“Yo quisiera que mi cuadro fuera un poema, eso es lo que busco en la pintura: hablar en metáforas…” Adigio Benítez
Un gran amigo y enorme ARTISTA cumpliría, este 26 de enero su Centenario. Imagino la alegría, entremezclada con su sencillez nata, su pasión creativa y su candor siempre juvenil, a la hora de apagar las velas del pastel de aniversario en su hogar habanero. Es triste saber que no está, físicamente, aunque late dentro de todos nosotros, y su obra brilla, habla por él y de él, desde todas sus dimensiones, con esa cubanía y amor por la Isla que le vio nacer hace 100 años.
Adigio Benítez (Santiago de Cuba, 1924- La Habana, 2013), Premio Nacional de Artes Plásticas en 2002, fue un creador inolvidable, cuya vasta y original obra, entre poesía y pintura, traduce un lenguaje legible donde dialogan lo verosímil y lo increíble, como evidencia de que en el arte existe una integración dialéctica, y un condicionamiento recíproco entre lo imaginado y la realidad vivida.
Pintor, profesor de la ENA y el ISA, poeta, diseñador, ilustrador, dibujante/caricaturista –fundador del periódico Granma-, Adigio Benítez, quien en el 2003 alcanzó también el Premio Nacional de Enseñanza Artística-, nos legó una obra muy diversa, que construyó, incansablemente, hasta el final de sus días. Rastreando la historia, detrás de los cuadros, se transparentan los recuerdos vividos en el arte. En Adigio Benítez, la pintura surge unos años después de haber realizado sus primeros dibujos políticos. Hacia 1949, cuando salió de la Academia Nacional de Bellas Artes de San Alejandro, comienza a trabajar en el periódico Hoy, en el que ya había colaborado antes. Aunque ya en 1946 había dejado sus marcas artísticas en el periódico La voz del pueblo, de Santiago de las Vegas, y en el suplemento Mella.
Durante los primeros años de la década de los 5O, Adigio estaba “confundido en cuanto a qué hacer en la pintura, y pasaron algunos años para poder encontrar mi camino", me dijo una vez. Su primera etapa estuvo marcada por un contenido social fuerte, y pintaba bajo la influencia del realismo. Algo que coincidía con su etapa de caricaturista, primero en el periódico Hoy, y más tarde en el diario Granma. Para el creador era "retomar la herencia de los pintores Carlos Enríquez, Víctor Manuel, René Portocarrero y Eduardo Abela, que fueron sus maestros". Aparecieron las figuras de hombres del pueblo, las clases humildes, las familias negras, los campesinos y los trabajadores. En ellos, buscaba la forma de representar, con dignidad, esas personas para rehabilitarlas entre tanta miseria y dificultades.
EL REALISMO PROTAGONISTA
Desde el comienzo, el realismo fue protagonista de las historias pictóricas de Adigio Benítez. A partir de ese instante, la figuración respondió a las exigencias temáticas. La línea, la perspectiva, el trazo, el encuentro de personajes divinos, históricos, simbólicos... constituyeron elementos básicos del arsenal creativo del artista que dominaba su espacio. La serie de Papirotes tuvo las primeras manifestaciones en 1965, y tres años después, exponía algunos de estos trabajos, en pequeño formato, en la exposición Papiros de La Habana. Con estas piezas trataba de encontrar imágenes más cercanas de la fantasía que las figuras normales, aunque seguía siendo una visión de la realidad donde se desenvolvía. Todas las personas, animales o cosas estaban convertidas en papel. En realidad, sus originales papirotes resultan la corporeización del trabajo manual que le sirvió de fuente de inspiración.
A partir de la década de los 90, del pasado siglo, irrumpió en sus creaciones –cada día más jóvenes y atractivas-, un abanico de temas variados: leyendas fabulosas, bestiarios, criollas mujeres injertadas en el tiempo que hablaban con esos seres de papeles doblados (sus papirotes), llegados posiblemente del ámbito infantil. Toda una mezcla y un juego expresivo de la imagen, permeado de fantasías/recuerdos que lo impresionaron alguna vez. Luego, uniría sus papirotes con figuras reales donde conjugó realidad/irrealidad, de manera original y personal, para alcanzar muchos elogios y distinciones.
