El pueblo cubano se siente amigo y hermano del pueblo estadounidense. Muchos son los lazos históricos y culturales que unen a ambas naciones a lados opuestos del Estrecho de la Florida. Muchos también pudieran ser, sus vínculos políticos y económicos, si no fuera por la agresividad de las administraciones de Washington desde 1959 hacia la Revolución Cubana y en grado superlativo, si no fuera por la intolerancia y la obsesión del último inquilino de la Casa Blanca.
Tener proyectos de nación distintos no nos hace enemigos per sé. El obrero de Cienfuegos es hermano del de Detroit y lo es el guajiro de Mantua del farmer de Wisconsin o del cowboys de Oklahoma, son compañeros el estudiante de la Cujae y el de Harvard, el jazzista de Nueva Orleans y el de La zorra y el cuervo, aman a Dios los cristianos de ambas orillas y son proyectos de vida felices tanto el sueño americano de una familia común del norte como como el socialismo próspero y sostenible que desea la familia trabajadora cubana. El tío Sam pudiera esforzarse por no ser un depredador de Liborio y consagrarse a la buena vecindad pues Liborio quiere armonía con aquél tío.
El pueblo noble de la patria de Martí y Maceo no se alegra del sufrimiento de la patria de Lincoln. Igual que el bloqueo económico, comercial y financiero que impone desde hace seis décadas al pueblo de Cuba el sector más recalcitrante de la élite de poder de Estados Unidos, es condenado por el pueblo noble de ese propio país, Cuba condena enérgicamente la violación de los derechos humanos en los Estados Unidos.
El pueblo cubano, por la gracia de su evolución histórica y su composición étnica, es mestizo y de naturaleza inclusivo e integracionista más allá de la persistencia de prejuicios lacerantes por el color de la piel que practican algunos como consecuencia de condiciones de desigualdad heredadas de la esclavitud colonial y una república neocolonial precisamente influenciada por la ideología extraña impuesta por Estados Unidos.
En concordancia con nuestra vocación de integración social observamos con intranquilidad el resurgimiento en la superficie de la sociedad norteamericana de ideas supremacistas blancas discriminatorias de las minorías nacionales y sobre todo de las comunidades afroamericanas y latinas que son las más numerosas entre las minorías de aquél país.
El asesinato de George Floyd en Minneapolis es una muestra de la reverberación de esas ideas. Su deceso a causa de la brutalidad policial de un oficial angloamericano que prácticamente lo asfixió es un asesinato, no otra cosa y no hay presunción de delito alguna que justifique tal acción. La realidad es que, bajo la tiranía de Donald Trump, se sienten cómodos “a su aire y a sus anchas” el Ku Klux Klan, el neonazismo y toda corriente hegemónica y supramacista blanca.
La Comisión José Antonio Aponte, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, se une a los buenos oficios de sus hermanos estadounidenses blancos, negros, latinos, nativo-americanos, asiáticos y de cualquier segmento étnico, que cierran filas contra la violación de los derechos humanos y se enfrentan al odio étnico y la discriminación racial.
Estamos del lado de los aman y fundan la patria igualitaria de Lincoln y en contra de los que odian a sus semejantes y construyen la tiranía de la inequidad y la discriminación. La lucha por los derechos civiles de las minorías en Estados Unidos a todas luces no ha terminado pero su conclusión no necesita de más casos George Floyd.
Comisión José Antonio Aponte
Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
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