Una entrevista audiovisual ha de ser cartografiada con agudo sentido del tiempo, con mirada pretérita y acento renovado. Es una ruta donde se impone construir signos de vastos contenidos en llana relación con los requeridos equilibrios temáticos que transitan por el texto fílmico.
En el documental, la entrevista es recurrente. Se erige como una plataforma inmaterial donde podemos reescribir medulares capítulos de la historia, la sociedad, la cultura y el pensamiento. Tras una evolución atemperada por la intencionalidad de sus autores, en este género cinematográfico son tomados en cuenta los muchos destinos por donde pueden deambular los cruces de palabras. Es edificado un amplio abanico de ideas que se erigen para el lector audiovisual.
La no ficción de corte biográfico, en el cine, suele estar planteada como una puesta en escena donde se jerarquizan los valores del entrevistado y las sustantivas palabras que genera el dialogo. Casi siempre es producida en un encuadre potenciador de la gestualidad y la expresión corporal, sin ignorar los pasajes de acentos socioculturales que fortalecen la personalidad del interlocutor protagónico. Eso sí, el personaje ha de ser retratado con sobria envoltura, cuya puesta en escena ha de ser frontal al reality show fílmico de burda factura, una tendencia creciente en ciertos filmes que apuntan al mundo animal o, también a las extravagancias de personajes anodinos ubicados en paisajes naturales, presentados en un transversal escenario.
Cuando el material está bien construido por ese echar un párrafo esperadamente enriquecedor, denota el particular intercambio de vestiduras y abordajes. Desde otra perspectiva, estudiosos del tema jerarquizan la voz como el elemento clave a trabajar, como articuladora del mensaje, “pero el resto de las expresiones no verbales que lo acompañan influyen decisivamente en la interpretación que extrae el telespectador” (1).
En este singular momento, la palabra es el eje narratológico. Se dimensiona en el empeño de darle cuerpo a la arquitectura fílmica construida. Todo ello acompañado de una fotografía que hurgue, humanice, retrate los cercos del protagonista; delineado por un montaje de austeras entradas, de cortes curtidos por giros y transiciones de “obligada presencia”; secundado por una banda sonora que legitime el dialogo, sublimice los momentos tejidos de improntas y simbolismos. Todas estas lumbres, y muchas otras, conviven en función del objetivo central: el entrevistado.
El teórico francés Michael Piault rubrica una idea que sirve de punto de partida a los esbozos anteriores, cuyo eje central es la pieza de la Videoteca Contracorriente producida por el ICAIC, donde el protagonista es el intelectual cubano Ambrosio Fornet.
“Hemos oído hablar del otro, hablar por el otro, designar al otro, interrogarlo para oír por fin su propia voz. Y luego surgió el tema de oír no sólo el sonido de su voz sino de aceptar su palabra, de escucharla directamente y no de transcribirla o interpretarla. Escuchar al otro, esto conducía igualmente a escuchar sus razones y a percibir el sentido que da a sus actos, a percibir las referencias que da de su comportamiento...” (2).
Esta acotación puede parecer una simple nota al margen sobre los corpus teóricos que merodean a la entrevista, en particular la audiovisual. Es un excelente boceto sobre la corporeidad del protagonista o la dicotomía entre el imaginario construido sobre un personaje y la realidad contada por él mismo.
El audiovisual hoy, circula ante una colectividad cada vez más fraccionada, más hacia su parcela o su espacio vital asociado a lo profesional, a los gustos y motivaciones lúdicas. Asistimos a la fragmentación del conocimiento y los gustos que han explosionado en escenarios virtuales de ceros y unos. Sus velados códigos nos impulsan a descifrarlos, socializarlos, ante lo cambiante del escenario multimedia de estructuras matemáticas que condicionan o intervienen en el comportamiento humano, un cúmulo de información apabullante que no pocas veces oculta lo esencial para el crecimiento humano.
