No por el hecho de que en este 2021 ( hoy, 25 de octubre) Alfredo Sosabravo cumpla los 91 años lo consideramos un artista mayor. Sino porque es uno de los más originales artífices de la plástica cubana. Pintura, grabado, cerámica, dibujo, escultura, vidrios... se acomodan en su talento creador en el tiempo. Es lo que podría denominarse un híbrido de experiencias artísticas.
En sus adentros y en su casa-estudio-taller, las puertas se abren al arte de las piedras litográficas, las líneas, los colores, vidrios y el barro. Sobre las disímiles técnicas están estampados los recuerdos, las vivencias, y los múltiples personajes que a lo largo de su carrera han dialogado con él en la intimidad del arte, en esos instantes en los que deja de ser para convertirse en mago de las formas y los tonos, y penetra por el laberinto de aventuras donde es difícil dilucidar el comienzo...
El amigo y el artista, son uno solo. A lo largo de cerca de cuatro décadas muchos han sido los encuentros, diálogos al azar y otros perfilados en entrevistas que han matizado un tiempo, con sus cambios y obras que llegan cual puntos cardinales: grabado, pintura, dibujo y cerámica… esos que han escoltado al creador, quien dirige su talento hacia ellos según soplen sus vientos artísticos. Con la brújula del Maestro, en mano, dejémonos guiar por un mundo original, ese que entre formas, colores y texturas le ha otorgado en el tiempo muchas alegrías, entre otras, la de VIVIR. Aquí van parte de esos recuerdos…
¡91 años! La afirmación se transforma en pregunta, y el maestro, que entre sus tantos galardones y condecoraciones ostenta el Premio Nacional de Artes Plásticas, comenta: “al cabo de estos años veo mis sueños cumplidos. Durante 70 años anhelé estos triunfos y ahora estoy muy feliz de haberlos alcanzado. Pero, mirando atrás no sé a ciencia cierta si todo ha pasado en realidad...”.
Buen punto de partida para viajar, por los recuerdos, con el maestro. La infancia regresa en el diálogo. Sosabravo repasa con la mirada decenas de piezas que llevan sus marcas del paso por la vida, donde anidan máquinas, torsos, animales extraños y exóticos como extraídos de la selva creativa de su imaginación, y como regresando del pasado recuerda a aquel niño que recogía caracoles, piedras y otros objetos, en las costas de Sagua la Grande —donde nació en 1930—. Ellos le abrirían la imaginación hacia las formas y “dejaron huellas”.
Aquellos sueños de la niñez despertaron al arte desde la pintura. Corrían los 50. En una caseta instalada en el Parque Central, Sosabravo descubrió una exposición personal de Wifredo Lam, compuesta por obras que hoy son clásicos de la pintura cubana y universal. Quedó maravillado con aquello, y hasta soñó que sería un gran pintor como Picasso, Chagall o el propio Lam. “Quería ya ser como ellos, puso proa a la creatividad e hizo algunos dibujos, me sentía artista, pero no sabía lo que iba a ser”, refiere pleno de nostalgias. Y añade: “Ahora en el tiempo, cuando miro atrás veo que todo ha sido muy rápido, pero cuando uno hace un alto para recordar las diversas etapas, lo vivido, parece que ha sido mucho tiempo”.
ABRE CAMINOS: LA GRÁFICA
Cuando incursionaba en la pintura, la gráfica coqueteó con el artista y entró en su vida sin pedir permiso. Eran ya los 60 cuando se convocó a un salón de la gráfica, y su amigo Acosta León lo instó a participar. Él lo acercaría a los rudimentos de la xilografía (grabado en madera) y lo maravilló. Realizó dos grabados, y uno de ellos obtuvo uno de los premios del certamen. Ante tal éxito penetró por el camino de otras técnicas gráficas: litografía, calcografía, colografía, serigrafía y otras. La suerte estaba echada…
En esta época gráfica aparecieron entre las temáticas preocupaciones de corte humanista y formas líricas que llegaban de su imaginación desbordante, pero siempre en la búsqueda de algo que le ha preocupado en el tiempo: el encuentro con las texturas y el volumen. En la xilografía utilizó lo clásico y lo moderno con soluciones renovadoras que ya anunciaban su amplio diapasón creativo en las más variadas técnicas y estilos.
TOCANDO EL VOLUMEN
En más de una ocasión, el barroco encarcelado que hay en Sosabravo ha sentido la necesidad de hacer rimar sus pinturas con el rico colorido del mosaico. El orden y el caos (aparente), la forma pura y el color sin fronteras, la cerámica y la pintura, se emparejaban y cooperaban para producir una obra liberada del cuello duro de los géneros.
Mucho antes de descubrir la cerámica en el taller de Cubanacán, ya sus piezas se acercaban al volumen. Era aquella textura que se sumaba en grabados y pinturas, piezas de tela muy gruesa, cosidas sobre el lienzo y luego pintadas con óleo buscando el volumen. En aquel taller, donde laboró junto a hoy grandes artistas como Velázquez Vigil, Fúster y Julia González, entre otros, Sosabravo decoró primero obras realizadas por los torneros. “Como hacía xilografía —dijo—, se me ocurrió que si grababa las piezas lograría relieves. Claro que no inventaba nada nuevo, pero eran descubrimientos para mí. Luego di otro paso: tomé el barro e hice yo mismo las cerámicas. En 1967 sumé estas piezas de barro en una exposición de PINTURA (Galería Habana) y comprendí que funcionaban como una unidad, conjuntamente con las pinturas.
