Alina Rodríguez: "Para mí el arte es un hecho colectivo"


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Cuando actrices como Alina Rodríguez aparecen en la pantalla, aquellas opiniones pesimistas relacionadas con el futuro de la actuación en Cuba quedan totalmente derrotadas. Como muchas, Alina es maestra de la cabeza a los pies. No lo alcanzó por su aspecto físico, ni su voz, ni su mirada… Fue el talento y nada más, lo que la ha convertido en una joya artística de la isla, aunque este calificativo, sé, no le va a gustar.

¿Quién descubrió a quién: la actuación a Alina o viceversa?

Ambas nos descubrimos. No creo que haya sido casual, pero hay algo de eso también. Yo había estudiado en la Escuela de Magisterio tres años, lo dejé porque era para ser maestra de primaria y después me hice técnica en patología. Verdaderamente  nunca había pensado en dedicarme a la actuación. En el hospital me encontré con un grupo de personas que habían trabajado en el Instituto cubano de Radio y Televisión (ICRT) y por equis causas allí fueron a parar. Hicimos un retablo de títeres, funciones para los niños ingresados… No tenía ningún familiar que fuera actor o cantante, músico, ni nada por el estilo. Bueno, a mi padre le gustaba cantar, pero hasta ahí.

En el año 1977 sale una convocatoria del Instituto Superior de Arte (ISA), era el segundo año de abierto el Instituto y dije: "Ah, me voy a presentar." Me embullaron un poco estos compañeros que te digo. Fui y suspendí. Desaprobé —entre comillas—, porque me había presentado por un curso de trabajadores y yo nunca había hecho nada. No tenía una experiencia teatral anterior, ni mucho menos.

¿Quiénes formaban parte del  jurado?

Era la época en que estaban los soviéticos. Después me llamaron y me dijeron: "Estás aprobada, pero queremos que pases por el curso regular". Era demasiado fuerte pasar directamente a un curso de trabajadores donde ya había gente que llevaba tiempo en el teatro, la televisión… Y bueno así fue, pero como tenía un hijo…

¿Un hijo?

Sí, mi hijo tenía casi cinco años. Era un dilema dejar de trabajar para empezar una carrera. Imagínate necesitaba un salario para poder mantener a Huguito.

¿No fue demasiado adelantado tener un hijo?

No, en aquella época era así. Yo parí con 19 años. Las muchachas lo hacían mucho antes, a veces.  Ya mi hijo tiene 42, te estoy hablando de 42 años atrás. No había estos tipos de campañas para que las muchachas pensaran mejor y esperaran una edad más apropiada. Por estas causas pedí traslado para el curso de trabajadores y me lo dieron.

Y a partir de ese momento…

Bueno, fue un poco más fácil, también entre comillas, porque ya estaba en el curso para trabajadores pero no tenía trabajo (se ríe). Estuve trabajando en el Teatro Musical de Jefa de Sala, todo eso estando en el ISA. Lo que necesitaba era un salario. Así fue pasando el tiempo hasta que en 4to. año me llamaron para dar clases en la Escuela de Instructores de Arte que por primera vez se abría con nivel preuniversitario.

En la casa nunca hubo oposición, recelos, miraditas…

Hubo de todo. Sobre todo porque tenía un hijo y era una responsabilidad tremenda. Pero bueno, mi mamá me ayudó muchísimo, la verdad, a pesar de no estar muy de acuerdo. En el resto de la gente había mucha incredulidad: "Esta va a ser actriz", todo lo que había en las casas de aquella época, hasta que terminé el Instituto con Miriam Lezcano.

Una vez dentro del medio, ¿qué pasó?

Mis comienzos fueron como los de cualquier actor. Tú llegas a los lugares y lo primero que debes hacer es, demostrar de lo que eres capaz.

¿Cómo lo hizo?

Con una compañera nuestra, Bárbara Rivero, nos entusiasmamos a hacer un grupo de teatro, entre los profesores, para trabajar en la comunidad. Siempre desde que me gradué vine a solicitar la entrada al grupo Teatro Estudio y nunca tenían plaza, no se podía… Fue prácticamente caerle atrás a Raquel Revuelta dos años y pico. Hasta que ya decidió dejarme entrar porque era demasiado.

Fue mucha la insistencia…

(Se ríe). Fueron dos años y pico. Yo la llamaba todas las semanas y me decía que no, que no… Hasta que me dijo que sí para entrar en el coro de Berta Martínez. Me hicieron una contrata de tres meses y me pasé 25, vaya para resumírtelo (se ríe).

Se dice que Raquel Revuelta tenía un carácter difícil…

Yo siempre me entendí con ella bastante bien. Pero tenía que ser así, no te creas que dirigir a actores es fácil. En Teatro Estudio trabajé en distintas cosas, por ejemplo, hice La Ronda con Raquel, hasta que llegó En el parque con Vicente y eso fue lo que, verdaderamente, me dio el empujón.

Hay quienes dicen que el teatro es la universidad del actor…

Para mí sí lo es, pero hay de todo. Es una cuestión de adaptación. Todos los medios son difíciles.

