AGUSTÍN LARA EN LA HABANA. ANIVERSARIO 90 DE SU PRIMERA VISITA.


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Agustín Lara visitó varias veces La Habana, la primera vez lo hizo hace 90 años, justo en 1933, invitado por Ernesto Lecuona, líder musical en México. En esa primera visita arriba Agustín Lara con Pedro Vargas y María Fernández.

En esa fecha ya Lara era reconocido, trabajaba con el tenor Juan Albizu, tenía en la radio un programa llamado “La hora íntima de Agustín Lara”. En Cuba ya Pablito Quevedo (primer divo de Cuba), había cantado canciones de Agustín con la charanga de Antonio María Romeu.

Internacionalmente se vivía la era de triunfo del son-pregón “El manisero” de Moisés Simons, en la voz de Antonio Machín con la Orquesta de Justo Don Azpiazu.

            ¿Qué pasaba en La Habana en ese entonces?

En lo musical, sonaban en la radio, cines y teatros: el danzonete de moda, dominaba la pista Pablito Quevedo con la canción de Campanitas de cristal (Rafael Hernández), junto a la charanga de Cheo Belén Puig. Entonces los empresarios aprovechan las controversias entre Pablito Quevedo, Fernando Collazo –otro gran ídolo de multitudes–, Abelardo Barroso, Alberto Aroche, Joseíto Fernández, Paulina Álvarez, Joseíto Núñez, Barbarito Diez.

 Los tiempos en que Lara visita Cuba no eran los mejores, el horno no estaba para galleticas, acontecían los sucesos del “Machadato”, la crisis mundial económica era parecida a la que ahora se vive en el mundo. Total, que en los momentos finales, la embajada sentimental mexicana tuvo que regresar a México precipitadamente en un barco de carga, según me contaba el desaparecido  poeta Sigfredo Ariel.

Lamentablemente era la primera salida de Lara fuera de México, mientras su compañera Ana María Fernández al llegar a su tierra abandonó su carrera artística, parece ser que la experiencia fue demasiado violenta para ella.

Pero los vendavales pasan y entonces viene la calma, en 1938 (hace 65 años) regresa Lara a La Habana, en una atmósfera más amable y propicia, ya dominaban internacionalmente: el bolero, la conga, la rumba, el son, la guaracha y el mambo de  “Nuevo Ritmo” a la manera de Arcaño y sus Maravillas, (Pérez Prado cocinaba su mambo espectacular en los cabaret habaneros con La Casino de la Playa), la bomba atómica de la música mundial todavía no había sido lanzada, faltaban diez años.

Revisando la prensa de la época, me encuentro con una revista “Carteles” del 14 de febrero de 1938, hablando de la estancia de Lara en La Habana, en viaje hacia la conquista de París. En unas horas de escala dialoga –cerveza de Cristal por el medio- con el periodista Luis Gómez Vanguermet y otros colegas conocidos, a quienes revela el mexicano su amor por Cuba. “Es lamentable pasar con tanta prisa por esta amable ciudad de encanto. Es un cielo precioso, luna de maravilla que extasía a cualquier artista”.

Al reportero Arturo Ramírez, Lara le cuenta de sus últimas novedades: “Estoy preparando dos músicas para filmes de Hollywood: “Habana y Buenos Aires”. También estoy promoviendo mis composiciones: “Lamento español”, “Chula”, “Mía no más”, “Rumba”.

Finalmente, el compositor aceptó posar bajo un farolito que alumbra apenas en un balcón del Hotel Inglaterra y de fondo, el Capitolio.

Para el regreso ya Lara traía nuevos aires de éxito, el periódico “El Mundo, de larga tradición anuncia: “Ha arribado a tierras cubanas Agustín Lara, sin discusión el más destacado de los compositores que cultivan el bello arte de la hermana República”.

“Al regreso de Francia –dijo el cantor- La Habana siempre me abre sus brazos y no soy ingrato: ahí están mis composiciones: “Sueño guajiro” y “Coplas”, que nacieron en la inmensa pradera del Yumurí”.

En julio de 1951 vuelve Lara, ya era una figura mundial: Había sido esposo de María Félix, contaba con honores internacionales, en España le habían obsequiado una mansión en agradecimiento del estado español por sus canciones: “Granada”, “Madrid”, “Toledo”, “Sevilla”, bellas postales dedicadas a ciudades inmortales de la península.

