Alain Daniel «Todo lo que quiero es cantar hasta que se me agote la vida» (Parte II y final)


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Pal caldero mi gente

 

«El secreto está en el garbanzo. Es la hora de echarle los hierros y dejarlo cocinar a fuego lento y le agrego tomate natural. No debe estar muy blando, debe quedar al dente; yo los cocino con poca agua y después los enjuago y reservo el caldo para otras comidas. Yo no bebo, pero a tu salud, voy a tomarme una limonada frapé».

 

En el Parisien me presenté a una audición para ser cantante del show. Había un tribunal calificando a los cantantes que estaban aspirando a la plaza. Rafael Hernández, el director general y Osmundo Calzado, su director musical entonces, estaban en el tribunal, entre otras personas.

 

En una primera conclusión casi todos determinaron que yo no clasificaba, pero fue la sabiduría de Rafael la que me abrió las puertas.  Que vio en mí, no te lo puedo decir, lo que si es cierto es que su olfato para descubrir cantantes no le falló.

 

El cabaret, el mundo de las grandes producciones musicales, de tantas bailarinas, figurantes, músicos y lentejuelas es fascinante. No recuerdo quién me dijo que el cabaret era al cantante lo que el teatro al actor.

 

¿Qué me aportaron esos cinco años que estuve en el Parisien?, muchas cosas que hoy me son fundamentales. Lo primero es que aprendes a delimitar, dominar y a usar racionalmente tu espacio en el escenario y a respetar el de las otras personas que están en la escena.  Cómo llegar hasta la persona más alejada del escenario y hacer que te vea, que sienta tu presencia. Intuitivamente creas en tu mente un mapa, un esquema –si así se puede llamar—de lo que te rodea.

 

Allí conocí a varios de los grandes cantantes cubanos del cabaret, Rey Ríos, Juan Carlos Estrada y Duany Antonio. Fíjate si Duany era un gran cantante que Juanito Formell le habló para que entrara en los Van Van. A él le agradezco muchas de las cosas que aprendí como cantante profesional de cabaret.

 

El Parisien me abrió, además, las puertas del mundo. Era una época en que esas producciones tenían mucha demanda para públicos distintos y allí estaba yo viviendo y aprendiendo –cosa que no he dejado de hacer—todo lo que pudiera.

 

Tú sabes que en el cabaret cuando termina el primer show por norma general los que participan se van; yo me quedaba, lo mismo escondido tras las cortinas que en un conducto que no se usaba del aire acondicionado para ver a Alberto Herrero, a quien llaman el Rey de las noches habaneras. Me interesaba como él manejaba y jugaba con el público, un público que no siempre era el ideal y como desplegaba sus recursos musicales y su simpatía para hacer sentir bien a los asistentes.

 

Ya para ese entonces yo había escrito mis primeras cosas. Aquellos temas estaban más cerca del sonido boricua –una de las primeras figuras que graba mis temas es Lucecita Benítez– y había quienes pensaban que yo era puertorriqueño. Mis canciones estaban cerca de un sonido romántico, muy al estilo de esos años.

 

Saltar del cabaret a la música popular bailable tuvo sus inconvenientes. Bamboleo, la orquesta que dirige Lazarito Valdés fue el final y el comienzo de un nuevo camino en mi carrera profesional, de un punto de giro.

 

Lazarito había visitado el Parisien alguna que otra vez, y en una de ellas me envió un mensaje y estuvimos conversando ampliamente hasta que salió su propuesta de unirme a su orquesta en calidad de compositor y voz masculina.

 

En resumen, que a punto de salir a cumplir un contrato en Portugal voy a ver a Rafael Hernández y le pido mi baja del show pero me la niega ante una realidad que para ese entonces yo desconocía: las obligaciones de los contratos firmados. Debía girar con el show por seis meses en Europa, en un gran casino en Portugal, en específico el Casino Royal da Figueiras. Mi primera reacción fue enojarme, pensé que me estaban limitando mi carrera profesional, mi desarrollo como cantante, pero la vida me tenía preparada una buena sorpresa.

