Portal Cubarte  -  31 de marzo: Fundación de la Imprenta Nacional y Día del Libro Cubano

31 de marzo: Fundación de la Imprenta Nacional y Día del Libro Cubano


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Hoy se celebra el Día del Libro Cubano en medio de una polémica interesante acerca del libro de papel y del libro electrónico.

Los antecedentes de la imprenta en Cuba datan de 1720, en que La Habana se convierte en la séptima ciudad de la América española en poseerla, sin embargo, no es hasta 1723 en que Carlos Habré imprime el folleto Tarifa general de precios de medicinas, que constituye la primera obra publicada en Cuba. En calidad de libro, el pionero fue un reglamento militar impreso en 1761 y posteriormente en 1787 aparece el que inaugura la literatura científica: Descripción de diferentes piezas de historia natural, el famoso Libro de los Peces, de Antonio Parra.

La historia recoge a partir de estos momentos un proceso de ampliación y dispersión en la edición y publicación de libros, en el que si bien destacan intentos significativos de potenciar la calidad literaria, no es la generalidad ni existe por supuesto una estrategia editorial coherente.

No obstante y a pesar del alto índice de analfabetismo que padecía la Isla, un sistema docente, no suficiente, pero sí de prestigio desde el punto de vista de la instrucción y la educación, así como un movimiento intelectual y líderes de pensamiento de gran incidencia social fueron sentando las bases para el desarrollo de amplios segmentos de lectores sobre todo en las capitales cubanas.

La historia marca dos años trascendentales en el desarrollo del libro, la literatura y la lectura en la Isla: 1959 y 1961.

El 31 de marzo de 1959 se crea la Imprenta Nacional de Cuba mediante la Ley 187 del gobierno revolucionario, al frente de la cual se designó al prestigioso intelectual cubano Alejo Carpentier cuya impronta marcó la dinámica de esta industria editorial en sus primeros años de vida y de esta suerte, después de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra -con ilustraciones de los maestros Pablo Picasso y Gustavo Doré- que inauguró la colección Biblioteca del Pueblo, comenzó un desarrollo impresionante del libro impreso en Cuba que atendió a obras notables en la historia de la literatura universal con tiradas masivas de muy fácil adquisición por los lectores.

Rubén Darío, César Vallejo, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, una Antología de Poesía Cubana, al cuidado de José Lezama Lima, las novelas Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, A sangre fría, de Truman Capote, Un amor de Swan, de Marcel Proust y una larga lista de autores y obras comenzaron a entrar a los hogares cubanos.

Pero este empeño, esta cruzada por el libro, no hubieran resultado efectivos sin la realización de la gran batalla cultural de la Revolución: la Campaña Nacional de Alfabetización, llevada a cabo por el propio pueblo cubano en el año 1961 y para la cual también la imprenta aseguró las cartillas y los manuales necesarios.

Ya en 1967 surge el Instituto Cubano del Libro y seguidamente un sistema de editoriales nacionales y provinciales, que ha crecido en número en el tiempo y que a partir de una estrategia de jerarquización de temas y de autores, ha impulsado la publicación sistemática de piezas literarias de gran valor tanto nacionales como foráneas. 

Cada año desde 1982 el país en pleno se prepara para la presentación en la Feria Internacional del Libro de la mayor cantidad de novedades editoriales y de reimpresiones y reediciones que la capacidad poligráfica nacional pueda asimilar, pero esta no es suficiente.

La situación económica no favorece. Muchos buenos escritores con muy buenas obras se quedan sin publicar; muchos relevantes títulos de la literatura clásica universal, se quedan sin publicar; son insuficientes las piezas meritorias de las letras contemporáneas internacionales que llegan a las librerías.

Lamentablemente además, no siempre lo que se publica responde a las demandas de los lectores.

A pesar de estas insatisfacciones tenemos todo el derecho de celebrar este día porque realmente el libro cubano tiene una hermosa y robusta historia que llega hasta el presente matizado por la controversia: libro de papel VS libro electrónico.

Para unos el tradicional no sobrevivirá; para otros el electrónico nunca lo superará y para los más equilibrados ambos andarán de la mano por el mundo porque lo esencial es lo que cuentan.

El uso del libro electrónico, que si bien tampoco va a tener una apropiación masiva en nuestro país por la imposibilidad de adquirir los dispositivos tecnológicos necesarios para su lectura, se generaliza cada día más en la población, sobre todo en las capitales de provincia.

A pesar de ser una alternativa real, el libro digital tiene muchos detractores en el mundo, en Cuba también y aunque no siempre estén entre los decisores en primera línea, existen personas que menosprecian su valor, en la mayoría de los casos alegando “morriña anticipada” por el olor, textura, manipulación y otras características del libro de papel que ciertamente lo hacen especial.

La resistencia al cambio es algo que perseguirá a los humanos siempre, y sobre todo cuando estamos hablando de un objeto cálido que ha acompañado al hombre durante toda la vida conocida, pero son pocos los argumentos contrarios que realmente sean de peso, lo que pesa es la costumbre, lo que pesa es que los que no somos nativos digitales a veces vemos a los artefactos como intrusos, como elementos fríos y hay un poco de miedo también, pero infundado.

Cada día se diseñan más aplicaciones para las tabletas, las computadoras, los teléfonos y otros que permiten que el acto de leer un libro electrónico se acerque a lo que siempre fue: se pueden pasar las páginas, se siente el mismo sonido del papel y quizás algún día hasta se sienta el olor característico.

Por otra parte ninguno de los detractores de los títulos en formato digital puede alegar nada que tenga que ver con la calidad literaria; los libros electrónicos no cambian ni los textos ni las ilustraciones ni nada, eso lo sabemos, entonces ¿Por qué no aceptar que son legítimos sobre todo para los niños y los jóvenes que poseen dispositivos de lectura de los cuales nunca se separan y son además los que necesitamos que lean?

Es innegable que el acto de leer se potencia cada día más con la tecnología digital y a la vez es cuestionable la calidad de lo que nuestros niños y jóvenes leen, por eso es imprescindible ofrecerles opciones de lectura que les alimenten el espíritu y los formen como hombres y mujeres de bien lejos de la banalidad y la cursilería.

Hoy no necesitamos una campaña de alfabetización, pero sí necesitamos montarnos en estos tiempos tecnológicos, no ir contra la corriente porque los niños y los jóvenes siempre van a su favor y es mejor que lo hagan con un buen libro electrónico en la mano.


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