UN COLLAGE ORIGINAL
Sosabravo siempre ha estado pleno de vías de trabajo y rebosante de imaginación, permeando su creación con un conjunto de características latentes en cada labor. A saber: una síntesis de elementos llegados de la nueva figuración, el pop y hasta del arte popular: fusión de formas orgánicas con otras tomadas de mecanismos construidos por el hombre; espontaneidad, humor y frescura, así como un oficio y una invención inagotable. Es que estamos ante uno de esos artistas que han reflejado
en nuestra plástica el sentido lúdicro de la sicología social del pueblo cubano, de manera muy original.
Desde el principio quiso ser original y se empeñó en mantener una línea nacionalista, sin llegar a parecerse a otros creadores cubanos. Como la naturaleza ha sido siempre una fuente de donde beber “todas las criaturas del universo animal y vegetal pasean por mis piezas”. Sosabravo sumó al grabado el tema social, que tuvo su máxima expresión en la litografía y el dibujo, y a pesar de que su cerámica es decorativa, influida por lo que hacía en la gráfica, logró resultados de una fuerte carga expresionista: una suerte de neofiguración que no llega a ser ni expresionista ni surrealista del todo.
Experimentando, en 1975 realizó una obra en cerámica que estaba relacionada con los aparatos creados por el hombre, particularmente aquellos que estaban vinculados al Cosmos. Con esa pieza alcanzó la medalla de oro en el 34 Concurso Internacional de Faenza (Italia), en 1976. Luego sumaría el tema de la Naturaleza y aparecerían en su catálogo los aparatos-flor, aparato-barroco y muchos más. Entre esas series vale la pena recordar ANATOMICUM hacia los 80, donde máquinas y torsos se fundían en una unidad. Con la anatomía humana, y a partir de la incorporación del corte anatómico en sus creaciones, que puede también alcanzar el pez o la mariposa, plasma su lección de anatomía, que no es más que un homenaje a la plenitud del hombre.
El artista mira nuevamente sus piezas en cerámica y recuerda: “Soy muy meticuloso, pero me gusta dejar un margen a la sorpresa. Busco la aventura y no confío en los bocetos. Parto de una idea general, pero el material y la mano me dan la forma final”.
SIEMPRE PINTOR
Al principio fue la pintura, esa que nunca lo ha abandonado a pesar del tiempo y de las técnicas que han venido a posarse en su mesa de trabajo, y en las que ha dejado una profunda impronta. Ahora y desde hace algunos años el caballete del artista tiene siempre un “jinete pictórico” que lo guía por ese mundo de colores. “Al fin hice lo que quería. Hace 70 años y después de probar muchas técnicas he regresado a la pintura, porque siempre he sido pintor. Cada cosa la he abarcado con amor, porque cada una (dibujo, cerámica, grabado o pintura) tiene su encanto. Pero si uno se ha hecho un propósito desde joven, es hermoso hacerlo realidad”.
Sobre las telas, la diestra mano del artista crea maravillas. En ellas actúan a manera de constante la naturaleza y todo aquello creado por el ser humano en un ambiente surrealista. Al final, un código de señales afincado sobre la realidad circundante, tocado por una manera de hacer que huye de la retórica, escapa de lo narrativo y proyecta su vital afirmación. Con insólita libertad creadora, aparece sobre las lisas superficies, un universo visual creado con intensidad y fuerza en el
sentir, y en la forma espontánea de expresarlo. Entre los personajes y animales que se acomodan entre las máquinas, tampoco faltan las palabras, porque Sosabravo habla al espectador, y se comunica a través de frases construidas con letras multicolores que llegan en cascadas entre las formas. El no es de los que se decide fácilmente a la hora de seleccionar una técnica. Grabado, cerámica, dibujo y pintura, “no quiero a una más que a otra. A veces me levanto con deseos de pintar,
pero como tengo algún compromiso en cerámica, toco el barro... Sueño con pintar, y de hecho es lo que más hago en estos tiempos de colores en mi obra”.
Al creador le gusta tener cerca piezas de otros tiempos, le ayuda mucho observarlas, ir a ellas a cada rato, porque le dicen cosas, le sirven para reconocer la cohesión que tienen ellas a través de 70 años de labor, y le ayuda a incorporar nuevos elementos. Algo que le ha servido para no dar grandes saltos en el tiempo, porque “quiero que la gente identifique mis piezas en el tiempo. Allí están las modas, pasadas por un tamiz que las convierte en mías. El pop, el art brut... Las modas
cambian de nombre y de época, yo sigo haciendo lo mismo, incorporando nuevos elementos”.
¿Tocar el barro? “Es como cuando toco la pintura con el pincel, embarro el lienzo o enfrento una piedra litográfica. Con esos materiales que tengo enfrente creo, me siento feliz. Disfruto mucho el acto de creación. Aunque estos momentos los dedico plenamente a la pintura, es como un canto de sirenas que me llama...”.
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