 

Rafael, sabiamente me dijo: si a él le interesaba tu presencia en su orquesta te va a esperar—no le faltó razón—y además de eso reforzó mi trabajo en el show. Aquella experiencia volvió a darme luces sobre lo que debía hacer en el futuro y me permitió centrarme más en una forma de componer cercana a nuestra realidad, pero sin perder el toque ese me estaba definiendo, caracterizando.

 

El CasinoRoyal da Figueiras era un desfile de artistas internacionales de alta demanda. Hacerte una lista sería interminable, pero el beneficio a mi carrera fue inmenso; mi mayor recuerdo fue que en ese lugar vi en concierto a Pablo Milanés, con quien canté años más tarde en mi disco Vivencias, uno de mis sueños materializados.

 

Seis meses después, sin deshacer las maletas, llamé a Lazarito y no me dejó terminar: «Mañana temprano en los ensayos».

 

Mirando en retrospectiva mi estancia en Bamboleo puedo decirte que fue una buena decisión. Yo entro a esa orquesta cuando ya Vania Borges estaba embarazada y a unos meses de salir, para sustituir al Gafas y para componer temas para la orquesta; antes te dije que había escrito algunos temas dentro de la cuerda de la salsa romántica muy a lo Puerto Rico y aquí sale el provecho de la estancia en el Casino, y es que pude redefinir mis composiciones en función del bailador y del público cubano.

 

Bamboleo en ese momento era una de las orquestas no solo de gran popularidad en Cuba, sino que tenía una alta demanda internacional; había grabado un disco con el grupo Temptation y ese disco mereció un premio GRAMMY y junto a Maraca y su grupo estaban siempre en el circuito musical de los Estados Unidos en aquellos años.

 

Con ellos viajé por vez primera a los Estados Unidos, donde se abriría el mercado más importante para mi música posteriormente; allí los temas que escribí fueron éxitos y me acercaron al bailador cubano, a la gente común y conocí casi todos los festivales de jazz del mundo.

 

Pasé del anonimato del cabaret a ser conocido y escuchado por decenas de personas. Y mientras duró esa etapa de mi vida profesional no dejé de aprender y prepárame para el futuro.

 

Antes te dije que desde adolescente la vida me obligo a renunciar a determinadas cosas, primero por causas económicas, después esa disciplina se extendió a otras; así que mientras mis compañeros de orquesta –lo mismo que en el show del Parisien—se dedicaban a recorrer lugares o simplemente a gozar la vida, yo estaba pendiente de cultivar la amistad de los músicos o cantantes que fuéramos encontrando en las giras, de entender sus motivos y sus formas de trabajar. Ello me permitió y me permite tener grandes amigos músicos y cantantes, algunos a los que consideraba y considero mis ídolos.

 

Volviendo a Bamboleo. A mucha gente le chocaba el timbre de mi voz, muy parecido al de Manolín «El médico de la salsa», que para ese momento se había radicado en los Estados Unidos; algunos llegaron a tildarme de imitador y no me aceptaban pero yo no tengo la culpa de que nuestros timbres se asemejen, pero de ese parecido también saqué ventaja profesional.

 

Él era un fenómeno que dejó una legión de seguidores en Cuba, marcó una pauta musical de los noventa, eso todo el mundo lo sabe, pero poco a poco se fue imponiendo mi personalidad, mi estilo. Poco a poco fui ganando seguidores, pero también el parecido me acercó al público de Manolín que estaba desorientado.

 

Muy en el fondo, en un principio me sentía mal por la comparación, además las influencias más cercanas que tenía entonces eran las de Issac Delgado y de Pablo FG. ¿Tú sabes quién me abre los ojos?, José Luis Cortés; una noche me dijo una frase lapidaría: «Chama, los tres tenores se parecen, cantan los mismos temas, pero Pavarotti es Pavarotti, Carrera es Carrera y Plácido es Plácido». Después de esa conversación me olvidé de las comparaciones, de los comentarios y seguí adelante con mi personalidad, mi carrera y mi voz.

