Los albores de la década de 1980 encontraron en la provincia Guantánamo una verdadera vorágine en lo que actividad cultural se refiere con la apertura, durante el primer lustro de la década, de doce museos en todos los municipios de la provincia cumpliendo con lo legislado por la Ley no.23, lo que significó sin dudas una nueva y fructífera etapa del ámbito cultural guantanamero. A partir de entonces las comunidades de cada uno de los municipios del territorio dispusieron de un espacio oficial, para conocer más de su historia, costumbres y tradiciones, traducido en un proceso de consolidación de reconocimiento y auto reconocimiento de sus propias identidades.

Con la llegada del nuevo siglo y junto con él un nuevo milenio, se impuso la necesidad de reorganizar la praxis y el pensamiento museal sobre los principios renovadores de la Nueva Museología. En consonancia con estos desafíos y como parte de ellos, se comenzó a entender que el museo debía dejar de mirar de manera nostálgica al pasado para convertirse en un ente emisor de estímulos, sensaciones y emociones a partir del sostenimiento de una dinámica lo suficientemente creativa y capaz de expresar el complejo entramado de relaciones sociales a partir de concebir el proceso museológico como herramienta para la interpretación no solamente del patrimonio expresado a través de las colecciones contenidas en el marco institucional, sino también la interpretación de la realidad social, de los retos y desafíos que impone la contemporaneidad, en que el museo está llamado a convertirse en un agente del desarrollo local.

En la actualidad, con veintiuna instituciones y bajo los postulados de la Sociomuseología, la perspectiva del Sistema Provincial de Museos de Guantánamo es de instituciones basadas en la interacción constante con las comunidades a la que se deben, a través del fomento de relaciones recíprocas porque al fin el acervo que justifica la existencia de una institución como museo, es parte del patrimonio de las colectividades humanas. Relación sustentada en criterios compartidos donde ambas instancias deben tener la voluntad de propiciar intercambios de saberes y experiencias y donde principalmente el museo, desde su posición como agente dinamizador de procesos sociales, tiene que conocer su comunidad y estar consciente de la necesidad de trabajar con el patrimonio local a la luz del concepto de responsabilidad compartida.

La Sociomuseología como práctica científica de la Nueva Museología, propicia las condicionantes para que el museo se convierta en un verdadero instrumento de desarrollo social. La valorización del individuo como el gestor protagónico de los procesos sociales hacen de este paradigma más que una tendencia o corriente de pensamiento, una actitud que debe asumir el museo, y de hecho, los museólogos ante los retos y desafíos que impone constantemente la cotidianeidad.

En virtud de ello los museos guantanameros se proponen orientar su proyección al desarrollo de lazos sociales y de cohesión en el proceso de formación ciudadana, de interacción y reflexión colectiva; de asumir posturas consecuentes y comprometidas con la accesibilidad física y cultural para todos e inclusivas de grupos desfavorecidos; constituirse como espacios para la reflexión y debate de temas históricos, sociales, culturales y científicos, además de erigirse como entidades promotoras y defensoras del respeto a los derechos humanos y la igualdad de género.

De manera que el reto es que los museos constituyan espacios dinámicos, dialógicos, de reflexión, no como reproductores sino como productores conocimientos sobre el patrimonio; que se comprenda la urgente necesidad de llevar a cabo la integración del accionar museal con las potencialidades que desde lo económico, social, cultural, medio ambiental y sobre todo humano existen en las comunidades, y más allá de la preservación del patrimonio tangible e intangible en el marco institucional, se proyecte la dinamización y puesta en valor del mismo ‘en’ y ‘con’ las propias comunidades, como la vía más acertada de garantizar  su existencia.