Museo Quisicuaba y la Sociomuseología en función de la gestión museal.
A finales del S XIX Emilio Bacardí Moreau, Elvira Cape, Oscar María de Rojas, Emilio Heredia, Antonio Rodríguez Morey y otros ilustres cubanos, se preocuparon por gestionar la fundación de museos en las ciudades de Santiago de Cuba, de Cárdenas y La Habana. Estos estaban concebidos como espacios donde se pudiera fortalecer el conocimiento y el amor por la historia, presentando no solo un área expositiva, sino también, bibliotecas donde se garantizaría la instrucción de los pobladores, algunas de estas propuestas concebían aulas museos que estarían en función de auxiliar el proceso docente – educativo.
Estos promotores no estaban ajenos, en la concepción de sus museos, de la influencia en el comportamiento social de estas instituciones. El cambio formaba parte del súper objetivo del proyecto fundacional, esto no podía ser de otra manera, cuando el país estaba cambiando su status colonial por uno republicano marcado desde el comienzo por la intervención de los Estados Unidos. Una guerra de independencia de 30 años, un fervor patriótico frustrado por la participación oportunista de los vecinos de enfrente, la necesidad de recordar y enaltecer los valores que los cubanos de entonces consideraron esenciales para luchar por su libertad ante el poder colonizador de España, sirvieron de acicate a estos hombres y mujeres en el empeño de perpetuar la memoria de los que ofrendaron su vida a la patria.
Por eso insistimos que en el germen de la creación de estos museos estaba la conciencia de cambio, ahora los tiempos invitaban a fortalecer una república desde la condición ciudadana por la que tanto se había luchado, proteger esa memoria histórica era de vital importancia si se quería avanzar hacia nuevas metas.
Este coleccionismo se ha catalogado como patriótico y si bien no se despojó de la vanidad que causa el arte de coleccionar, sirvió como fuente proveedora de estructuración de las colecciones de estos museos y de los otros creados con posterioridad.
¿En qué medida estos espacios se apreciaban como lugares de cambio? Precisamente al resistirse a no cambiar la memoria histórica por la frustración, la traición a los ideales libertadores, a la corrupción y al entreguismo. Al propiciar y fomentar la posibilidad de ser participe en la formación de generaciones dentro
de los valores del patriotismo, la solidaridad y la avidez de ampliar los conocimientos.
Sin embargo, la conceptualidad de estos espacios no se separaba de los preceptos del museo tradicional, donde el objeto centra el espectro constructivo de las colecciones, herencia recibida de la Europa colonizadora y de la incursión en la Historia en los discursos que aportó América en la creación institucional museal. En resumen: edificio, objeto y público eran los ejes directrices donde se estructuraban las matrices de contenido del discurso expositivo. Hechos, curiosidades y evidencias caminaban juntos en la narrativa sin lograr que el proceso se presentara de manera transversal y así caminamos por espacio de más de 70 años, hasta que aparecieron los cambios de visión que trajo la Nueva Museología.
Cambio nacido en Europa con repercusión en Canadá y América Latina - México y Brasil a la cabeza. Cuba por las propias particularidades del proyecto social que vivía desde 1959, llevaba en buenas prácticas muchos de los preceptos de esta tendencia museológica que promulgaba la participación activa comunitaria, la integración y la visualización del ciudadano como medio y fin de toda actividad en los museos, pero a la hora de formular los procesos de gestión museal, se comprobaba un apego a la museología tradicional aunque en la intencionalidad socio-cultural se apreciara un comportamiento híbrido entre los dos caminos teóricos en boga.
Para nuestro país la renovación museológica experimentada bajo las banderas de una teorización que llevó a los museos a revisar los preceptos estructurales y sus vínculos con la sociedad, no constituyó un conflicto esencial, muchas de las demandas enarboladas por la Nueva Museología ya estaban puestas en prácticas, como hemos mencionado con anterioridad, en los museos republicanos y los creados al triunfo revolucionario, tenían centrado su trabajo en un nuevo público que se democratizaba cada vez más. En 1979 mediante la Ley 23, se creó una red de museos municipales con la finalidad de rescatar y desarrollar un proceso investigativo alrededor de las historias locales.
