A favor de la poesía


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Cada revista es madre de la poesía que le propone al mundo. O del concepto con que aspira a inscribirla en el espíritu de una época. De ahí que el nombre de Amnios, en su connotación gestante, me parezca tan adecuado porque cobija el ciclo vital de una inquieta criatura en cuyo cuerpo se cumple un algoritmo genético que acredita valores, dudas, discute contra su propia anatomía y acaba adentrándonos en el montaje virtual de un entramado donde se exhibe un espectáculo de justa pluralidad, a tono con el concepto que sus editores –es decir sus padres– tienen del hecho poético. Estamos ante el número 16/17 de 2015.

Lo primero que merece elogio en este volumen de 279 páginas es la intencionalidad en la selección y ensamblaje de un mecanismo editorialmente bien aceitado, gracias al cual no dejamos de sorprendernos cada vez que nos enfrentamos a un nuevo nombre, o a un nuevo texto, al extremo de que todos, sin excepción, nos resultan reveladores. A la eficacia de este procedimiento contribuye notablemente la alternancia entre textos poéticos y textos reflexivos. El ser en gestación gana rostros, muta, se reconvierte en sí mismo para que, con tal "suspense" nos resulte imposible separarnos de sus aseveraciones y alusiones en pos de conocer el "desenlace" de tantos ángulos de enfoque, tantos espejos para escudriñar el tejido celular de un fenómeno múltiple que sabemos sublime, aunque por momentos, nos deje atisbar ciertos deslices punibles de tanta epifanía. Y así debe ser: la poesía no es el reino inefable de la ingravidez extática, sino la contradictoria agua donde todos los saberes y sabores se mezclan en pos de certezas que no lo son, aunque nos confirmen la terquedad de su nutriente luz.

Poner a tirarse de los pelos, uno junto a otro, el texto de José Kozer Cómo leer a Ezra Pound con el de Witold Gombrowitz Contra los poetas testimonia un ecumenismo poco frecuente en las revistas ceñidas a la dinámica de una disciplina única. En la propuesta de Kozer se afirma que: "leer poesía no es entender sino acceder por la misteriosa vía del desconocimiento al conocimiento intuido de un texto. Durante la lectura de un poema de Pound –afirma el notable poeta cubano-americano– de la mano de lo que no se entiende hay, por suerte, un caudal de cosas que se entienden, sea por la vía de la razón y la lógica o por la de la intuición". En el texto inmediato posterior el polaco –esencialmente prosista y no por ello menos poeta– como si replicara, afirma desde una vieja conferencia de 1951, que: “... a lo largo de los siglos el número de cantores se multiplica, y estos cantores al cantar tienen que adoptar la postura del cantor, y esta postura con el tiempo se vuelve cada vez más rígida. Y un cantor excita al otro, uno consolida al otro en su obstinado y frenético canto; en fin, que ya no cantan más para las multitudes, sino que uno canta para el otro, y entre ellos, en una rivalidad constante". En esa afirmación quizás justifiquemos la herética pregunta que en algún sitio del propio texto se hace el polaco: "¿Por qué, entonces, me aburre, y me cansa ese extracto farmacéutico llamado «poesía pura»?".

Por otra parte Paul Valery, contra quien despotrica Gombrowitz, desde el más lejano 1927 (texto que traigo casi por los pelos, pues no aparece en la revista), pide turno en el debate y parece que para darle la razón a ambos, pues afirma, refiriéndose a su propia poesía: "El lenguaje del que me acabo de servir, que expresa mi propósito, mi deseo, mi mandato, mi opinión, mi pregunta o mi respuesta, ese lenguaje que ha cumplido su función, se desvanece apenas llega. Lo he emitido para que perezca, para que irrevocablemente se transforme en ustedes, y sabré que fui comprendido por el hecho relevante de que mi discurso ha dejado de existir. Es reemplazado enteramente y definitivamente por su sentido, o al menos por un cierto sentido, es decir, por imágenes, impulsos, reacciones, actos de la persona a quien se habla".

¿Dónde está la razón? ¿Necesita la poesía de una razón? La respuesta de los editores de Amnios parece ser que sí (muchas veces) y que no (solo a veces), que la razón la comparten ambas variables, de manera distinta en la misma medida en que el péndulo de la receptividad y la dicotomía objetividad-subjetividad oscila y nos impone actitudes de mayor o menor hostilidad hacia las "cosas del alma".

