Una vez más el público acaparó todos los puestos de la sala Che Guevara de la Casa de las Américas, donde el pasado 30 de mayo se presentó la Orquesta de Jazz de la Universidad de Harvard, dirigida por el músico cubano radicado en los Estados Unidos, Yosvany Terry.

Minutos después de las seis de la tarde, el chequeré de Terry dio inicio al concierto. Su interpretación –recuerdan algunos– responde al legado de su padre Don Pancho Terry y a una virtuosa asimilación de la música popular afrocubana. A su talento como instrumentista le acompaña la labor pedagógica que ha sostenido como profesor titular de la Universidad de Harvard durante una veintena de años. Dicha vocación se hizo notar en la complicidad con que dirigió al conjunto, integrado por más de quince estudiantes.

Al margen de sus carreras universitarias, cada uno de ellos ha optado por el desarrollo musical, y en particular por el jazz como actividad extracurricular. En esta ocasión, su visita a Cuba les propició un encuentro con las sonoridades cubanas y caribeñas y los ritmos afrocubanos, así como el intercambio con jóvenes músicos de las instituciones educativas del país, según expresó el propio Terry.

En una confluencia de metales, percusión, contrabajo, guitarra y piano, en la que cada uno de sus intérpretes disfrutó de igual protagonismo, el espíritu del jazz se hizo palpable cuando los músicos revitalizaron composiciones estadounidenses como “Dark side” y “Light side”, originales del pianista norteamericano George Cables.

Al compartir escenario, los jóvenes reverenciaron las múltiples relaciones culturales entre ambas naciones, manifiestas en la variedad sonora del género. Digno ejemplo de ello fueron la integración al conjunto de dos trombonistas del Conservatorio Amadeo Roldán, y el magistral soporte dado en la percusión por el músico cubano Tomás “El Panga” Ramos. Asimismo, el orquestador y director musical Demetrio Muñiz fue invitado por Terry para la dirección de algunos temas icónicos del repertorio de jazz nacional. La velada culminó con la ovación del público a quienes durante casi dos horas le obsequiaron el mejor jazz posible, aquel que brota de la pasión y se pule con la amistad