¡Hoy vengo con la rumba a flor de piel! Juro que soy zurda al baile, que jamás en mi vida he intentado alguno de sus movimientos, y precisamente por eso es que digo que el fenómeno cubano de la rumba es asunto de muchos, aunque de rumberos natos no tengan ni un pelo. Sencillamente ella, la rumba, con su música y sus bailes y sus códigos de todo tipo, está ahí, circulando por este imaginario colectivo, haciendo casa en nuestras emociones, en nuestras profesiones…
Y a ver si empiezo de una vez a contar. Acabo de decir emociones y profesiones, y ese es el punto de la rumba hoy: profesionales que se emocionan. Resulta que el patrimonio inmaterial cubano —que es así como a nivel mundial se le llama al universo de las tradiciones culturales de una comunidad— tiene a su servicio una comisión para su salvaguardia: es el grupo de estudiosos y funcionarios que tienen que estar pendientes de que la política cultural vaya a la par de la vida de los portadores de las tradiciones; son ellos los que tienen que velar porque esos tesoros de identidad se sientan respetados, reconocidos y atendidos. Bueno, esa comisión ha trabajado y está trabajando, entre otros asuntos, por y para la rumba ¿Y quieren saber ustedes lo que pasa? Algo estupendo: estudiosos y funcionarios son unos enamorados, tan emotivos como cualquiera.
Escuchen esto. En una de sus sesiones estaban enfrascados en la revisión de un documento que atañe a la rumba. Imagínense que hablo de funcionarios con altas responsabilidades y de especialistas que son verdaderas autoridades en estos temas; y allí estaban ellos tratando de darle forma a aquel papel, una tareíta que les estaba llevando tiempo, y concentración, y dolores de cabeza y de cuanto hay.
Cuando ya habían pasado como tres horas de debate y dale para atrás y dale para adelante, una de las expertas, la de la voz cantante en el proyecto en cuestión, una muy empapada, más que comprometida con los rumberos de esta isla, comenzó a hablarles a sus colegas sobre su último viaje a Cárdenas, sobre el encuentro que había tenido con los rumberos de allá, la buena acogida y los asuntos pendientes que la vida les impone a esas personas. Y habló de formas de hacer, de costumbres, y así, llegó a hablar de la libreta de rumbero. Miren, a ella se le cortó la voz cuando contó a los otros sobre las urdimbres y el calibre de una libreta de rumbero.
La libreta de rumbero puede ser una libreta cualquiera, de esas escolares, en las que el hacedor de rumbas escribe y escribe, sobre todo las letras de sus interpretaciones. Pero ese cuaderno de ordinario no tiene más que la apariencia para los ajenos; en realidad es como la radiografía de un hombre, como un cofre de sensibilidades y conocimientos, y cualquiera que camine un poco en el mundo de la custodia del patrimonio alcanza a enterarse del valor de una libreta de rumbero.
Lo que pasó aquel día es que a nuestra experta la sorprendió uno de ellos, Carlos Guillén Morales, nada más y nada menos que con el obsequio de su libreta: una libreta común y corriente; una, que para los desatentos no pasaría de ser como otra cualquiera. ¡Nadie se equivoque!, ella acababa de convertirse en depositaria de una joyita del gran tesoro cubano de las tradiciones: era el arte, la vida misma de Carlos Guillén, su espíritu completo como hombre y como rumbero. Ustedes tenían que haberla visto cuando hacía el cuento a sus compañeros: La estudiosa, la académica, casi lloraba al evocar el momento en que aquel curtido rumbero hecho y derecho, le dejaba toda la colección de sus sentires en papel.
Y como si fuera contagioso, más de un experto y más de un funcionario sintió el cosquilleo de una lagrimita, el gusanillo de la rumba, el monumental peso de la identidad y el silencioso gusto de poner sus profesiones al servicio de personas como Carlos Guillén Morales, cuya libreta, en la portada, aseguraba tener el grado de cinta negra en composición; tener como aula el solar, el barrio, la vida como escuela, los amores y las traiciones; todo en la Ciudad Bandera.
Ya lo dije al principio: ¡la rumba, las profesiones y las emociones!
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