 

Con esa certeza en el año 2005 me lleno de valor y hago mi orquesta. Para ese entonces ya estaba listo para el gran salto, para completar el sueño de ser un gran cantante o al menos un cantante con decoro, al que la gente conoce y sigue.

 

Una pizca de pimienta

 

«Esto se come con unas rodajas de pan, si es integral mejor. Aquí en mi casa mi esposa y mi hija menor se alegran el día que cocino; no lo hago con frecuencia, pero la cocina me ayuda a organizar ideas. Aunque lo único que se cocinar son los garbanzos y hacer tortilla de cebolla; en lo demás me enredo. Ya falta poco».

 

Escribo canciones desde los trece años, pero eran cosas de adolescente enamorado, eso nos pasa a todos; ahora, componer con seriedad y con rigor… en el mismo momento en que me acerco a la televisión.

 

En el programa Sabadazo escribí parodias para el grupo Pagola la paga y para el personaje de Gustavito. Más que parodias lo que hacía era desbaratar canciones. Después en el grupo Cuchilla estuve un tiempo haciendo efectos en el teclado. En honor a la verdad yo nunca he sido chistoso o cómico.

 

Pasa el tiempo y comienzo a escribir para agrupaciones más conocidas como  Charanga Habanera, Clave y Guaguancó; para Tania Pantoja, después Haila también me graba un tema lo que agradezco: Esto me sabe a Cuba, sumado a Solo Dime, ambos en su disco Diferente.

 

Esto sin abandonar mi trabajo en Bamboleo. A mi favor te puedo decir que haber estudiado música me permitió y me permite dominar los resortes que pueden hacer popular un tema o simplemente conocido. Hay que tener presente que no todos los temas que uno escribe o graba después son populares, pero se deben promover. Esa es la obra que uno va haciendo y dejando para la historia.

 

El resto de mi carrera como compositor la he hecho con mi orquesta que es donde he volcado todas mis energías y aquel aprendizaje de años anteriores. Yo creo que he tratado de hacer y escribir temas con algo de dignidad, con decencia y sobre todo pensando en quienes los han de cantar y bailar. Ellos merecen todo mi respeto.

 

Te digo eso porque el pan nuestro de cada día en algunas conversaciones que tengo con colegas, con productores y con mis amigos y familia es la calidad de lo que se escribe y se difunde hoy en Cuba.

 

Tengo muy claro que hay música buena y música mala a disposición del público. La música, lo mismo que muchas cosas en la vida, se puede dividir en mala y buena; estos son tiempos de mucha música muy mala, aunque la puede rondar la buena música.

 

En el fondo creo que hay un problema de lagunas culturales, de falta de una cultura elemental. No hay que ser un hombre muy culto, se trata de superarse uno mismo cada día. Ese mal escribir canciones es el cáncer que lastra hoy a nuestra música.

 

Sencillamente se trata de tener un mínimo de información, de sentir respeto por el idioma. No es que hay que leer el Quijote, solamente con leer de vez en vez un libro, aunque sea una novela menor, se acumulan vivencias que después se transmiten.

 

Yo, por ejemplo, lo que más disfruto leer son libros de historia, no solo de Cuba, sino toda la historia que pueda. También me encanta leer temas de política y actualidad; eso no es todo, pero me permite tener una idea de cómo funciona el mundo que me rodea a la hora de escribir un tema. Eso aplica para todos los géneros de hoy en Cuba. Eso aplica al conocimiento de nuestra historia musical.

 

Hay que saber que existió Enrique Jorrín, que hubo una orquesta llamada Riverside con un cantante como Tito Gómez, que existió Sindo Garay, aunque no te guste su música; pero si no lo sabes entonces estas desorientado y eso se refleja en lo que compones y esa ausencia de historia la transmites al público. No saber de dónde venimos es fatal; un hombre sin dominio de su historia anda en tinieblas por el mundo.

