2 y en otros está retrocediendo. Es decir que va a ser un desarrollo enormemente acelerado y podría ser todavía más acelerado, si todo el mundo comprendiera absolutamente cuál es su deber. No me estoy quejando, de todas maneras, conseguir esto sería un triunfo fabuloso. Es decir, lo vamos a conseguir y va a ser un triunfo fabuloso...
Otra de las metas que nos hemos propuesto, exige una mayor atención, por lo menos, y es a fines del año 62, es decir, dentro de 2 años y medio exactamente, liquidar el desempleo en Cuba... Esto no lo pueden aplaudir, esto es nada más que una meta y eso lo podremos aplaudir todos, si lo conseguimos o tirarnos una trompetilla todos si fracasamos. Pero es la tarea de todos, la tarea del gobierno y del pueblo unidos y el gran deber de solidaridad de todos los que tienen algo para comer hacia los que no tienen nada o casi nada.
(Alguien del público dice: —«Comandante Guevara, en solo 4 días de intervención de los hoteles, han superado la afluencia de huéspedes, en 3días han llegado más de 4 mil huéspedes en cuatro días de intervención. Eso se lo acreditamos a nuestra revolución, comandante Guevara...»)
Comandante Guevara: —Naturalmente, esa es otra de las tantas tareas colectivas que tenemos que hacer: la administración entre obreros y el gobierno de cada una de las empresas. Por ejemplo, allí es un lugar donde se está probando la calidad de la clase obrera y de sus dirigentes, dirigentes de la clase obrera elegidos democráticamente por la clase obrera, que no cobran nada, son los encargados de solucionar el problema de los hoteles. Claro que este triunfo inicial no es el triunfo definitivo, los hoteles son un problema difícil, porque son hechos y estructurados en Cuba con la mentalidad colonial, para el turista que viene a dejar sus dólares en el juego o en cualquier modo alegre. Es decir, para el gran señor que viene a sus posesiones del Caribe a dejar un poquito de lo que esas posesiones le rindieron durante el año, porque no hay que olvidarse de eso.
Y nosotros ahora tenemos que cambiar totalmente el sistema y la mentalidad y la estructura del turista. Vendrán los turistas, si vienen de Estados Unidos, vendrán los que tengan la suficiente sensibilidad y la suficiente valentía como para oponerse a todas las amenazas, más o menos encubiertas, que les hacen; vendrán, además, los turistas de América que quieran conocer de cerca este proceso revolucionario y además, esos hoteles deben llenarse con nuestros habitantes, con los cubanos de todos lados de la isla, que paseen por ella conociéndola. Es decir, que hay que trastocar totalmente el sistema y no es una tarea fácil.
Ahora, yo estoy seguro que quienes mejor van a hacer esa tarea, son, precisamente, los dirigentes que los obreros han elegido, colaborando con las autoridades del gobierno revolucionario.
Hace tiempo, en una intervención anterior, había prometido, como jefe del Departamento de Industrialización, un sistema de gobierno mixto de las fábricas. Por supuesto que no nos hemos olvidado de ello. Ese sistema sigue estudiándose, ha ido un poco lento porque no es tan sencillo, porque hay que prever muchos problemas, pero sigue estudiándose y dentro de poco tiempo será puesto en práctica en todas las fábricas estatales y en todas las fábricas intervenidas por algún motivo por el estado, que ya suman un buen número.
Para resumir, y si me permiten, para machacar un poquito: en este momento los deberes de la clase obrera son producir, y recuérdese que es producir, sin desplazamientos; producir más, para crear más riquezas y más riquezas que se van a transformar en más fuentes de trabajo; economizar todo lo posible, no solo a nivel estatal, sino en cualquier renglón en que la economía signifique de verdad una economía nacional; aguzar la vigilancia revolucionaria, para descubrir, qué es lo importante, nuevos recursos y nuevas maneras de trabajar, que economicen para la nación; organizarse, organizarse para poder rendir el mejor esfuerzo a la tarea colectiva de la industrialización.
Y, para hacer todas estas cosas, estudio y comprensión del proceso revolucionario que nos llevará a la unidad absoluta y a la firmeza más grande y estudio de los procesos de producción, al nivel en que cada uno pueda llegar, para permitirnos, precisamente, buscar las innovaciones que nos permitan producir más y ahorrar más.
Ese era mi mensaje en el día de hoy.
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