El título es de poema y se podía hacer un poema con el acontecimiento. Porque no solo se trata de Alicia, de Alicia Alonso, nuestra gran bailarina, sino de un Stadium universitario, del Stadium Universitario de nuestra Bicentenaria Universidad, sobre la colina a pesar de todas las torcidas coyunturas de la historia. Antes, las Universidades no tenían más que aulas y rudimentos de laboratorios. Los americanos —en América, naturalmente— llevaron o trajeron —cualquiera sabe— los stadiums a las universidades. “Mens sana in corpore sano.”
Las clases, los libros, los estudios, las elucubraciones de la mente creaban un tipo de hombre en cierto modo solitario y ausente, miope, corto de ver lo que no fuera letra impresa. Los historiadores, por ejemplo, sabían con todo detalle lo que había ocurrido en tiempos de Carlo Magno, y no sabían una palabra de lo que acontecía en aquellos momentos por las calles de su ciudad, y ni siquiera en su propia calle. Merecía la pena ensayar otro tipo de trabajo al aire libre para el “músculo del espíritu”, para la aireación de las ideas y aún de las teorías. Se pensó en el Stadium, en la competencia, en el saber perder, en la caballerosidad de los contendientes deportivos. Un modo de ser de otra manera, de hallar otra visión del mundo, de saber lo que cuesta el esfuerzo físico y lo que se consigue para el corazón —los sentimientos— y el ordenamiento de los conceptos.
Por su propia esencia, el Stadium universitario es siempre un aula en medio del mundo, en la que cada cual da lo mejor de su ser y aún de su saber, ya que en los deportes universitarios manda siempre la cabeza. Una vuelta a aquel pasado remoto pero reluciente de la Grecia famosa y aromada de maravilla.
Pues bien, en nuestro Stadium Universitario entró la otra noche la Danza, y para ver la Danza entró el pueblo, nuestra genio, hambrienta en todo momento de cultura de Stadium, es decir, de cultura libre en la deportista competencia de las no menos libres ideas. Decir la Danza es decir Alicia Alonso, y Alicia Alonso bailó para su pueblo como puede bailar una reina: entre ovaciones delirantes, entre una lluvia de flores, entre algunas, muchas furtivas lágrimas. Yo no he visto jamás una entrega mutua tan acordada y honda, tan entrañable e imperecedera. Alicia, quería decir “No importa, no importa” … Y el pueblo decía: “Lo nuestro, que es tuyo, queremos manejarlo nosotros”.
En fin, una noche inolvidable. El Stadium de bote en bote a pesar del día lluvioso, y del nocturno en duda. Luego, como era natural, brotaron las estrellas y salió la luna. Ya se sabe de muy antiguo. Ni las estrellas ni la luna se pierden jamás estos acontecimientos.
Actuó el Ballet de CMQ, que dirige Alberto Alonso con su estrella Elena del Cueto. Actuaron algunos números sobresalientes del Conjunto de Tropicana, con su director Rodney a la cabeza. Actuó el gran mimo Biondi, haciendo reír a las gentes con su gracia vertiginosa. Intervino varias veces, la pareja amorosa de la Televisión, Raquel Revuelta y Manolo Coego. Llenó la escena y acopló el espectáculo con su simpatía contagiosa, nada menos que Rolando Ochoa. Se presentó al público y se recreó en su tipo inigualable, “La Popa”, esa actriz sin límites que se llama Lilia Lazo. Hizo acto también de presencia en el tablado, para presentar el momento culminante de la noche, la interpretación de La Muerte del Cisne por Alicia Alonso, esa damita de la Televisión que se llama Gina Cabrera. Actuó el ballet del Canal 4 de Televisión con todo entusiasmo. Al comenzar, Fructuoso Rodríguez, por la F.E.U., este Cronista por la “Asociación de Defensa del Ballet” y la señora María Luisa Colombié de Bustamante, por el Comité del Homenaje Nacional a Alicia Alonso, hicieron uso de la palabra. Antes del Alicia, el Ballet Nacional, con Fernando Alonso y Carlota Pereira, bailaron espléndidamente Las Sílfides. Al frente de la nutrida orquesta estaba el Maestro Mántici, con su seriedad imperturbable y su reconocida competencia.
Yo no sé si fue escogida exprofeso, como un símbolo, o si fue asunto de la casualidad sapiente, pero el caso es que la danza que interpretó Alicia Alonso fue La muerte del Cisne.
Todos conocen el tema: su mismo título lo indica. El cisne muere. Pero Alicia Alonso resucitaba, después, entre una tormenta de rosas, entre un volcán de aplausos y vítores. Y así sucederá.
1956
*En: Información, La Habana, sección Retablo, 19 de septiembre de 1956.
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