La obra teatral homónima corresponde a la dramaturga Blanca Felipe Rivero y junto a los textos Ventana de estrellas e Historias que vuelan dentro viene a enriquecer la dramaturgia cubana contemporánea donde los niños y los adolescentes de la primera etapa resultan protagonistas de las historias, y nótese que he preferido no escribir “dramaturgia cubana para niños” dado que estas historias van dirigidas tanto a los niños como a los adultos que completan las familias, a quienes se pueden sumar otros profesionales relacionados con la infancia como los maestros, sicólogos, trabajadores sociales, pediatras, bibliotecarios y un extenso etcétera; una situación frecuente, de modo general, en el caso del teatro que hacemos para los niños, quienes la mayoría de las veces establecen con el teatro una relación mediada, en determinado sentido, por los adultos. Sin embargo, en el caso de obras como estas nos hallamos con situaciones delicadas creadas, en ocasiones, por los adultos y en las cuales se ven envueltos los infantes.
Las obras mencionadas componen una trilogía que toma como centro esos temas de las relaciones sociales escasamente tratados por el arte y, en particular, por el teatro que tiene a los segmentos más jóvenes de la población como unos de sus principales co-creadores, en tanto espectadores de estas historias ficcionales que, no obstante, manifiestan un carácter especular en cuanto a su vínculo con la realidad.
Son asuntos dolorosos, pero reales, algunos más abiertos en nuestra época y en nuestra cultura, como, por ejemplo, la separación de los padres, pero igualmente complejos en cuanto a su repercusión sobre los hijos y, en general, sobre todos los involucrados; otros, de diferente naturaleza, como el abuso sexual de los menores, precisamente uno de los fenómenos que atiende la obra que provoca estas líneas.
A la selección del asunto, que implica sensibilidad, valentía y eticidad, se suman los méritos correspondientes a la historia que se construye y, en especial, a la forma en que se nos hace partícipes del secreto que guarda Melisa, una de las protagonistas, la razón que la mantiene alejada de la casa en ausencia de la madre, el motivo por el cual se encuentra fuera del hogar, en sus alrededores, a pesar de la llegada de la noche.
El diálogo fresco y el juego entre los niños Melisa y Josué mantienen el tono de la obra. La presencia del tiempo como un factor de interés para ambos brinda la pauta para crear la tensión dramática, que crece con la presunta aparición, fuera de escena, del personaje referido como “el loco del séptimo piso”; así como con las señales horarias que marcan las rutinas de los vecinos, que tan bien conoce ya Melisa.
La puesta en escena del Teatro Paquelé, de Sancti Spíritus, que lidera Pedro Antonio Venegas Lara, y que ha tomado parte en el recién culminado Festival de las Artes, del Instituto Superior de Arte (ISA), presentándose en dos escuelas del barrio El Romerillo y en el Teatro de la Orden Tercera, por invitación de La Colmenita y su director, Carlos Alberto Cremata, es fiel a los objetivos e intenciones del texto.
Un banco de parque con una de sus maderas quebrada funciona por toda escenografía. Sobre él y a su alrededor se tejerá la historia, contada a partir de los recursos más antiguos y esenciales del Teatro. Mediante sus protagonistas, Melisa y Josué, tendremos todos los detalles del ambiente. Por cierto, uno de los retos más serios ha sido la interpretación de la pareja de niños por dos jóvenes actores: la actriz Ilén Bernal Pinto (Melisa) y Carlos A. Delgado Rodríguez (Josué). Pero si alguna duda aún les quedaba, las funciones de la obra ante el público infante y los debates organizados con él han dejado claro la autenticidad de los personajes creados con sumo esfuerzo por Carlos Alberto e Ilén, junto a Venegas en su papel de director artístico del espectáculo.
Ambos intérpretes se desempeñan con verdad y limpieza sobre la escena, a lo que se suma la “química” lograda entre ellos. Tal vez Carlos Alberto pueda interpretar su Josué apoyándose más en los recursos interiores que en los exteriores, su conocimiento y comprensión del personaje y su creencia permiten que Josué aparezca sin dificultad sobre la escena.
Diseño de luces, discreta banda sonora y diseño de vestuario (sobre todo en Melisa) son otros de los logros a destacar en esta propuesta.
¡A las tres…! es una obra necesaria. Ojalá pueda presentarse ante la mayor cantidad de espectadores. Estoy segura de que, entonces, ¡a las tres! iremos todos.
Deje un comentario