Algunos historiadores dejaron constancia de un acontecimiento relevante en La Habana colonial: la sublevación de esclavos de la obra del Palacio Aldama, acaecida el 9 de octubre de 1841 y de la cual se cumplen 180 años.
A ello se refiere Deschamps Chapeaux en su libro Cimarronaje urbano, un formidable texto que relata acontecimientos de rebeldía de esclavos y esclavas de forma individual y grupal en la primera mitad del siglo XIX en espacios citadinos, fundamentalmente habaneros, reflejados en la prensa y en actas e informes del régimen colonial.
También de ese hecho, se habla en Los movimientos precursores, una obra del maestro de historiadores José Luciano Franco. Pero somos honestos si decimos que no muchos más se han referido a este suceso y por tanto, permanece casi olvidado en la memoria historia cubana.
El mencionado palacio, en plena restauración en la actualidad, fue Monumento Nacional alguna vez y perdió esa condición por su elevado estado de deterioro que ahora trata de detenerse y revertirse.
Fue construido en los años de 1840 a 1845 por dos influyentes familias criollas enlazadas por lazos matrimoniales: los Aldama y los del Monte, ambas, con grandes haciendas azucareras en la región de La Habana-Matanzas y poseedoras de una elevada cultura.
Las tertulias literarias de Domingo del Monte alcanzaron fama en la alta sociedad criolla mientras Miguel Aldama fue uno de los patriotas que representó al occidente en la Asamblea Constituyente de Guáimaro y después fue representante de la Secretaría de Estado del gobierno de la República en Armas en los Estados Unidos, donde murió en la mayor pobreza con sus propiedades en Cuba confiscadas, incluyendo su palacio de extramuros.
Hoy el palacio está en pleno centro urbano de la capital, frente a la Plaza de la Fraternidad Americana, construida en 1928 durante la administración republicana de Gerardo Machado y por idea de su secretario de obras públicas Carlos Miguel de Céspedes. Escoltado por la calle Reina o Avenida de Bolívar, una bella rúa comercial y de servicios.
La edificación más imponente de La Habana extramuros
Pero en la década del 40 de la centuria decimonónica en que fuera construida esta joya del estilo neoclásico, era la edificación más imponente de La Habana extramuros, que aún era semirrural.
Frente al palacio en construcción, en el espacio donde hoy está la plaza que mencionamos anteriormente, se ubicaba el Campo de Marte, un área de piso de tierra y cercada, dedicada a ejercicios militares. Lo que hoy es Reina, era la Calzada de San Luis Gonzaga, que había sido otrora, la parte inicial del camino real a San Antonio Chiquito y nacía justo frente a la cerca del Campo de Marte, en lo que sería después la calle Amistad, o sea, no atravesaba el campo militar.
Ciertamente fueron muchos los esclavos negros que se emplearon en la obra de Aldama y del Monte. Los había sin calificación para el trabajo de menos exigencia, pero los había con oficios: albañiles, carpinteros, plomeros… y con muy alta calificación y eran mal tratados e irrespetados sin tener en cuenta sus conocimientos y experiencias, algunos incluso, eran maestros de obra y étnicamente, lucumíes.
La rebelión de los esclavos del Palacio Aldama demostró dos cosas
Fueron estos esclavos calificados los que iniciaron la rebelión, más de cincuenta, según las fuentes y a la usanza del régimen colonial opresor y tiránico, fueron cruelmente repelidos. Los sublevados se alzaron en espacios más allá de la obra y el último reducto de los rebeldes fue ultimado a mansalva en la esquina de la Calzada de Monte y Ángeles.
La rebelión de los esclavos del Palacio Aldama demostró dos cosas. Una, la existencia en la Cuba colonial de esclavos con alta calificación en los oficios, por ello, cuando lograban su libertad se convertían en propietarios o trabajadores de los talleres artesanales que a lo largo de la Isla existían. No era noticia que, desde el siglo XVII, la mayoría de los oficios eran ejercidos y gerenciados por mulatos y negros libres, incluyendo mujeres en no pocos casos. Algunos o algunas eran libertos o libertas, nacidos en la esclavitud, pero ya en el siglo XIX, la mayoría eran libres de nacimiento y acumulaban alguna riqueza.
La segunda cuestión que demostró este acontecimiento era la rabia racista del régimen colonial y el temor a que el negro exigiera sus derechos, así como el rol tiránico de España monárquica y colonialista contra toda manifestación de lucha por la libertad.
Faltan aún tarjas que recuerden esta sublevación en el Palacio Aldama y la esquina de Monte y Ángeles, y falta también, su inclusión definitiva en las efemérides relevantes de nuestra historia para recordarlas anualmente con actos conmemorativos como merece.
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