«[…] no hay nada que eduque más a un hombre honrado
que el vivir dentro de una revolución».
Ernesto Che Guevara
Existe una corriente que trata de presentar al Che como un mito, como un soñador, casi como un santo, algo inalcanzable e irrepetible, que dio su vida por un noble ideal, pero que ya no tiene presente ni futuro. Al mismo tiempo, esa corriente deliberadamente ignora su labor creadora como constructor de una nueva sociedad y niega y oculta la vigencia de su pensamiento y de su acción en los momentos actuales.
Mas en la vida y obra del Che hay aspectos cuya indagación debe contribuir, por ser menos conocidos que otros, a una mejor comprensión de su multifacética personalidad. Uno de esos aspectos es, precisamente, el concerniente a su participación directa en la construcción de la base técnico-material del socialismo en Cuba y, en particular, a su gestión como ministro de Industrias. En esta función desempeñó un importante papel en el proceso de industrialización cubano y, vinculado al mismo, en la promoción y organización del progreso científico y tecnológico. Todo lo anterior se sustentaba en un profundo desarrollo de la conciencia del hombre y del papel de este como actor central y objetivo principal en la construcción de la nueva sociedad socialista.
La necesidad de desarrollar e impulsar la economía cubana impuso al gobierno revolucionario la recuperación de establecimientos industriales de dueños que abandonaron el país en los primeros meses posteriores al triunfo de la Revolución. Este hecho, junto a las ulteriores nacionalizaciones que culminaron el 13 de octubre de 1960, llevaron a la creación, en enero de 1961, del Ministerio de Industrias, en el cual se concentró la casi totalidad de la producción industrial existente en Cuba en aquel momento. Para dirigirlo, fue designado el comandante Ernesto Che Guevara.
Fidel, en la velada solemne en memoria del Che, celebrada en la Plaza de la Revolución, pocos días después de su muerte, el 18 de octubre de 1967, expresó:
Cuando pensamos en su vida, cuando pensamos en su conducta, que constituyó el caso singular de un hombre rarísimo en cuanto fue capaz de conjugar en su personalidad no solo las características de hombre de acción, sino también de hombre de pensamiento, de hombre de inmaculadas virtudes revolucionarias y de extraordinaria sensibilidad humana, unidas a un carácter de hierro, a una voluntad de acero, a una tenacidad indomable.
Armando Hart también caracterizó al Che:
Fue una síntesis de hombre de acción y pensamiento que trascendía en la historia latinoamericana y le infundía, a su vez, nuevos alientos y riquezas al socialismo. El guerrillero, el dirigente de la industria y la economía, el hombre de Estado y de política, era, a su vez, un infatigable investigador, un promotor de nuevos pensamientos, un hombre de profunda vocación intelectual.
En este libro pretendo abordar la etapa de su vida como ministro a partir de la visión y percepción forjadas en mi experiencia personal durante el trabajo cotidiano con el Che en el Ministerio de Industrias. Me propuse resaltar los ingentes esfuerzos realizados por él en el desarrollo industrial cubano, la conjugación de la lucha diaria para resolver los problemas de la producción en un país bloqueado y agredido, su visión estratégica e integradora y su organización, las claras concepciones y la acción consecuente con relación al desarrollo de la ciencia y la tecnología, el énfasis en la capacitación y en el desarrollo y tratamiento a los cuadros, sus métodos y estilos de dirección. Traté, en fin, de presentar al Che en las diferentes facetas de su personalidad, al Che cotidiano, al jefe, al amigo, al compañero, a un Che vivo, constructor de sueños y de realidades.
Al pretender lograr una comprensión mayor de su labor, intenté también mostrar el contexto cubano e internacional, en el que el Che se desenvolvió como ministro.
Pienso que en esa función, aparece un Che más próximo al lector. Si bien la lucha guerrillera merece y merecerá siempre nuestro respeto y admiración, no es menos cierto que, para quienes no tuvieron esa vivencia directa, los relatos de esa lucha quedan inevitablemente distantes. La vida dentro de un ministerio, de sus empresas, sus fábricas; sus problemas, las discusiones con los trabajadores, el trabajo voluntario, las agresiones imperialistas, todas aquellas acciones desarrolladas por el Che en las que el pueblo fue un actor directo son, por otro lado, elementos en los que muchos lectores encontrarán paralelos y hasta coincidencias en sus propias experiencias. En este sentido, consideré que mis impresiones personales sobre el Che podrían ser, no solo un material histórico –que ciertamente lo es–, sino también, una lectura de referencia para personas preocupadas con los problemas actuales y futuros de un mundo unipolar plagado de injusticias sociales.