 

No se trata de una canción que esté rebuscada, esa no es la mía; se trata de una canción que satisfaga las expectativas de quien la escucha. Si escribes al estilo de Buena fe tienes un público que consume esas imágenes –me cuento entre ellos— pero cuando escribes para el bailador debes aplicar otros resortes, que además de la picardía deben ser imágenes suaves, pero sin perder ese toque poético cotidiano. No se trata de ser vulgar o demasiado directo para decir algo, es simplemente saber decir con mesura. Un buen ejemplo de eso hoy es Tony Ávila. En el fondo se trata de matices. La inteligencia en la canción bailable de hoy pasa por saber combinar movimiento de pies y cintura con un pensar.

 

En resumen, se trata de un facilismo que involucra a todos los géneros de la música cubana y eso es malo para el futuro. Lo peor es que se está haciendo masivo; pensar que «eso es lo que funciona» no es el camino correcto.

 

A comer

 

«Aunque hago ejercicios rompo la dieta cuando se trata de garbanzos fritos. Te sirvo en plato hondo o en taza y dime si quieres dos o tres rodajas de pan para mojar en la salsa como decía Irakere. En plato hondo mejor… y dime cómo quedaron. Dejemos que se refresquen un rato».

 

Pensando, en voz alta, te puedo decir, mejor afirmar; que yo estoy orgulloso del lugar en que he nacido. Del solar en que nací, de la casa en que viví, de la familia que tuve y la que tengo. Estoy muy orgulloso de esta tierra, de esta ciudad en la que vivo; de sus gentes; de la historia musical que me precedió y de la que vivo, aún con las cosas que te señalé.

 

Tenía muchas ganas de tener una bandera en el carro y se la regalé a mi hija, después de explicarle su importancia. Por mi carrera, mi trabajo, voy de una punta a otra de la isla y cuando veo a un guajiro labrando la tierra o a la señora de la esquina con su mazo de collares orgullosa de su negritud o de su mestizaje o a un joven tatuarse la bandera cubana en el hombro o en la espalda, siento mucho orgullo y una felicidad inmensa.

 

No importa lo que seas profesionalmente, si eres capaz de transmitirle a los tuyos ese orgullo entonces eres un gran cubano.

 

Yo he vivido la cubanía, o lo cubano para serte honesto, desde el cabaret que la explota para que nos conozcan, de tener un amigo como José Luis Cortés un cubano especial, o de haber cantado con Pablo Milanés la gran voz de mi Cuba, creo que es un genio de nuestra música, es alguien que no es de esta dimensión. ¿Qué mejor manera de expresar lo que somos que esa?

 

José Luis Cortés, el Tosco, no solo es un cubano de verdad, es un genio al que la cultura cubana y la música en general le deben muchas cosas; quien lo conoce sabe que para él lo más importante es ser una buena persona y siento que va siendo hora que se lo reconozcamos. Su legado nos lo está dejando en vida por su singularidad.

 

Cubana es la salsa de Issac, su inteligencia para abordar la música. Se preocupó por dejar constancia de su tiempo y eso es digno de admirar.

 

Como buen cubano tengo grandes amigos, esos que cultivé por el mundo como Gilberto Santa Rosa, que ama la música cubana y la defiende. Es mi ídolo, mi referente y es desde mi perspectiva personal y musical el cantante de salsa más coherente del mundo; o José Alberto “el Canario”, con quien hice un tema a dúo titulado: Me quedo en La Habana.

 

Mi cubanía se expresa también en mis creencias religiosas, en mi fe, en el amor y las enseñanzas de mi fraternidad que te enseñan a respetar los espacios a encontrarse con uno mismo y a respetar a quienes te rodean, a armonizar la vida.

 

Ni mi fe, ni mi música, ni Cuba, ni mi familia son negociables. Ser popular es un pago que recibo por mi esfuerzo, pero yo lo que quiero es cantar; no me interesan las falsas popularidades ni las listas que van y vienen.

 

Yo solo quiero que el público, las personas en general, respeten mi trabajo. Soy un luchador que no tiene derecho a cansarse y que solo quiere el respeto de sus semejantes.

 

Los garbanzos están listos. Buen provecho y pregúntame lo que quieras…

 


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