Adelaida de Juan: Un legado vivo por siempre / Por Carina Pino Santos


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Fotos: Adolfo Izquierdo.

El pasado martes 8 se realizó un homenaje póstumo a la Doctora Adelaida de Juan, gran pedagoga, prestigiosa historiadora del arte y la crítica cubana con más importantes reconocimientos en su campo a nivel nacional e internacional.

El acto solemne final se realizó en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde Adelaida de Juan recibiera su primer título de graduada, y muchos años después en el 2001 se le otorgara el Título de Profesora de Mérito, y espacio también donde se celebró el 80 aniversario del Departamento de Historia del Arte, al que perteneció por más de medio siglo. El homenaje fue presidido por la Decana de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, el Ministro de Cultura Abel Prieto, y la Vicerrectora del alto centro docente.

“Cientos de graduados, en su mayoría estudiantes de la Facultad de Artes y Letras, nos han hecho llegar sus condolencias”, expresó la Decana de la Facultad de Artes y Letras, quien recordó sus largas décadas al frente del magisterio universitario.

El presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), Miguel Barnet la recordó como “la tierna y leal compañera de Roberto Fernández Retamar, que tantos versos le dedicó”. Fue fundadora de la Uneac, adonde nunca dejó de participar, sobre todo en sus Consejos Nacionales. Y preguntó: ¿Qué le debe el arte cubano a esta singular mujer? Su compromiso intelectual a partir de su raigal pertenencia —afirmó—  y resaltó cuán consecuente fue Adelaida de Juan con el legado martiano. Para concluir, Barnet calificó su obra de pasión, compromiso y entrega.

La Doctora Yolanda Wood, Profesora Titular y Consultante de la Universidad de La Habana, por su parte, resaltó la ejemplaridad de la enseñanza de Adelaida de Juan en un magisterio a la cubana; su fecunda labor investigativa sobre el arte cubano; la relevancia de su conciencia científica y sus sentimientos revolucionarios.

Durante un discurso en que realizó un recorrido revelador de los aportes más trascendentes de la obra de Adelaida de Juan, expresó cómo “superó con su trabajo cualquier concepto del investigador de gabinete o elitista sobre el maestro universitario”.

El sentido tributo tuvo su cierre con un fragmento de la entrevista del programa televisivo Con dos que se quieran, en que la Doctora Adelaida de Juan narra cuándo descubrió su destino de historiadora del arte.

Al conocer de su desaparición física, la comunidad de intelectuales y artistas se honra de haber tenido en su seno a esta gran maestra de la cultura artística cubana que dignificó el saber, la pedagogía y la investigación de las artes visuales.

Mas allá de ello, debo decir que estas breves líneas las escribe quien se considera su alumna de forma ininterrumpida durante cuarenta años. Desde que hace ya cuatro décadas me inscribí, junto a un grupo pequeño de alumnos, en su pionero y fundador Taller de Crítica de Arte en la licenciatura de Historia del Arte. En el camino, continué aprendiendo de ella, ya fuera como lectora de sus libros, como asistente de sus conferencias o como maestrante o doctorante bajo su tutela.

Un día a fines de los noventa, cuando trabajaba como editora de arte de la Editorial Letras Cubanas, me correspondió el deber de atender la edición del que posteriormente sería su libro favorito, al que dedicó más interés y pasión: José Martí: imagen, crítica y mercado del arte. Debo ser honesta y decir que en aquel momento más que redactora profesional, pasé a ser aprendiz de una autora que convertía cada propuesta que le hacía en una enseñanza sobre elementos de la que consideraba la más extensa de sus investigaciones. Casi diez años después de ese intercambio, fue tutora de mi tesis de maestría. Y una década más tarde, hace solo un par de años, la Doctora Adelaida de Juan me regaló, a su edad, con su característica generosidad, lo más precioso que tenía para ofrecer en aquel momento: su tiempo, al aceptar representarme en calidad de tutora de mi tesis doctoral sobre arte.

Ciertamente sé que mi singular condición de alumna permanente mientras viva, no es única, así la sienten otros al igual que yo, como bien lo han testimoniado algunas relevantes personalidades, entre ellas las doctoras e investigadoras Yolanda Wood y Luz Merino Acosta, quienes han fundamentado desde las ciencias sociales, la valía de sus aportes y cuánto influyó en sus trayectorias.

