En la infancia no pensamos que un día no recordaremos algo de lo que estamos viviendo, así que vivimos el día a día y casi nunca guardamos un momento determinado, no le damos importancia a lo que vivimos, ni siquiera los jóvenes son conscientes de que un día, quizás no muy lejano, no recordaremos algún episodio de nuestra existencia.
Debe ser por eso que, cuando ahora intento mirar hacia atrás, hay muchas cosas que han desaparecido, o por lo menos soy incapaz de recordarlas con nitidez. Tengo algunas imágenes de acompañar a mi padre a un trabajo voluntario, debía tener como 3 o 4 años. Me levantaron muy temprano, no recuerdo el recorrido, sólo recuerdo llegar a un campo de caña, alguien estira unos alambres de púas y por ahí entramos, es como un costado, porque veo gente que esperan algo por otra parte, mi papá me pone sobre un montón de cañas, me pela un trozo, comienzo a comer y él se pone a cortar caña, creo que en un momento esas personas se dan cuenta de que él está y corren al cañaveral, sin ningún comentario comienzan a cortar caña. No me pregunten que hacía papi, seguramente hablaba conmigo, ni idea de que decía, pero yo estaba muy tranquila y degustaba plácidamente mi pedazo de caña.
Otra imagen que viene a mi memoria es la de él llegando sucio a la casa, debe ser un domingo, estamos ahí, no hay círculo infantil, se quita la ropa, se queda en calzoncillos, Camilo y yo estamos sobre su espalda y nos reímos, mi papi es un buen caballito.
Con los años comenzamos a realizar un trabajo voluntario los 8 de octubre o el 9, con compañeros del antiguo Ministerio de Industrias, compañeros de papi de todas sus batallas, era la forma más hermosa que encontramos para honrar su memoria. Nos reuníamos, hacíamos el trabajo, casi siempre en la construcción, y después algunos de los participantes contaban anécdotas relacionadas con la vida de él. Fue una etapa muy hermosa, creo que aprendimos mucho de nuestro padre escuchándolos a ellos.
Uno de los que hacía muchas anécdotas era Arcos Bergnes. Contaba que, en una ocasión en la que él estaba de guardia en el Ministerio de Industrias, papi se le aparece muy temprano en la mañana y le pregunta que hacía él allí, Arcos le cuenta que estaba de oficial de guardia y papi le dice que nada de eso, que ponga a alguien en su lugar y que lo acompañeal trabajo voluntario. No de muy buenas ganas lo hace y un poco para castigar a mi padre, cuando ya han cortado un buen montón de cañas, le dice que mi padre debería comprarle una merienda a los compañeros que están trabajando y papi le responde que debería hacerlo el que menos caña haya cortado, para ello medirían los montículos de caña que habían hecho cada uno de ellos. De inmediato Arcos le dice que eso no se valía, pues sin que papi se dé cuenta el Chino, que era uno de los escoltas de mi padre, le ponía cañas en su bulto, mi padre lo mira seriamente y le dice, si tú has tenido tiempo para ver lo que hace o deja de hacer el Chino, te toca comprar la merienda.
Con muchas de esas anécdotas nos dimos cuenta de que Che Guevara, mi papá, no sólo fue el promotor de este tipo de trabajo en el país sino qué el mismo fue uno de los que más lo puso en práctica, pues lo consideraba una forma de crear conciencia social ―puesto que se dedicaba un día, casi siempre de descanso a trabajar para la sociedad de forma gratuita—, un medio para compartir con los compañeros de trabajo de forma más informal, pero sobre todo de aprender a trabajar con más eficiencia.
Es el mismo Arcos Bergnes quien narra que en una ocasión fueron a una imprenta y que el Che se queda mirando un momento lo que hacía el trabajador, empalmando un libro, y cuando comienza a realizar la tarea lo hace en el sentido contrario, ahorrando minutos en la obra a realizar, él aprovechaba al máximo esos momentos, aprendía, veía las posibles dificultades e intentaba resolverlas.
Realizar este tipo de labor le hizo pensar en una forma de mejorar la vida de estos compañeros, se crean así las máquinas cortadoras de caña. Es él uno de los primeros conductores de esas máquinas. Se preocupó mucho por industrializar la agricultura, por sacar de ella no sólo un producto, sino desarrollar una gama de subproductos que nos darían mayores beneficios económicos para el pueblo. Muchas de esas brillantes ideas surgieron de compartir experiencias en un trabajo voluntario.
Desgraciadamente con el tiempo el trabajo voluntario se convirtió más en una meta que en un verdadero propósito. Fue mutando en algo que había que realizar mecánicamente y, por ende, dejó de funcionar como un mecanismo formador de conciencia social. El objetivo no era realizarle el trabajo a alguien, era compartir con otro compañero su trabajo, era aprender a valorar otras tareas importantes para el pueblo y que muchas veces desconocíamos o no le dábamos la importancia que ameritaba.
Tengo muy fresca en mi memoria la única vez que corté caña en mi vida. Fue un solo día, corté caña verde y quemada y, a partir de ese momento, beso el piso por donde transita un cañero cubano. Ese trabajo es infrahumano, pero gracias a él muchos de nosotros pudimos ir gratuitamente a la universidad, y díganme, ¿cómo devolvemos a esos trabajadores todo el esfuerzo realizado?Aprendí a respetar mucho más a los compañeros que trabajan en el campo, a los que realizan una labor muy diferente a la que realizo yo, pero que son muy importantes para nuestra sociedad.
Creo que el trabajo voluntario nos permitía confraternizar con otros trabajadores, conocer mejor su forma de vivir y valorar mucho más la solidaridad y el respeto entre nosotros.
En momentos como los que vivimos me parece muy importante rescatar estas cosas, quizás son más útiles que monumentos o estatuas para perpetuar la memoria de nuestros mayores, practicar lo que hombres como el Che Guevara nos mostraron con su ejemplo es muy saludable para el proceso revolucionario, para las nuevas generaciones. La conciencia social es un pilar fundamental en la sociedad que continuamos perfeccionando y el trabajo voluntario puede ser una magnifica herramienta para cumplir ese objetivo.
Recuerden, es un trabajo voluntario, no se recibe económicamente nada a cambio, pero si lo hacemos de verdad, la satisfacción por realizarlo es gratificante y liberadora, vale la pena.
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