El orgullo de los privilegiados compatriotas de Van Van


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Decir Van Van es hacer referencia a uno de los basamentos imprescindibles de la identidad de la nación cubana.

Hoy queremos hablarles acerca de un millonario de verdad, no de los que tienen una fortuna debido a la acumulación de billetes o de bienes inmobiliarios, sino de alguien que se sintió emotivamente enriquecido por su temprana previsión de qué hacer para llegar hasta el corazón de millones de cubanos que van a asumir como algo muy propio la orquesta por él fundada. Cuando el 4 de diciembre de 1969 Juan Formell decide subir con sus músicos a una improvisada tarima ubicada en el capitalino callejón de P y 23, nadie podía imaginarse que venía al mundo el nacimiento de una leyenda bautizada como Los Van Van. Sin embargo, la aparición de semejante orquesta en el entorno musical de hace cinco décadas, no provocó en aquel entonces la conmoción social que el destino le tenía reservada para otros tiempos. La sólida madurez del joven talento de Formell le recomienda avanzar cautelosamente hacia insospechados horizontes sonoros.

Semejante perspectiva de la creación artística que no lo abandonará prevé convertir paulatinamente a Los Van Van en un evento científico sugerente, porque esta música no solo se escucha, no solo se baila, sino que además permanece almacenada como parte de la información genética de lo cubano que cada cual trae consigo. Poco a poco, la gente se percata de que necesitan sentirse hechizados por el encanto de una inequívoca cadencia, esa que es capaz de apropiarse de acentos tomados de la tradición, desde audaces códigos formales, absolutamente innovadores para su momento.

Si alguien opinó que sencillamente se trataba de otra orquesta de moda, la dimensión de su indeleble huella estilística la hace liderear en el exigente contexto de la música bailable de nuestro país. Bastaría escoger tres temas representativos de su repertorio, como Por encima del nivel, Ven, ven, ven y Me mantengo, para hacernos comprender, de una vez por todas, que ellos son los dueños del sabor de esta contagiosa adicción musical. Por eso no hay misterio cuando vemos que la querida agrupación de Formell pasa de una década para otra sin extraviar la posición cimera que el pueblo le ha otorgado. A pesar de los cambios lógicos del personal que entre sus integrantes han tenido lugar durante una trayectoria tan extensa; a pesar de que entre sus admiradores pudiéramos encontrarnos con aquellos que se sienten más identificados con el sello característico que impone la orquesta en los años 80, mientras que otros prefieren la revitalizadora sonoridad Van Van de la primera década de este siglo, todos coincidimos en que decir Van Van es hacer referencia a uno de los basamentos imprescindibles de la identidad de la nación cubana. La veracidad de esta aseveración no consiste tampoco en acudir a una sencilla cuenta aritmética para averiguar cuántos temas han logrado pegar más que los de otros artistas en las listas de éxitos, o si en determinado momento tal orquesta alcanzó una notoriedad mayor que los supera. Se trata de un hecho francamente conmovedor en el universo patrimonial de nuestra música. Este se debe a la sensibilidad del maestro por habernos convencido de que no importa cuándo ni dónde nos encontremos: siempre vamos a estar contagiados por la euforia de esta fortificante obra procedente de las raíces de nuestra nacionalidad. Definitivamente, la inmensidad del legado de Formell en Los Van Van se encuentra hondamente imbricada entre la imaginería popular, del mismo modo que requerimos del aliento vital que emana desde esta Isla para conservar nuestra plenitud espiritual conscientemente activa.

Por tales razones, con la invitación para llegarnos en cualquier momento hasta la tarja que rememora este acontecimiento histórico de P y 23, no solo honraremos la memoria de Juan Formell y la de todos aquellos que lo acompañaron en esta fabulosa travesía vanvanera, sino al mismo tiempo reconoceremos a los que, ahora dirigidos por Samuel Formell, preservan el esplendor del cincuentenario mito. Estaríamos dando así los primeros pasos de una inspirada tradición que encierra nuestro orgullo de cubanos por ser los privilegiados compatriotas de la emblemática orquesta Los Van Van.

 


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