El problema sería en cómo realizar una transformación renovadora sobre la base de estructuras tradicionalistas, entonces, un fuerte trabajo de educación patrimonial enfocado en la animación cultural vino a evidenciar un contexto híbrido entre estas tendencias dando un aire especial a la Museología aplicada en la isla. La Sociomuseología no ha estado ausente del panorama museal cubano, dentro de la política cultural del país se incentiva el trabajo comunitario, la protección del medio ambiente, la integralidad en función de la participación activa de los actores comunitarios y la incorporación de conceptos más amplios de patrimonio: natural, inmaterial, subacuático, industrial, construido.
En este espectro ¿cómo se inserta el Museo Quisicuaba? Con el reconocimiento y la legalización del mismo en el año 2015, el país presenta una variante de un
ecomuseo centrado en el ámbito urbano (ya se contaba con la experiencia de uno de paisaje natural y cultural en la Comunidad de las Terrazas), pero éste nacido en un municipio de la capital con alta concentración poblacional permanente y flotante, índices elevados de la desviación de la conducta social, problemáticas con la vivienda, enfermedades de trasmisión sexual, amplia diversidad cultural, entre otros aspectos, resultaba una opción muy novedosa, no vista hasta entonces en el quehacer museológico del país.
El Museo Quisicuaba tuvo su antecedente en una Institución Religiosa con el nombre de Asociación Espiritista Kardeciana Cruzada “Quisicuaba”, llevaba a cabo en Cuba con sede principal en el Consejo Popular Los Sitios del municipio de Centro Habana, que por años además ha venido desarrollando un proyecto sociocultural comunitario con un amplio desarrollo local. En este origen encontramos dos importantes gérmenes de lo que la Sociomuseología considera esencial: participación activa de la comunidad y la posibilidad de lograr mediante la Triología Hombre- Ambiente - Cultura una incidencia favorecedora en la integración comunitaria al mejoramiento social y económico del entorno. Este proyecto que abarca las principales situaciones diagnosticadas previamente, generó en su interacción con la historia local y la de la asociación facilitadora, la necesidad de crear un museo que contase la evolución en tiempo y espacio de lo que en términos de micro localización pudiera considerarse el barrio, aspecto puntual para definir un ecomuseo. En esa voluntad comunitaria quedaría establecido el nivel de integración participativa de la comunidad.
Ya con el Proyecto Quisicuaba se tenía adelantado todo un accionar hacia la salud, la formación de valores de niños y jóvenes, la educación a favor de la no discriminación en todo sentido, la atención a grupos vulnerables y el rescate de tradiciones culturales e identitaria de la cultura cubana. El museo surgido en su seno se trazó metas concretas para hacer interactuar la memoria popular y el conocimiento científico aportado en la relación interdisciplinaria de médicos, psicólogos, ingenieros, arquitectos, pedagogos, museólogos, sociólogos e investigadores.
En estos cinco años de labor ininterrumpida posteriores a su reconocimiento, el Museo Quisicuaba se ha dado a la tarea de fraguar y establecer nuevos puentes entre el patrimonio surgido de una gestión familiar del DrC. Enrique Alemán y una comunidad auto reconocida en el mismo, sin esto, sería imposible lograr, se identifique, preserve y conserve lo que es de interés común para la población territorial. Los objetos presentes en el museo son marcadores de caminos o rutas dentro de la verdadera historia de la comunidad. La exposición es el aglutinante de intereses identitarios de la nacionalidad cubana de esas personas de diferentes edades, de diversidad cultural variada y distintos escenarios de formación familiar.
