El horizonte museal contemporáneo evidencia que cada museo es un universo con virtudes y defectos, con limitantes inherentes a su origen y con circunstancias contextuales que lo constriñen o lo potencializan. Cada museo es una identidad única con una fórmula irrepetible, por tanto, no existen recetas universales para mejorarlo. Cada museo es un caso que atiende sus necesidades y posibilidades financieras, investigadoras, conservadoras y difusoras.
Todo museo tiene elementos constitutivos comunes, pero con características que los diferencian entre sí: contexto, sede, visitantes, vocación científica y corpus de su patrimonio cultural (colecciones, conceptos, procesos). Lo distingue su organización funcional: misión, alcances, recursos y estrategias. Las políticas museales agrupan y activan todos estos componentes para darle vida y orientación particular a cada institución.
Una de las acciones relevantes de esta política es la manera como relacionan al museo con la sociedad. Para ello requieren, entre otras cuestiones, de una comisión eficaz que le permita relacionarse tanto con su entorno cultural, como con sus visitantes. De la misma manera que cada museo y sus políticas culturales son peculiares dentro del horizonte museístico, la comunicación hacia los visitantes también lo es: las formas de atraer, maneras de cautivar, estrategias para mostrar.
El visitante es el receptor y consumidor final del museo. La comunicación es la herramienta; la exposición, el medio para lograr el proceso de consumo.
Sin exposición no hay público. Sin público el museo es cuestionable y puede convertirse en cualquier instancia cultural menos museo.
De esta forma el público se transforma en componente vital y legitimador del museo y las exposiciones, en el elemento central de las políticas de comunicación museal. La legitimización del museo a través de los visitantes puede tener altibajos, algunos museos contabilizan solamente la asistencia (mientras más visitantes, mejor); otros, en cambio, se preocuparán además por valorar la calidad con que el visitante recibe la experiencia expositiva y por aumentar permanentemente esa calidad cultural. En cualquier caso, la calidad de visita es cuestión de honestidad institucional. Lo importante aquí es puntualizar que los visitantes son el detonante auténtico.
La inmigración es otro factor que modifica los referentes culturales de las personas comunes, los cuales se amplían y se modifican dentro de un proceso de hibridación que altera persistentemente la memoria de sus fronteras culturales (lo otro ya no es claro) y los valores de su convivencia social. Hablar del visitante común en los museos es referirse a individuos inmersos en un proceso social complejo que se mantiene en una constante transformación cultural cosmopolitizadora. Es necesario definir, estudiar y proponer metodologías especializadas que permitan comprender con amplitud al público destinatario de los museos, y no solo pensar en un público imaginario. Conocer su rostro y entender su comportamiento es el punto de partida de toda política museal. Sólo así se podrá entablar una comunicación expositiva congruente, utilizando los referentes culturales, lenguajes, códigos, valores y preferencias del visitante legitimador. Conocer al público de cada museo es una tarea especializada tan particular como lo es el museo mismo.
El museólogo que se interese en el diseño y planeación de exposiciones, además de conocer claramente el perfil del visitante, requiere de una diversidad de herramientas comunicativas que le permita concebir una exposición de acuerdo con el tema y corpus del patrimonio cultural en concordancia con el contexto cotidiano del visitante. Cada proyecto museográfico requiere, entonces, de soluciones comunicativas y expositivas propias.
Si se considera que las exposiciones son medios de comunicación dirigidos a los públicos inmersos en procesos culturales específicos y que son soportes multimedia a través de los cuales se intenta trasmitir una información o una experiencia, entonces se comprenderá que la tarea comunicativa requiere de recursos y estrategias con respecto a la utilización de los medios que potencialmente se pueden aplicar en las exposiciones. Cada exposición y sus elementos comunicativos requieren de un discurso cuidadosamente estudiado para cautivar y transmitir mensajes claros y certeros a su destinatario. Hasta ahora esta intención expositiva solamente se ha logrado parcialmente. Si bien la museografía se ha destacado internacionalmente por sus propuestas novedosas en el tratamiento de las exposiciones con el uso imaginativo del espacio, el color y la luz (el arte de exhibir arte), hoy día este estatus no es suficiente para seducir y comunicarse con el visitante a las exposiciones.
Es necesario adicionar otros ingredientes: hablar con el idioma cultural del visitante inmerso en un contexto social específico y con los códigos de significados utilizados por él cotidianamente. De esta forma le será posible interpretar los mensajes y significados expositivos, proporcionarle sentido a su visita y despertar interés por explorar nuevas experiencias culturales.
Es prudente que las exposiciones de los museos cambien y que aborden todo tipo de manifestaciones culturales y no solamente las oficiales; sino que traten todas las manifestaciones que permitan entender los modos de concebir y vivir la vida, que atiendan todos los testimonios cultural y socialmente representativos, caracterizados tanto por procesos como por objetos o conceptos.
MSc: Juan Manuel González Rondón
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