Como eje protagónico de la narración audiovisual, debe hallarse un equilibrio entre la codificación de los mensajes, la pensada fragmentación de los planos y el corte de las palabras. Es decir, una deseada armonía entre el discurso oral y la forma en que ha sido construido para que llegue con acierto al espectador.
Son estas, imágenes justificadas en la pantalla, construidas para un lector fílmico que se “apropia” de las baldas constitutivas de la estructura narrativa, de un dialogo pretendidamente culto, cuando se trata de personaje de la estatura de Ambrosio Fornet. Como bien lo delimitó el entrevistador en este capítulo de Contracorriente, el también escritor y ensayista Francisco López Sacha, una figura del pensamiento cultural cubano.
López Sacha se muestra en dicha pieza fílmica tal y como es en los diversos escenarios sociales y culturales: exuberante, indagador, también protagónico, detalle que debió cuidar el realizador de esta entrega. Más bien se trataba de hurgar en los predios de Fornet sin caer en lo desmedido, en lo periodísticamente incorrecto, sin violentar las plazas personales del autor de Narrar la nación (2009), que en otros planos del filme se muestra atento a lo sustantivo de las interrogantes.
Uno de los grandes retos de toda entrevista fílmica es fotografiar al entrevistado tal y como es. Un personaje sujeto a la óptica de las cámaras, a las luces que enriquecen las texturas corporales, los fondos escenográficos. Un recreo de planos y contra planos pensados para construir autenticidad, humanismo, ruptura de lo artificial ante lectores que exigen severo profesionalismo.
Fornet, también teórico del cine y autor de Alea: una retrospectiva crítica (1987) o Las trampas del oficio (2007), se presenta en la entrevista con la sencillez que le caracteriza: un pensador cuya obra ha trascendido las coordenadas de nuestra geografía insular. Eso sí, sin dejar de hacer correcciones a sus propias palabras, sin renunciar a su derecho de abundar más allá de lo preguntando, pues sabe del valor del tiempo en la pantalla y su trascendencia formadora de probado alcance social. Con su labor ha puesto a la cultura cubana, en particular a la literatura y el cine, en el mapa de los más encumbrados escenarios de las últimas décadas del siglo pasado y del aún joven siglo XXI.
Las palabras del entrevistado son las de un intelectual que ha incorporado la educación como parte esencial de su vida. Este discurso fílmico, con envoltura de dialogo, se presta para el ejercicio de reflexiones cultas, despojadas de la petulancia y los esnobismos de algunos otros, que revelan vacíos humanos y limitaciones creativas.
López Sacha rompe su contienda indagatoria desde el encadenamiento lógico de sus orígenes. Remueve en los antecedes del trabajo intelectual de Fornet, en sus comienzos un probado lector, revelado luego como ensayista y devenido, con el paso de los años, como un gran editor, crítico de cine, guionista, conferencista en muchas materias de la cultura y la sociedad. Un sólido intelectual con una singular y descollante obra literaria sobre temas que pertenecen, en algunos casos, a los predios de la política cultural cubana.
A manera de prólogo, el entrevistador construye un mapa de Fornet. Contextualiza su origen provinciano, no para desmeritarlo, más bien para desgranar la singularidad de los primeros años de su vida. El autor de A un paso del diluvio (1958), su primera obra, nació en Veguitas, un pueblo situado a 47 kilómetros de Bayamo. Un intelectual que creció en el fragor de una época, revolucionaria por naturaleza, donde todo estaba por hacer.
No es casual esta apertura de la pieza audiovisual para entender el curso de su estructura narrativa, construida con sobriedad, contados recursos narratológicos y documentales. El filme emerge desde lo biográfico para desmontar nuestra sociedad y cultura, para significar algunas zonas del pensamiento cubano y la rica historia de un pueblo hidalgo, solidario.
El preámbulo del documental sustantiva que toda gran obra artística y literaria es fruto del esfuerzo, del empeño, cuya evolución pasa por los más disímiles obstáculos que han de sortear los pensadores; que la lectura es la praxis de su faena, porque enriquece, perfila ideas y conceptos, revoluciona las cortezas de las palabras.
