Una pormenorizada actualización del volumen de africanos esclavizados que entre los siglos XVI y XIX fueron obligados a cruzar el Atlántico en las más cruentas y deplorables condiciones hacia las principales capitales de la trata, entre ellas, La Habana, ofreció la reconocida historiadora y académica cubana radicada en los Estados Unidos, Marial Iglesias Utset, durante una reciente presentación en la Casa de las Américas.
La investigadora aseguró que el puerto habanero constituye el tercero donde entraron más esclavizados procedentes del continente africano, después de los de Bahía y Río de Janeiro, en Brasil. Y que hoy se sabe que las cifras rondan el millón de víctimas, entre los primeros viajes documentados en Cuba, en 1526 y el último, en 1860; pero que se conocen de otros arribos hacia el año 1870.
No obstante, la Dra. Iglesias indicó que, en el caso de Cuba, el registro serio de los números de importación de trabajo forzado aparece después de las aboliciones de la trata en Inglaterra, Estados Unidos e incluso en el Caribe anglófono y francés; con lo cual la cifra real de expediciones y esclavos africanos llegados a las costas cubanas podría ser superior.
Para ilustrar lo anterior, la profesora del Hutchins Center de la Universidad de Harvard dictó la conferencia “Cráneos de africanos en los Arenales del Vedado. Necropolítica, ciencia y esclavismo en la Habana decimonónica”, que examinó el vínculo de la sociedad esclavista cubana, más allá de los espacios “ilustrados” de la capital, con sitios más sombríos: el barco de esclavos, la travesía, el barracón y los cementerios. Todo ello, a través de la presentación del caso del profesor de medicina de la Universidad de La Habana, José Rodríguez Cisneros, quien en 1840 desenterró más de 50 cráneos de africanos de un cementerio ubicado en el Vedado y los envió al doctor estadounidense Samuel Morton, en Filadelfia.
El reconocido naturalista y antropólogo norteamericano coleccionaba calaveras con el propósito de demostrar la correlación entre el tamaño de la circunferencia craneana y la inteligencia de cada raza humana. Entre los más de novecientos cráneos que llegó a poseer el Doctor Morton en su gabinete persona se encontraba la muestra recibida desde Cuba, que al decir de su facilitador -el señor Cisneros- en una carta fechada el 27 de julio de 1840, consistía en: “(…) 50 cráneos de la raza africana pura, los que yo mismo he buscado y encontrado en los arenales de la finca del Vedado, donde no se entierran más que negros bozales (…)”.
Lo anterior da cuenta, según relató la profesora Marial Iglesias, ante todo de la existencia de una red global en la época, integrada por cientistas, médicos, naturalistas, coleccionistas, anatomistas, los cuales durante varias décadas intercambiaron no solo restos humanos sino todo tipo de especímenes, minerales, restos fósiles y otros elementos. También informa sobre cómo se justificaba el hecho atroz de profanar las tumbas, extraer los cuerpos, enviarlos de un lado a otro; para que luego esos cadáveres se sometieran a estudios comparativos que derivaron en un esquema de jerarquías raciales establecidas por Morton.
A todas luces se trata de actos inescrupulosos y racistas por tratarse -en el caso de los cráneos que salieron desde la Isla a los Estados Unidos- de las calaveras de los negros esclavos que al morir eran abandonados sin ningún amparo en fosas comunes.
Durante su presentación la profesora señaló que estos intercambios de especímenes naturales replicaron en muchos casos las rutas geográficas y comerciales de los imperios, y también las prácticas biopolíticas y necropolíticas de la explotación colonial.
Y es donde sale a relucir en La Habana el lugar donde fueron desenterrados estos restos: Arenales del Vedado. Como se trataba de una zona que a mediados del siglo XIX comenzaba a urbanizarse y a someterse a todo un proceso de cambios estructurales, no se contaba registro abarcador de ese tipo de enterramientos esclavos. La Dra. Marial, en una minuciosa investigación, presentó resultados que demuestran que este terreno estaba “sembrado de cadáveres africanos”.
Los Arenales del Vedado, estaban ubicados en una zona muy cercana a la costa y aledaños a las actuales calles G, H, 5ta y 7ma, en la parcela donde están situadas hoy las sedes del MINREX y el Parque Deportivo José Martí, muy cerca de lugar donde se levanta hoy la Casa de las Américas. Este terreno perteneció a Don Antonio Frías y Gutiérrez de Padilla, uno de los principales traficantes de esclavos en Cuba, que cede parte de su enorme estancia para dar sepultura, primeramente, a negros bozales que morían sin bautizar; y luego, a extranjeros protestantes, ingleses y americanos.
En el lugar, por décadas, se vieron las escenas más horrorosas, ya que los cadáveres quedaban expuestos a las aves de rapiña, cerdos, perros y gusanos, lo cual fue también el motivo de disputas legales y sanitarias entre personas de alto rango de la época, las cuales han quedo registradas en documentos.
Esta investigación, junto a otras de reconocidos académicos cubanos, expone la historia espantosa vinculada a la trata clandestina, la migración forzosa y el tráfico ilegal con personas en el continente. El comercio hacia Cuba, el último en abolirse en el hemisferio a finales de la década de 1860, penosamente constituyó el tráfico continuo de personas provenientes de África más largo y sostenido en toda la historia del mundo Atlántico.
Al finalizar su presentación la investigadora respondió a preguntas y comentarios de la audiencia y manifestó su interés en el rescate de la memoria a través de la creación de nuevos monumentos y tarjas que evoquen el pasado real en los lugares mencionados en su presentación, como un acto de reivindicación y justicia histórica para todos esos seres anónimos que sufrieron los horrores del pasado esclavista cubano.
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