En escasas cuartillas es imposible englobar la contribución de Adelaida de Juan, tan innovadora como extensa, en especial para el arte cubano, latinoamericano y caribeño. Entre sus prestigiosos reconocimientos se halla el haber obtenido el Premio de Crítica Bibliográfica de Arte del Fondo de Cultura Económica de México (1964), el Premio de Crítica de Arte Guy Pérez Cisneros en Cuba, el Premio Internacional de la Asociación Internacional de Críticos de Arte 2016 por la obra de toda la vida y el Premio Nacional de la Enseñanza Artística 2017, galardones todos que con justeza solo hacen notoria y pública la inmensa tarea que, con perseverancia y hasta el fin de su vida, realizara para las artes visuales de su patria y región.  

En el campo de la enseñanza del arte se inició con tan solo 16 años mientras cursaba su bachillerato en Letras en 1947, tal y como escribe en su libro Soy de aquí, presentado durante la feria del libro del pasado año y publicado por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. En esta autobiografía Adelaida de Juan narra pasajes interesantes, anecdóticos, y propios de la intensidad de su bregar en la vida cultural de Cuba.

El camino que la llevó al campo universitario de la enseñanza de la historia del arte pudiera parecer un dado del azar, se halla en el capítulo que titula “Década del 50”, “La Universidad”, donde matriculó Filosofía y Letras. Conforma una anécdota que le gustaba citar con frecuencia. Sucedió durante una tarde de excesivo calor en que al ver cerrada la Biblioteca Central, halló resguardo del sol en el Departamento de Historia del Arte, allí entró invitada por una colega, y escuchó por vez primera a la Doctora Rosario Novoa, una de las más autorizadas Maestras de historia del arte que hayamos tenido en la isla, en una clase de Estilografía. Ese día decidió a lo que se dedicaría el resto de su vida que fue enriquecida, asimismo, con su participación activa en sucesos culturales que atravesaron a la nación cubana y con la asesoría que ofreció a las instituciones del arte y la cultura cubanas.

Recién graduada de la Facultad de Letras con una tesis sobre la pintura, que finalizaba con la pintura abstracta del Grupo Los Once, la más experimental y vanguardista entonces en Cuba, una de sus primeras actividades fue ser la guía de la exposición Antibienal que realizaran los artistas de vanguardia cubanos en enero de 1954, como homenaje a Martí y en respuesta a una bienal de artes plásticas enviada por el dictador español Franco a Cuba, durante el gobierno de Batista.

Sus estudios no finalizaron como alumna de la Facultad de Letras, y pupila de la Doctora Rosario Novoa, y Luis de Soto, fundador en 1952 del primer Departamento de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, en G y Zapata. A mediados de los cincuenta, hizo varios cursos, estudió inglés en la Universidad de Columbia e hizo cursos en La Sorbona, la Universidad de Londres y un seminario en la Universidad de Yale,  siempre junto a quien sería su compañero toda la vida, el poeta y ensayista, Roberto Fernández Retamar. Sus estudios en Cuba, Europa, Estados Unidos, y América Latina, que ampliaría con itinerarios por acreditados museos, así como encuentros, diálogos y amistad con prestigiosos escritores, artistas y críticos de arte de talla mundial de la segunda mitad del siglo XX, nutrieron una erudición peculiar en arte, fácil de constatar si leemos la decena de libros que publicó, y vívida para los que asistimos a sus conferencias, talleres y actividad pedagógica en general. Sabiduría que, por cierto, sus alumnos recibimos siempre desde una sobriedad distintiva, así como desde aquella su modestia, templada en la convicción de que toda indagación intelectual no es cerrada y aún nos queda mucho más por aprender.

Como se sabe, la historia del arte es una disciplina de las ciencias sociales que en la actualidad se ha abierto a la multidisciplinariedad. Luz Merino Acosta, una de las expertas que más ha estudiado su obra, alertaba cómo Adelaida de Juan, Profesora Titular, Consultante de Historia del Arte y Profesora de Mérito de la Universidad de La Habana “ha potenciado nuevas miradas y ha abierto ventanas a campos del saber, con lo cual se ha convertido en una contribuyente al concepto ampliado de la disciplina”.

Fue innovadora en un medio que, por fuerza de la tradición, ha sido ortodoxo y resistente desde las convenciones, como es el de la academia o ámbito universitario. Desde allí Adelaida de Juan fue fundadora de la enseñanza de la crítica de arte en la carrera de historia del arte, cuando creara por vez primera, el Taller de Crítica de Arte, que ya he mencionado. De ella aprendimos una lección de ética incondicional del historiador del arte, y sobre todo que la crítica no es teoría, ni clase metodológica, sino ejercicio de saber, creatividad, y criterio fundamentado. Solo años después, algunos de nosotros supimos en realidad la verdad de aquellas bases. Fue cuando debimos enfrentar el papel en blanco y el duro oficio de la escritura misma documentada en  el afán investigativo y la apreciación individual. A la distancia, algunos de sus alumnos son hoy directores, curadores, profesores y críticos en prestigiosos centros en Cuba y el extranjero.