En Cuba ya eran populares “Arráncame la vida”, cantada por Abelardo Barroso con La Sensación, “Palabras de mujer”, “Veracruz”, “Lamento jorocho”, en la voz de Toña la Negra en sus visitas a Cuba.

La Bodeguita del Medio (Cuartel General de la bohemia habanera) estaba a punto de reestrenarse, Lara tenía mucho interés en conocer al trovador Sindo Garay, máximo difusor del bolero cubano creado por Pepe Sánchez, en 1883 en Santiago de Cuba.

La intelectualidad cubana lo lleva a La Bodeguita para que tuviera un encuentro con el faraón de la trova y el bolero cubano.

En el famoso restaurante le informaron que, casi a diario, después del mediodía, visitaba el recinto, aunque hacía unos días que no iba por allí. De repente, casi mágicamente aparece el trovador santiaguero.

Después de las presentaciones de rigor, el dueño, Ángel Martínez, expuso la infinita satisfacción de todos los asiduos de la tertulia de Bodeguita por la visita de tan distinguida personalidad; se inicia una amena conversación, en la que participan, junto al agasajado, Leandro García, Mario Kuchilán, Felito Ayón y la madre de Bola de Nieve Inés Fernández.

Conmovido Lara se pone de pie y estrecha a Sindo en un abrazo, al tiempo que dice: “Maestro, no sabe lo que significa para mí este encuentro. Poder platicar con Ud., uno de los iniciadores del bolero. Es un deseo que desde hace mucho anhelaba.” 

Sindo visiblemente conmovido, respondió con expresivas palabras el atento saludo del visitante. Se encontraban frente a frente dos monarcas “monstruos sagrados” del bolero; justamente en el momento en que se evidenciaba una aguda polémica entre la prensa cubana y mexicana acerca de la paternidad del bolero. Ese tema, para atizar la polémica, lo puso sobre el tapete nada menos que el periodista Guillermo Villaronda del diario “Alerta”.

Agustín Lara le confesó a Sindo que cuando trabajaba como pianista por la zona de burdeles de Veracruz, le llamaban enormemente la atención los boleros de Sindo que escuchaba en boca de los marineros cubanos con un ritmo y una melodía novedosa. “No hay dudas maestro, que el bolero es una derivación de los geniales trovadores como usted, no se puede negar su condición”.

Lara reconoce que varias de sus composiciones delatan la presencia de los ritmos cubanos. En la canción “Sueño guajiro” (1939): “Sueño con un amor que nazca en Veracruz/ y muera en Yumurí…/ Nace con tu mejor vaivén/ un canto a Caibarién…/ “

Para sellar el debate, Sindo le cantó a Lara la composición “Cubana insigne”. Entonces Agustín cantaba su antológica “María bonita”, Sindo le replicó con “Tardes grises”. Los fotógrafos y periodistas se dieron banquete en este encuentro. La Bodeguita conserva en sus paredes una foto de ellos para la historia.

En junio 1952, Agustín Lara se presenta en el fastuoso cabaret Montmartre de La Habana con una orquesta de violines. Interpreta “La cumbancha”, un homenaje a la percusión cubana, “La clave criolla”, “Sueño guajiro” y el danzonete “Pobre de mí”.

En el Festival Afrocaribeño del 2001, en Veracruz, visité el Museo de Agustín Lara, frente al Malecón donde encontré fotos de Agustín Lara y Sindo Garay, Ernesto Lecuona amigo de Lara de los años y otros clásicos de la música cubana. También lo observé en la cantina de Tobías. Dentro del Museo de Lara, conversé con la última esposa de Lara, me reveló que “Agustín tenia a Cuba como su segunda patria, la relación entre los dos pueblos es muy apreciada”.

Por ese motivo el Centro Histórico decidió colocar una estatua de Agustín Lara, frente a la Alameda de Paula, en La Habana Vieja, esa que tantas veces recorrió Lara en su etapa de oro, en busca de la esencia de las flores. Lara, desde la Alameda de Paula mantiene su vista hacia el puerto de Veracruz, como un vaso comunicante, por el mar del Golfo de México. 

 -Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino, ​ (Tlacotalpan, 30 de octubre de 1897-Ciudad de México, 6 de noviembre de 1970), conocido de forma simple como Agustín Lara, fue un cantante, compositor y actor mexicano. Dentro de la música, se especializó en el género de bolero. También se le conoció con los apodos de El Músico Poeta y El Flaco de Oro.

(Crónica tomada del libro en espera de edición de Rafael Lam: “Cuba y México en La Habana bohemia”.)


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