La caricatura en el París que visitó Martí


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En mis indagaciones sobre el ambiente audiovisual martiano, me centro esta vez, en la caricatura editorial que ebullia en la capital de Francia, en los años en que pasó, fugaz, frente a la acuciosa mirada del desterrado.

Nuestro Héroe Nacional estuvo en “la ciudad de la luz” en dos ocasiones. En noviembre de 1874 viaja de Madrid a París y permanece allí hasta finales de diciembre. En tan breve plazo tiene la oportunidad de conocer a Víctor Hugo, a quien apreciaba desde estudiante como paradigma de intelectual y con el que tendría más de un punto de convergencia. 

Durante su primer destierro en España, el joven Martí había completado su conocimiento sobre las artes visuales y cultivado sus habilidades como crítico de arte. Tan pronto llega a México y fresca la impresión de su estancia en Francia, escribió en la Revista Universal y después en la Opinión Nacional de Caracas una serie de trabajos muy completos y serios sobre “la tierra amada el arte”.

   

Cinco años después, en el invierno de 1879, Martí se traslada furtivamente de España hacia Francia. En apenas diez días recorrió museos, tomó apuntes y se sumergió en la atmósfera cultural de la “ciudad bulliciosa”. Dos días antes de partir hacia los Estados Unidos, desde el puerto de Le Havre; había asistido a la fiesta de París-Murcia que se celebró en el Hipódromo de Longchamp. Allí conoció a la afamada actriz dramática Sarah Bernhardt, de la que quedó admirado, tanto que después, en 1881,  se quejó, porque “de ella se hicieron monstruosas caricaturas" [1]

                      

Fue precisamente en la patria de la “reina de la escena con publicaciones como La Caricature y Le Charivari, donde la caricatura editorial se convirtió en un elemento periodístico con real impacto en la vida política y social. Con el desarrollo del grabado (xilografía y litografía), la pugna política había llegado hasta la población analfabeta. Martí llegó a París en pleno auge de los periódicos satíricos, la propaganda política tenía en los caricaturistas a sus mejores artífices.  

La Caricature (1830-1857) fue fundada por el dibujante, litógrafo y caricaturista Charles Philipon (1800-1862). Entre los colaboradores literarios de la revista, estuvieron Víctor Hugo, Honoré de Balzac y Luis Desnoyers. Fue en esta revista donde se publicó la famosa caricatura del rey Louis-Philippe d'Orleans por la que fue condenado a seis meses de cárcel Honoré Daumier. En ella, se representaba al monarca en forma de pera y para más fuerza crítica se titulada "Gargantúa", como el gigante glotón protagonista de la novela Gargantúa y Pantagruel de François Rabelais.

Rabelais era considerado por Martí “maitre moqueur” (maestro de la sátira); de él apuntó en 1883: “¡Oh, Rabelais, Grandísimo maestro! Riéndose con risa más sana y saludable que la de Voltaire, pondría yo su efigie culminante en cada plaza pública: para que los hombres se avergonzasen de no serlo y despertasen a sí con lo que empezaran a ser felices.”[2]

         

El ferviente republicano que fue Philipon -no obstante, las censuras y los procesos judiciales que tuvo que enfrentar-, fundó en 1832 la que llegó a ser una de las publicaciones satíricas más populares del periodo, Le Charivari (1832-1937). Se juntaron en tal empeño tres de las más grandes plumas de la caricatura francesa: el propio Philipon, el genial crítico gráfico Honoré Daumier (1808-1879) y J. J. Grandville (1803-1847). Este último se considera precursor del surrealismo y fue elogiado por los literatos Víctor Hugo y Charles Baudelaire, admirados a su vez por el Apóstol cubano.

     

L’Eclipse (1868-1876) era una de las revistas satíricas que circulaba durante los años que recorrió Martí la “gran ciudad” de París.  Se publicó después que La Lune (1865-1867) fuese censurada y cerrada por publicar una caricatura del emperador Napoleón III. Con cuatro páginas, incluyendo una reproducción de una xilografía en colores, fue fundada y editada por François Polo y contaba entre sus colaboradores con el caricaturista André Gill (1840-1885).

Fue tal la reputación de estas publicaciones que en 1876 y 1879 fue retomada, bajo la dirección del mismo Gill, con los nombres de La Lune rousse y Petite Lune. André Gill inventó el personaje de Anastasie, una mujer armada con una tijera, con la que aludía a la censura la que se sometieron todas sus publicaciones.

Le Grelot (1870-1903) fue otra de las revistas de este tipo que pudo conocer al Apóstol.  Fundada por Arnold Mortier, desde sus inicios la publicación fue contraria a la Comuna de París y años más tarde su posición sería descrita como “marcadamente antiboulangista”[3]

En Le Grelot y en las efímeras publicaciones satíricas de Polo y Gill, colaboraba el destacado pintor, caricaturista y fotógrafo Alfred Le Petit (1841-1909); fundador entre otras de À La Charge, en 1870, y Le Sans-Culotte, en 1878. Le petit era también un republicano inconforme.

Aunque para Martí no resultaban de total novedad este tipo de ilustraciones satíricas –dada la influencia que tuvo la caricatura francesa en Cuba y en España-, sin dudas que su encuentro con la vanguardia de la caricatura europea, coadyuvó a conformar la visión martiana sobre la sátira y lo caricatureso. Enriquecimiento evidenciado en sus valoraciones éticas y estéticas sobre determinada caricatura editorial mexicana [4] y  en las caricaturas literarias con las que describiría a no pocos personajes en sus Escenas Norteamericanas. Sobre lo que ya abundaremos.   

Notas:

  1. La Opinión Nacional. Caracas, 17 de octubre de 1881. J. M.:O. C. t. 14, p. 121. 
  2. J. M, O. C, t.19, p.205.
  3. Goldstein, Robert Justin (1989). Censorship of Political Caricature in Nineteenth-century France (en inglés). Kent State University Press. ISBN 9780873383967.
  4. http://v3.cubarte.cult.cu/es/articulo/jos-mart-y-la-caricatura-editorial-en-su-m-xico/39570

 

 


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