Para celebrar el 55 Aniversario de la creación de las Escuelas Nacionales de Arte, el pasado 7 de junio se eligió el Aula Magna dela Universidad de las Artes, núcleo de la génesis de uno de los más nobles proyectos de la Revolución Cubana en tanto permitió, a partir de 1962, el acceso al aprendizaje del arte de todos los cubanos, al margen de espacio geográfico, raza y condición social.

 En las Escuelas de Cubanacán se encuentran los cimientos del patrimonio cultural cubano; no es casual que en la declaratoria de Monumento Nacional realizada por la Comisión  Nacional de Monumentos de la República de Cuba mediante la resolución 03 del 8 de noviembre del 2010, se declare el bien patrimonial bajo el título “Escuela Nacional de Arte e Instituto Superior de Arte”.

El acto, presidido por Abel Prieto Jiménez, Ministro de Cultura; Rolando Ortega Álvarez, Director del Centro Nacional de Escuelas de Arte y Alexis Seijo, Rector de la Universidad de las Artes, abrió con el poema Canto a Fidel, de Ernesto Guevara, interpretado por Corina Mestre, Premio Nacional de Enseñanza Artística y se engalanó con el mensaje de felicitación enviado por Raúl Castro Ruz, Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, no solo por la obra realizada en estos 55 años, sino también por continuar siendo un orgullo para la cultura nacional, palabras leídas por el actor Fernando Hechavarría.

En el ámbito patrimonial, fue una cita que puso al relieve fragmentos no comprendidos en la referida resolución y que,en lo adelante, deberá tener en cuenta la Comisión de Patrimonio Universitario con sede en el Centro de Estudios de Conservación y Restauración de esta universidad, perspectiva desde la cual valiosas han de ser consideradas las palabras de la profesora Ramona de Saá, fundadora de la Escuela Nacional de Arte y Directora de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso. Para Cheri, como le llaman con especial cariño los alumnos, no es posible un asomo a las Escuela Nacional de Arte en Cuba, sin centrar la atención en tres experiencias de fuerte impacto: el acto de enfrentarse a rigurosos exámenes de ingreso organizado por creadores de incuestionable valor en el arte cubano, la convivencia con una pluralidad cultural latente en las tradiciones y costumbres de sus estudiantes y la refuncionalización de inmuebles de elevado valor arquitectónico como dormitorios y espacios docentes en el área de Cubanacán.

Con entera justicia Cheri, como otros muchos de sus protagonistas,recuerda aquel 7 de junio de 1962, cuando ante Fidel quedó inaugurado oficialmente el primer curso escolar de la Escuela Nacional de Arte, un centro de estudios de dimensiones y objetivos hasta entonces desconocidos en Cuba y apunta en su intervención:

Así, en este reparto, donde estuvo el exclusivo “Country Club de La Habana” y que la Revolución denominaría “Cubanacán”, comenzaron las pruebas de aptitud y las primeras clases desde el mes de febrero, cuando comenzó el curso escolar para todo el país.

Éramos muchos menos que hoy, no existían la mayor parte de las edificaciones docentes de nuestros días y todos estábamos en este reparto Cubanacán.

Los albergues se agrupaban en dos zonas: hacía 9na y por 146, hasta donde se encuentra ahora el Palacio de las Convenciones; y el área de los menores, más allá de la calle 21, donde están la Escuela de danza y la Facultad de Arte teatral.

Las pruebas de ingreso y las primeras clases tenían lugar en casas y mansiones del reparto. Algunas fueron rebautizadas por los alumnos y profesores como “El Colonial”, “El sevillano”, “El Cocodrilo”, y la hermosísima réplica de la de la película “Lo que el viento se llevó”, hoy, todas en las áreas de protocolo.

La ENA comenzó con cuatro especialidades: Artes plásticas, Ballet, Música y Teatro. Tres años más tarde iniciaría sus labores la especialidad de Danza.

Aquellos primeros estudiantes, desde niños hasta jóvenes. Tenían varias procedencias: los que se iniciaban en los estudios de arte; los que habían estudiado, de alguna forma, algo en el terreno artístico, y quienes habían sido brigadistas “Conrado Benítez”.

El claustro era verdaderamente de excelencia: me resulta imposible no mencionar entre los primeros maestros a eminencias tan notables como Alicia Alonso, Fernando Alonso, Isaac Nicola, Ramiro Guerra, Enrique Moré, Alicia Perea, Orlando Yánez, Raquel Revuelta, Lordna Burdsall, Elfrida Malerh, Aída Teseiro, Nilo Rodríguez, María Elena Molinet, Roberto Valera, Antonia Eiriz, Graciela Chao, Teresita González, Adigio Benítez, Orestes Urfé, Servando Cabrera Moreno, Vicente Revuelta y mis compañeras del Ballet: Mirtha Plá, Josefina Méndez, Loipa Araujo, Aurora Bosch, Laura Alonso, Elvira Fuentes, María Elena Llorente, Joaquín Vanegas, Adolfo Roval, entre muchos otros.

Un buen grupo de profesores de arte procedentes de Latinoamérica y de la Unión Soviética nos acompañaron en aquellos primeros cursos y al cumplirse este aniversario, no debemos olvidarlos.

Pasado, presente y futuro se hicieron sentir en el acto desde protagonistas del proceso cultural desarrollado en estas escuelas en diferentes momentos histórico. A las interpretaciones al piano de La comparsa, de Ernesto Lecuona, por Rodrigo García Ameneiro, estudiante del conservatorio Amadeo Roldán, y Los Nomos, de Ernán López-Nussa, por Bryan Álvarez, estudiante de la Escuela Nacional de Música, se sumó el Septeto de la Escuela Nacional de Música, acompañado de músicos de diferentes generaciones graduados de la ENA, entre ellos Adalberto Álvarez, César López y Alejandro Falcón.

En la declaratoria de “Escuela Nacional de Arte e Instituto Superior de Arte” como Monumento nacional de la República de Cuba se sumerge con legitimidad este 55 aniversario de la ENA; primero, por el testimonio ofrecido por sus protagonistas, segundo, por la permanencia del sentido de eticidad que acompañó el proyecto desde los primeros instantes. Con esta celebración se enriquece el patrimonio cultural de la Universidad de las Artes.