Se me ocurre que, no sé si consciente o intuitivamente, el equipo de este número armó su índice, casi como provocación, en torno al eje a que incitan las tensiones entre estas dos sustanciosas disquisiciones. Por eso en sus páginas encontramos poemas que, contrario a lo estigmatizado por el lúcido autor de Ferdydurke mueven reflexiones sobre nuestras angustias de hoy mismo; también sobre las esperanzas, utopías, decepciones, escepticismos y, sobre todo, entrega al destino poético. Y también textos a los que solo podríamos acceder a partir del "conocimiento intuido desde el desconocimiento" o desde un lenguaje que perece en el emisor para realizarse en el receptor de las una y mil formas en que este lo incorpora a su espíritu.

Elocuente y colorida es la geografía que nos dibuja este número, lejos del habanocentrismo y del cubacentrismo, aunque las principales problemáticas contenidas en los poemas se correspondan con las que hoy mismo en Cuba nos planteamos. En este número están representados poetas de muchos lugares de nuestro país, voces seminvisibles, o poco amplificadas, como la de un Idiel Alberto García, Ian Rodríguez, Esbértido Rosendi, Rigoberto Rodríguez Entenza, Pedro López Cerviño, Oneyda González. Y junto a ellos otros, más visibles y de promociones más añejas y no por ello menos sólidas, como Fina García Marruz, Waldo Leyva, Omar González, Jesús Cos Cause, Atilio Caballero, Samuel Feijóo, Adigio Benítez, Aitana Alberti. Y el mapa, o la criatura, sigue creciendo en su pluralidad amniótica, hasta su adultez, con la inclusión de poetas que ya no viven en la Isla, como Gastón Baquero, Juan Carlos Valls, José Kozer, sumados a los de otras zonas lingüísticas, o de la propia lengua, pero de latitudes foráneas, como Jorge Esquinca, Eduardo Langagne, Jotamario Arbeláez, Víctor Ivanovici, Mirella Muià, Daniel Faría, William Butler Yeats y Thomas Merton. La vocación de universalidad se patentiza con esa política inclusiva que tampoco elude tópicos o refocilaciones, incómodos o laudatorios.

Ya antes celebré el sano equilibrio que se consigue con la alternancia de la prosa poética y la prosa reflexiva, y a la celebración regreso, pues a ese diseño contribuye el que cada artículo se centre en asuntos diversos y en ocasiones hasta tangenciales, pero que a la larga, acaban tributando volumen al ser poético que nos propone, desde su amnios, Amnios. Por eso los análisis de Remigio Ricardo Pavón, sobre Gastón Baquero, de Pedro Llanes sobre Víctor Fowler, de Pedro Pablo Rodríguez sobre Norberto Codina, de Luis Álvarez sobre Emilio Ballagas, de Reinaldo Cedeño Pineda sobre Jesús Cos Cause, de Fina García Marruz sobre Samuel Feijóo, de Pablo Anadón sobre Mirella Muià, de Ana Ajmátova sobre Amadeo Modiliagni, de Jesús Lozada sobre Thomas Merton, unidos a los ya citados de Kozer y Gombrowitz y las entrevistas: de Alpidio Alonso a Waldo Leyva, y de Alex Fleites a Jotamario Arbeláez, nos salvan del cansancio de leer poema tras poema durante demasiadas páginas, de manera que, además de ganar valiosa información a través de lo que estos poetas reflexionan, cuando regresamos a los versos, estamos, desde el punto de vista comunicativo mejor dispuestos psicológicamente a adentrarnos en sus recovecos emocionales y honduras filosóficas, se diría que descansados y aptos para acceder a la arcadia del lenguaje.

Sobre el diseño y las ilustraciones me limito a afirmar que son adecuados y funcionales, con esos "garabatos" de Feijóo, y los dibujos de Adigio Benítez, en apoyo a una eficiente distribución de los textos sobre las páginas.

Finalmente celebro de este número doble de Amnios su amenidad y coherencia, tan sólida esta última que durante todo el tiempo que invertí en su lectura sentí que enfrentaba un libro de poemas compuesto por muchos poetas, con una coherente concepción poética. De esa forma la revista cumplió magistralmente, para mí, con lo que su lema avisa: "Poemas / poetas / poéticas". Acaso sea esa su manera de proponernos a los seres humanos que nos volvamos a autoengendrar para darle vida a ese otro ser humano que tal vez lleguemos a ser en algún momento, paridos por la poesía.


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