Por mi parte, estoy segura que la inmensa mayoría no hemos olvidado aquel aprendizaje iniciático cuando en su aula, entrecruzamos investigación, apreciación y debate bajo su tutela.

El lector podrá decir que estos aportes ya son suficientes. Mas no terminan ahí.

En los años sesenta, convocada, como en tantas ocasiones, a un equipo de investigación multidisciplinario, se le dio la tarea del estudio del primer cuarto del siglo XX a Adelaida de Juan. Cuál no sería la sorpresa en el grupo cuando la Doctora planteó que estudiaría la Caricatura como una de las artes visuales y al Liborio de Ricardo de la Torriente. Con paciencia y papelitos recortados fichó un cuarto de siglo del personaje Liborio en la Biblioteca Nacional, algo que debe ser contado a los jóvenes nativos digitales que desconocen nuestra anterior era analógica. Fue una investigación afanosa que derivó en una asignatura totalmente nueva hace casi cuarenta años, demasiado moderna para algunos entonces, que no tardaron en declarar sus dudas. Lograr que le aceptaran tal conquista fue toda una eficaz trasgresión de la que seguiremos siendo deudores en la cultura cubana. A su rigor investigativo debemos, por tanto, la enseñanza y sobre todo el conocimiento más exhaustivo de la caricatura y la gráfica humorística de la República en Cuba que se haya realizado hasta hoy.

Por cierto, al respecto, la Doctora Yolanda Wood, durante su reciente intervención en el Aula Magna, recordaba cómo introdujo asignaturas que supo integrar a la estructura pedagógica, de forma orgánica y metodológica e igualmente cómo inauguró un campo inexplorado con su estudio de la caricatura, la pintura y gráfica de la Revolución Cubana y los estudios fundacionales del arte de Latinoamérica y el Caribe. 

Una mirada a su magisterio y obra investigativa evidencia cómo Adelaida de Juan dignificó internacionalmente una producción de saber sobre el arte cubano, latinoamericano y caribeño.

Su labor se extendió como experta de arte latinoamericano en la Unesco, París. Presidenta de la Sección Cubana de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA) en 1987. Conferencista en universidades de Europa, Estados Unidos y América Latina. Miembro de Jurados en Bienales latinoamericanas. Fue asesora del Consejo Nacional de Artes Plásticas, colaboradora del Centro de Estudios del Caribe de la Casa de las Américas y  miembro del Consejo Artístico del Museo Nacional de Bellas Artes.

Sus publicaciones abarcan casi dos decenas de libros y reediciones que van desde contribuciones didácticas para una vasta población como Introducción a Cuba: las artes plásticas hasta su último libro publicado y presentado por ella: Visto en la Casa de las Américas, un trayecto de ediciones durante cincuenta años en que con rigurosidad se adentró en las disciplinas del diseño y el humor gráfico, la pintura y grabado coloniales en Cuba, la caricatura, la pintura, la fotografía y la gráfica en el período revolucionario, la historiografía del arte cubano en general, el discurso de las artistas mujeres en la plástica cubana, así como protagonistas del arte latinoamericano, entre otras temáticas.

En el Aula Magna escuchamos a la Doctora Yolanda Wood finalizar el acto diciendo: “La comunidad universitaria la abraza para despedirla”.

Pero sabemos que se trata solo de una despedida física, Adelaida de Juan está en nosotros mientras vivamos seis generaciones de sus alumnos, y muchas más promociones de historiadores del arte egresadas después de la Revolución, hoy insertadas en las instituciones patrimoniales, promocionales, comerciales, editoriales y en galerías o que desarrollan con honestidad y reputación una vida intelectual y artística fuera de la Isla. La recordaremos en nuestras investigaciones, estudiantes y doctores, aficionados y estudiosos; es posible que al evocarla, hallemos respuestas para las experiencias en nuestras profesiones en el campo del arte, y cuando ya no estemos aquí, ni siquiera los que son hoy muy jóvenes alumnos, permanecerá su legado, sus libros y publicaciones, una construcción sólida de saberes que dejó para que otros prosigan abriendo ventanas hacia la sensibilidad creativa, las artes, y la cultura.


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