El estilo del artista se fue moldeando por este tiempo, por una figuración muy personal donde mezclaba esas representaciones que denominó papiroplexia (un juego con las formas como si fueran en papel ), con apropiaciones algo que “me permite reunir imágenes de diferentes culturas y épocas en función de una visión de la postmodernidad que parte de la unión y la confraternidad, no del fin de la historia, como se ha interpretado ideológicamente a esta tendencia, sino de una apropiación más universal de la misma desde la contemporaneidad".
Mucho más compleja de lo que podría parecer a primera vista, su fascinante obra opera a partir casi siempre de la yuxtaposición y, por tanto, de las alteraciones de todo orden que con este tipo de contactos se producen. Ya no es tan sólo el hecho de extraer algo de un contexto para otorgarle nuevos significados, sino que estos aparecen también en función de su nueva colocación. Son trabajos con rasgos del surrealismo, el neo expresionismo, el arte óptico y el cubismo, en los que ordena un estilo diverso de armonía y metáforas. Pinturas y dibujos por los que campean fábulas de color, frescura, ligereza en el trazo y mucha imaginación. A veces –solía decir el maestro- oigo música y me digo: quisiera que en mis cuadros los colores tuvieran esa relación, como la que tienen las distintas notas, compases que se repiten y van en aumento, y luego descienden. Quisiera que mis colores y la composición de mi obra, sus líneas, fueran como esa música.
De esas aventuras infantiles sobre el papel plegado se nutrieron las obras, que alcanzaron también la lírica, donde nos dejó cuatro libros publicados. En un poema de aquel tiempo, el pintor-poeta explicaba, entre versos, su quehacer: “...Ingenuidad sin duda dislate de un adulto / apegado en exceso a ser un cuasi niño / un modo digamos de querer dilatar / aquella infancia de memorable agrado...”.
¿POETA? ¿PINTOR? ¡ARTISTA!
“…Si el pintor pudiera escribiría/ todo el alfabeto sobre el amor.../ la primera palabra / amor / la última palabra...”.
Este verso, del poeta Adigio Benítez, daba la bienvenida en una original exposición, que bajo el título de Amores imposibles y otras pinturas, iluminó la galería La Acacia. Allí, sílabas y letras de sus poemas –pues, escribía a la par que pintaba, siempre-, se “vistieron” de formas y colores en aquellos divertimentos, en los que el artista jugaba con las metáforas sobre el lienzo, y manifestaba una inmensa capacidad para rejuvenecer. Porque su pintura, cada vez más fresca, ligera en el trazo e imaginativa, causaba la admiración de quienes se acercaban a ella. En los cuadros (acrílicos/tela) volvía a conjugar modernidad, y otros estilos grecolatinos, precolombinos y de otras épocas, con detalles de maestros como Rubens, Picasso, Diego Rivera, Frida Kahlo, Botero…, que universalizaban sus creaciones, además de manejar una suerte de intertextualidad apoyada en el extrañamiento, el anacronismo necesario y una dosis sutil de humor. En ellos, el amor irrumpía de súbito en paisajes exóticos, leyendas fabulosas, en las que mujeres criollas o extraídas de otros contextos -incluso de la Historia del Arte- e injertadas en el tiempo, hablaban con seres de papeles doblados (papirotes), elemento muy personal y omnipresente en su quehacer plástico, surgido en épocas anteriores cuando el artista buscaba una expresión que contuviera un lenguaje metafórico.
Mezcla de estilos, juego expresivo de la imagen permeado por fantasías y recuerdos transparentan estas historias del creador, donde no existe un solo suceso que no haya sido sacado de la cotidianeidad vivencial; pero con gran destreza intelectiva, sintetiza estos fenómenos contextuales y los transforma en temas que hacen trascendente su obra, en tiempo y espacio.
Él llegó a un punto tal, que entre el trabajo poético y el plástico no podía elegir uno por encima de otro, pues aunque argumentaba que la plástica era de mayor volumen y más permanente, "todo salía de uno. Y lo que diga en poesía debe ser más o menos lo mismo que la pintura. Tengo, en definitiva, un gran concepto de la poesía, siento admiración por ella. Me gusta traducir en palabras también esas cosas maravillosas que se dicen con el color".
La posibilidad de que un día se agotara la creación artística de Adigio Benítez era prácticamente imposible. La realidad circundante fue tan vasta para él, como prolíferas las ideas que cruzaron por su mente, y habilidosas las manos con que ejecutó, en vida, la acción pictórica, poética, ARTISTICA, en mayúsculas. Así es la obra, inmensa, que nos dejó Adigio.
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