Ahora que se cumplen 155 años de la gran fecha de 1868, en la cultura cubana, quise hacer una reflexión acerca de la música que en esos años existía en Cuba.
La Revolución de 1868, fue promotora de un cambio social abrupto en el decurso de la vida nacional, imprimió a ésta una huella imborrable. Desde sus in inicios la revolución fue asumida por los distintos actores sociales de diferente manera, en correspondencia con sus intereses específicos.
La gran cantidad de esclavos y emigrantes llegados a Cuba ayudó mucho a consolidar los elementos presentes en la cultura nacional; buena muestra de lo cual fueron las academias de música y de otras artes en La Habana.
Juan Pérez de la Riva redacta que a Cuba llegaron en esta fecha 636 465 mil africanos, un fuerte impacto social en una población de solo 149 170 habitantes sobre la estructura de la sociedad criolla. La esclavitud que no se detuvo, marco definitivamente en todos sus aspectos a la sociedad cubana. Enriqueció el mosaico étnico cubano y amplió su horizonte cultural. Todo esto modificó, de manera sustancial la composición interna de la población cubana, y con ella la vida cotidiana, los hábitos, las tradiciones, las mentalidades, las concepciones económico-sociales hasta penetrar en el interior de los hogares.
El Doctor Eduardo Torres Cuevas indica que ello, unido al movimiento independentista fragua la nacionalidad cubana, con un pensamiento propio que concreta aspiraciones, sentimientos y proyección de futuro. “La nación no se crea en un día. Se fragua día a día y en largos períodos. Constituye un proceso de larga duración. No es un proceso superestructural, sino un proceso que comienza a circular por campos y ciudades desde lo más humilde o lo más culto de la sociedad”.
“Para mí -asegura Torres Cuevas- lo esencial de la cubanidad es el resultado de fases y etapas diversas en la formación de nuestro pueblo. Ese fondo profundo de condiciones, actitudes, aspiraciones, sentimientos, modos de ser y de vivir y, sobre todo esa compleja amalgama que forma lo más profundo de la mentalidad cubana”.
La cubanidad también es la necesidad de ser y la obligación de buscar su deber ser. Esta resulta la razón por la cual Fernando Ortiz coloca como uno de sus rasgos definitorios no sólo la conciencia de lo que significa ser cubano, sino la voluntad de serlo.
Para 1868 ya estaba creada, desde 1851, “La bayamesa” con letra de José Fornaris y música de Francisco Castillo Moreno y Carlos Manuel de Céspedes, luego Padre de la Patria. Esta canción de amor, creada para una dulce bayamesa, tuvo más tarde diversas letras de sentido patriótico, se cantó en todos los rincones de la isla en labios de los mambises, saltó las fronteras cubanas y fue reconocida internacionalmente. Fue una canción que se oponía a lo peninsular, llega a ser como un himno patriótico por el hecho de estar dedicada a una mujer oriunda de Bayamo (Cuba) y hecha por autores revolucionarios. (Dulcila Cañizares).
Según Dulcila este fue un período de gran importancia para el país, ya que, en ese lapso, en medio de un hervidero de intereses encontrados en el proceso de transculturación, es la conciencia nacional de la gesta independentistas del 68.
En esta etapa se cantan canciones de corte patriótico: La guerrilla, Cuba para los cubanos, El combate de Mal Tiempo, Las penas de un deportado, La caída de Guacamayo, La evacuación, La bandera cubana, La libertad de Cuba.
En otras formas de la música, ya estaban en la palestra Ignacio Cervantes y Manuel Saumell quien es considerado padre de la contradanza cubana y de la habanera y otras modalidades de la canción y la música cubana, Gracias a él se fijaron y pulieron elementos constitutivos de una “cubanidad”que estaba dispersa en el ambiente y se integran al hecho musical. Había nacido la idea del nacionalismo, al decir de Alejo Carpentier en “La música en Cuba”.
En 1871 llegan a Cuba dos testimoniantes que dejaron una huella de la Cuba musical y cultural de aquel entonces: Walter Goodman (artista inglés) quien deja una excepcional imagen del ambiente musical en Santiago de Cuba. Goodman dejó interesantes opiniones sobre todo lo que vio y oyó en materia de música, bailes, y nada mejor que recoger sus impresiones sobre la canción y sobre la contradanza muy gustada por la población de diversos estamentos.
El otro es el estadounidense Samuel Hazart quien deja sus impresiones sobre la danza criolla bailada en los salones del Liceo de Matanzas, donde asistía la flor y nata de la sociedad del lugar y, que más tarde a ocho años de distancia se estrena el danzón de Miguel Faílde. En ese entonces, en 1871, el danzón o lo que sería el danzón estaba relegado a los predios populares en la barriada de Simpson, donde pululaban negros y mestizos.
Este es grosso modo un cuadro de la vida musical hace 155 años, en la que la cubanía se iba imponiendo en esa saga difícil y memorable de la cultura cubana.
FUENTES:
Dulcila Cañizares, “La trova tradicional cubana”.
Zoila Lapique, “Cuba colonial: Músico, compositoras e intérpretes.
Eduardo Torres Cuevas, “En busca de la cubanidad”
Fernando Ortiz “La cubanía”.
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