No pretendí presentar una biografía del comandante Ernesto Che Guevara. Muchas biografías sobre él se han escrito. En varias de ellas hay una posición de enfrentamiento abierto o embozado a la Revolución Cubana, con predominio de la falta de objetividad y el sensacionalismo. Me refiero en particular a los casos de Rojo, de J. L. Anderson y de J. C. Castañeda, la más venenosa de todas. En otras, si bien se trata a su persona con mayor respeto y objetividad, no se aborda de forma extensiva e integral su labor como constructor de una nueva sociedad, particularmente en su función al frente de la industria cubana.
Junto con Emilio García Capote –a quien se deben muchas ideas importantes recogidas en esta obra–, abordé en varias oportunidades el papel del Che en el desarrollo científico y tecnológico cubano. Estos trabajos fueron escritos como artículos para revistas o como capítulos de libros, en los que se apuntaban de manera sintética su pensamiento y acción relacionados con el desarrollo de la ciencia y la tecnología en Cuba, aspectos menos divulgados de su obra, aun en las mismas publicaciones cubanas.
Siempre consideré muy importante destacar la relevancia del impulso dado por el Che a la esfera científica y tecnológica. Sabía, sin embargo, que esta era solo una parte de toda su creadora y fructífera actividad dentro del Ministerio, pues yo lo viví de cerca. Por tanto, pensé que era necesario escribir sobre el Che multifacético y al mismo tiempo integral que conocí como ministro.
Al meditar sobre aquella etapa y recordar muchos hechos y anécdotas, consideré la utilidad de divulgarlos, dada la vigencia y actualidad del pensamiento y acción del Che como ministro, como constructor de una nueva sociedad en condiciones altamente complejas y difíciles. Además, estimé que sería útil rescatar parte de la memoria histórica de aquella etapa, particularmente de los aspectos internos del Ministerio.
Traté de brindar una visión –mi visión– de la labor del Che en la cual tuve una participación y una experiencia directas. Otros compañeros que convivieron con él en otras esferas del Ministerio de Industrias podrían contribuir grandemente –ya lo están haciendo– a enriquecer el análisis y divulgación de aquellos esfuerzos.
En determinados momentos, me sentí incómodo por la presencia de muchas referencias personales; sin embargo, varios amigos me recomendaron la utilidad de presentar una imagen del Che a través de la visión y percepción de un joven, que, sin haber participado en las luchas revolucionarias antes de 1959, entró en el proceso revolucionario a trabajar en él con toda la carga de una formación social, cultural y política influida por diferentes y contradictorios vectores. En suma, poder explicar, bajo una óptica personal, ese complejo proceso revolucionario ocurrido en Cuba, de amplias, profundas y radicales transformaciones, así como de los conflictos y transformaciones en que se veían envueltas personas como yo, que trabajaban junto a figuras de tan relevante dimensión revolucionaria.
Resultó complicado estructurar este libro. El pensamiento y la acción del Che son tan integrales, que muchos aspectos se superponen. Los primeros pasos del Ministerio fueron influidos por su pensamiento estratégico, así como la capacitación de los cuadros. Sus métodos y estilos de trabajo matizan todos los demás capítulos. El desarrollo científico y tecnológico no está separado de sus criterios sobre la economía y, muy en especial, sobre la formación de la conciencia socialista. De todas formas, una estructura era necesaria y espero que la forma presentada permita percibir esta integralidad de pensamiento.
Insisto que no es la historia del autor la que se pretende contar. Esta no tendría mayor importancia. El objetivo de este libro es mostrar facetas importantes, aunque menos conocidas del Che, en su labor como ministro de Industrias. De ahí el título del libro, escrito con todo cariño y devoción.
(…)
Los niños pioneros cubanos tienen un lema de gran significación: «Seremos como el Che». Espero que este libro haga llegar a los lectores esta imagen de ese Che constructor de una nueva sociedad, para que contribuya a la reflexión y al ejemplo. Si eso se logra, me sentiré altamente recompensado.
Tirso W. Sáenz
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