La exposición propuesta y defendida partió de una base investigativa llevada a cabo por el Proyecto Quisicuaba, optándose por una museografía con dosis de
la cultura popular tradicional, inspirada en colores y disposición espacial tradicionales en la región donde está enclavada la institución, con presencia marcada de técnicas artesanales, expresión inmaterial de oficios típicos relacionados con la herrería, la ebanistería, cerámica, talla en madera y la lampistería, desarrolladas por los habitantes de la comunidad urbana de Centro Habana.
La educación patrimonial se concibe mediante alianzas con escuelas de todos los niveles educacionales, especialmente, la Universidad, este vínculo permite el reforzamiento teórico que una experiencia de esta índole requiere. Es necesario la investigación constante del proceso experimental para la retroalimentación museo-comunidad-museo, acciones apropiadas, una mejor interpretación patrimonial pudiendo el museo dar por cumplido su rol de provocar una concientización en el rescate de la memoria histórica. Por eso, el Museo Quiscuaba, insiste en el coleccionismo individual y familiar en Cuba, de cualquier territorio que se trate con lo cual se construye el patrimonio de todos.
El Museo Quiscuaba realiza una educación patrimonial incidiendo directamente en la propuesta de soluciones de vida a la comunidad, mediante un programa bien articulado de animación cultural inclusiva, generada de las propias aspiraciones definidas como prioridades por la población. Sin esta educación la gente no sería capaz de identificarse con el patrimonio territorial, que de hecho es del país también. Por ser un nuevo tipo de museo centraliza su accionar en el hombre con todas sus necesidades sociales, económicas, políticas y culturales e insiste en no abandonar el cuidado ambiental, especialmente, urbano, muy vulnerable dentro de espacios pequeños de convivencia.
El éxito del Museo Quisicuaba radica en ser un laboratorio, en no abandonar el estudio histórico y del medio en que se desenvuelve, en no ser burbuja aislada e implementar un sistema de talleres y debates maximizadores de la actividad teórico-práctica en función de la interdisciplinaridad, inclusión y participatividad consciente. La gente ha comenzado a entender, sin dejar de restarle importancia a los objetos exhibidos, que éstos solo son vehículos motivadores del conocimiento de los hombres creadores o conservadores de los mismos. La comunidad no es mero visitante, es protagonista del mejoramiento social vivido.
No hay duda, el Museo Quisicuaba, rompió con la homogeneidad conceptual y formal de la Museología y la Museografía del país. Expresión válida de la sociedad civil cubana contemporánea. Al estar gestionado por una organización no gubernamental, aboga por la interculturalidad, la pluralidad religiosa y asume un compromiso de responsabilidad social, del medio ambiente y de la sostenibilidad económica. Trabajar con adultos mayores, enfermos de VIH, discapacitados, alcohólicos, jóvenes adolescentes embarazadas y otros tipos de vulnerabilidades sociales, lo hacen paradigma de lo que un museo puede lograr en pro de una comunidad.
La Sociomuseología en Cuba está presente en el Museo Quisicuaba, como resultado de un proyecto socio-cultural ha adquirido un reconocimiento por su comunidad que se siente habitante de él y no visitante. Esta población ha dejado de ser objeto de estudio para convertirse en sujeto ejecutor y ha sido un instrumento y herramienta en el desarrollo comunitario. El inmueble es sólo un epicentro institucional donde se gestiona lo que en verdad constituye el motor impulsor de una actividad de todos, para el bien de todos. El mayor éxito ha estado en el poder de convocatoria, la posición inclusiva y el espíritu interactuante manifestado en su plataforma de creación institucional.
Retos sobran para el colectivo directriz de este museo, adaptarse al cambiante mundo internacional, su influencia actual en los órdenes económicos mundiales, el nivel superior de informatización de la sociedad cubana que hacen elevar la capacitación y reformular discursos museológicos y museográficos, son algunas de las metas a alcanzar. Pero eso es lo que hace a la Sociomuseología una tendencia atractiva, porque sin perder esencialidades admite mutaciones fundamentadas en el interés comunal.
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