¿Pero el más complejo para usted, cuál es?

El cine. Es más preciso, las cámaras son más sofisticadas… No dejo de creer que el teatro es complejo. En primer lugar haces una obra de principio a fin y en la televisión no, al menos en este momento que me ha tocado. Pero en el cine se trabaja con más detalles… En mi caso, hay otros actores que navegan muy bien.

Uno de esos personajes que gustó a nivel nacional fue Justa en Tierra Brava…

Sí. La gente todavía me dice Justa y me preguntan: "¿Justa qué estás haciendo?" (se ríe). Eso pasó con muchos actores, no solo conmigo. Molina todavía es Silvestre, Rogelio es Lucio… La novela en realidad gustó y quedó muy bien.

¿Cree Alina estar “en lo más alto” de la popularidad?

Mira, yo me considero una persona normal. Lo que me importa es trabajar y hacerlo bien. No siempre se puede, desgraciadamente.

¿Qué es el arte para Alina Rodríguez?

Un hecho colectivo que entraña muchas cosas. Si esas personas no se reúnen y ninguno pone su gota de esfuerzo y responsabilidad, hay muchos proyectos que no terminan bien.

¿Se ha sentido poco o mal dirigida?

Sí. Y no solo yo, casi todos los actores hemos pasado por eso. El problema es que muchos actores se han sentido en la obligación de autodirigirse un poco, pero eso yo lo considero falso. El actor no ve lo que está haciendo.

¿Ha renunciado a algún proyecto?

Sí. Cuando asumo un proyecto hay algo que quiero decir y si me interesa lo hago. Aunque a veces, quizás tiene algún fallo y en el camino se puede mejorar. Pero cómo no, he rechazado proyectos y he aceptado otros que han sido fallidos totalmente.

¿Por ejemplo, recientemente?

No te lo voy a decir por ética. Eso se ve y se sabe.

Hay quienes dicen que Alina tiene un carácter fuerte. ¿Acaso es herencia familiar?

Bueno, no sé. Mira, la gente te ve de una manera o de diferentes maneras, de acuerdo al grado de conocimientos que tengan de uno. Esa palabra de fuerte no me gusta. Lo que sí soy es una mujer perseverante, con voluntad. He desarrollado mi voluntad a través de mi vida.

¿Frustrada?

No lo creo. Una vez le comenté a una amiga: "Si yo en diez años no he hecho nada que valga la pena en este medio, vuelvo para el hospital". Siempre me dije: "Mediocre no quiero ser". Ni en la actuación, ni en patología, ni en ningún lugar. No me gusta y lucho contra eso.

Ya usted pasa de los 60 años y no puede hacer personajes de damita, la señorita… ¿cómo enfrenta ese proceso?

Lo hago como enfrento la vejez ante la vida. Es algo que nadie puede evitar. Yo no quisiera tener en estos momentos 20 años.

¿No?

No, mi vida ha sido interesante en muchas cosas. He vivido muchísimas experiencias: tuve un hijo. Esa es la línea común de todos los seres humanos. Pero no es doloroso. No me hubiera gustado morirme a los 20, porque si no, tú sabes cuántas cosas me hubiese perdido. Como tampoco quiero morirme todavía, tengo muchas cosas que ver, pero bueno…

¿Se siente “madura” en la actuación?

No. Hay quien dice que sí.

¿Cuáles fueron esos actores y actrices que admiró y admira hasta hoy?

Adolfo Llauradó, Vicente y Raquel Revuelta. Aprendí de ellos, de José Antonio Rodríguez, Ana Viñas, Aseneth Rodríguez… Existo por ellos. Y lo que siempre hice fue observarlos mucho, guiarme por ellos porque ahí es donde está la experiencia y hay actores jóvenes que no lo hacen. De eso tú bebes.

¿Ya en la actuación que no hace Alina?

Todo depende. Nunca digo no. “No” es una palabra absoluta. Quizás mañana me toca hacer de una viejita que tiene que desnudarse. Ya valoraré si ese personaje lo requiere y es importante hacerlo. Nadie sabe, a lo mejor lo hago. ¿Di tú?

Si una persona se propone molestarla, ¿cómo lo logra?

Me molesta la deshonestidad, la irresponsabilidad. Yo no concibo que nadie pueda llegar media hora tarde a un ensayo. Hay quien lo supera, pero yo no.

Eso ha provocado encontronazos…

Sí, pero eso no me importa tampoco.

¿Se autocensura?

No creo. Probablemente en algún momento lo he hecho pero no lo tengo consciente. Trato de decir siempre lo que siento.

¿Nunca pensó en hacer su carrera fuera de Cuba?

Mira, yo quiero trabajar en mi país y para mi gente. En ese sentido no creo que haya perdido oportunidades. Yo tengo una carrera bonita, grandes satisfacciones… A lo mejor hubiese estado en otro país y fuera una más, entre tantos. No me voy de este país para nada, ni a servir copas ni nada. Mi carrera me costó mucho esfuerzo. Esfuerzos personales y no lo voy a tirar por la borda.


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