En este primer tercio de la entrevista, se nos dibuja la evolución de un intelectual que hizo del ejercicio crítico una aguda labor entre los creadores literarios. Sus anécdotas fotografían una insuficiencia en el ejercicio crítico del arte y el pensamiento cubanos; la necesidad de despojarnos de la mentada autocomplacencia, de construir el rigor y la fina palabra en función de la sociedad, más allá de los predios naturales del arte y la cultura.
La actitud ética del entrevistado está plasmada en el segundo trecho de esta entrega, como parte de los roles y ejercicios humanistas que le toca asumir a los pensadores de nuestra nación, a los que se impone insertar en nuestros medios más allá de los naturales espacios en los que son leídos.
Sus acusadas aseveraciones presentes en estas dos primeras partes de la entrevista están despojadas de la ineficaz ortodoxia de la educación, del didactismo tardío. Fornet dialoga en cada tramo del documental con esa probada vocación de construir lectores cautivos, de aportar sus experiencias, sus puntos de vista enriquecedores de probada vigencia, de claro compromiso con nuestra cultura. Su oratoria es un permanente invitar a leer, a descubrir los ardores de los buenos libros y su pasión de hombre sabio aflora en cada una de sus intervenciones con meridiana sencillez.
Un nuevo trazo significante se incorpora en este dialogo ilustrado, la labor de Ambrosio en la creación de la colección Cocuyo, una serie de libros de autores cubanos, y de otras latitudes, que fueron escritos entre las décadas del 40 y 60 del siglo XX. Vale citar entonces una idea muy actual, que a manera de glosa nos expresa el interrogado, cuyo origen es el texto: Contribución a la crítica de Carlos Marx: “El artista cuando crea una obra de arte para el espectador, crea al mismo tiempo, un nuevo espectador para la obra de arte.” (3)
Ambrosio Fornet delinea una esencia de orden cultural cuya vigencia es incuestionable. Esta frase entra con brasa de relojería en el esqueleto y las ramificaciones de la política cultural de la Revolución cubana, en tiempos en los que las nuevas tecnologías multiplican el conocimiento, las maneras de construir la realidad y el pensamiento.
Estamos ante un escenario global que se trasmuta a sí mismo, se viste de disímiles ropajes, subvierte la realidad para construir otras; prostituye la verdad. A este escenario asistimos expuestos, a la intemperie. Y en el filme documental dedicado a Fornet, el anecdotario del también autor de El libro en Cuba (1994), es pasto para la entrega de nuevas aportaciones de matriz cultural y educativo, conexas a dichas ideas.
Pero el entrevistado va mucho más allá, incorpora a esta atmósfera fílmica un tema que compete no solo a la literatura sino también al audiovisual, al teatro, a las otras artes: se impone involucrar a las ciencias sociales para responder, en parte, a las expectativas no reveladas de ese lector que aspira también a recibir el retrato humanizado de nuestros héroes, de nuestros referentes históricos, sociales y culturales.
Desde esta perspectiva urge entonces reciclar la obra construida por Fornet, desde las herramientas de las nuevas tecnologías y, claro está, desde los tradicionales modos de comunicación para conducirlos hacia el templo de las bibliotecas.
La magnitud del asunto es proporcional con la legitimidad de toda obra sobresaliente, con hacer realidad la socialización de sus contenidos, con la necesidad de tocar los fondos y la epidermis de una generación que desconoce a muchos de nuestros más prominentes intelectuales.
Notas:
(1) Balsebre, A., Mateu, M. y Vidal, D. La entrevista en la radio, televisión y prensa. Ediciones Cátedra, 2008.
(2) Piault, Michael. Anthropologie et Cinéma. Ed. Nathan, Paris, 2001.
(3) Fornet, Ambrosio. Una entrevista a Ambrosio Fornet. Videoteca Contracorriente. ICAIC, 2009.
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