“(…) Cuando Ernesto partía desde Buenos Aires con rumbo a los países latinoamericanos –relata su padre, Ernesto Guevara Lynch–, lo fuimos a despedir muchos familiares y amigos a la estación Retiro del ferrocarril Belgrano. Al arrancar el tren, antes de subir al estribo y caminando por el andén, vestido con un traje de campaña, revoleó sobre su cabeza un bolsón donde llevaba su ropa y gritó: “Aquí va un soldado de América”. ¿Germen de actitud…decisión…broma? La práctica, determinante de la verdad, diría a través del tiempo que en aquel Ernesto Guevara de la Serna que todavía no era el Che Guevara existía realmente un soldado de América, cuando veinte días antes del Asalto al Cuartel Moncada en Cuba –el seis de julio de 1953–, sale por tren desde Buenos Aires hacia La Paz” (1).
Aunque difícil de precisar su calendario de estancia en cada uno de los países recorridos durante su itinerario, 1953 se aventura a ser un año-periplo de conocimientos sobre la dura realidad de nuestra América. En Bolivia, conoce a Juan Lechín y a otros dirigentes de izquierda; en Perú, realiza gestión inútil ante la policía de ese país para la devolución de la literatura boliviana decomisada; en Guayaquil, Ecuador, sostiene conversaciones con intelectuales y dirigentes de la Juventud Comunista, “un ejemplar de Huasipungo, dedicado por su autor Jorge Icaza, y una espera a continuación de 20 días para continuar viaje hacia Panamá por un barco de la United Fruit; en Costa Rica, propicia escala para la emigración revolucionaria y pseudo-revolucionaria. Al estilo de su época estudiantil, llega después al pueblo nicaragüense de Peñas Altas. Pasa a Honduras. Escasea el dinero (…) Cinco caminantes argentinos arriban, entre el 19 y el 20 de diciembre, de 1953, a Ciudad Guatemala, donde diez meses antes el presidente Jacobo Arbenz había expropiado los 225 mil acre de tierra de la United Fruit Company, seis meses después sería derrocado. Allí, el joven médico argentino conocería en la práctica de un proceso revolucionario aplastado a sangre y fuego. En la primera semana de 1954, en la capital guatemalteca este argentino –a quien no satisfacen las técticas ni estrategias revolucionarias de los partidos y organizaciones de izquierda de ese entonces–, escucha con absoluta vehemencia criterios acerca de lo ocurrido en Cuba un año atrás por parte de jóvenes sobrevivientes de los hechos del Moncada como Nico López, Antonio Darío y Mario Dalmau, con quienes establece estrecha relación. Veinticuatro meses después llega a México –trabaja en la sala de Alergia del Hospital General–, donde produce su reencuentro con Nico López para unirse meses después al grupo de revolucionarios cubanos quienes en el yate Granma, tomarían rumbo a otra nueva Historia de América como Generación del Centenario del Apóstol de la Independencia de Cuba José Martí.
A continuación, dos materiales periodísticos publicados en Resumen Latinoamericano que, por su importancia, consideramos trascendentales en relación con la personalidad y virtuosismo revolucionario de Ernesto Guevara de la Serna.
Resumen Latinoamericano (14 junio 2019)
Para Guevara era perfectamente posible impugnar errores a los padres fundadores del socialismo científico, y no por ello el grueso de su obra perdía consistencia. Por ejemplo, en sus Notas para el estudio de la ideología de la Revolución Cubana, sostendría que:
“(…) A Marx, como pensador, como investigador de las doctrinas sociales y del sistema capitalista que le toco vivir, pueden, evidentemente, objetárseles ciertas incorreciones. Nosotros, los latinoamericanos, por ejemplo, podemos no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar o con el análisis que hicieron Engels y él con los mexicanos (…) Pero los grandes hombres, descubridores de verdades luminosas, viven a pesar de sus pequeñas faltas, y éstas sirven para demostrarnos que son humanos, es decir, seres que pueden incurrir en errores, aun con la clara conciencia de la altura alcanzada por estos gigantes del pensamiento” (Guevara).
El marxismo de Guevara es creativo, está en permanente movimiento, es crítico, flexible, dialéctico e integral, y –como sostuvimos al comienzo– ortodoxo.
“Por eso el marxismo es solo una guía para la acción. Se han descubierto las grandes verdades fundamentales, y a partir de ellas utilizando el materialismo dialectico como arma, se va interpretando la realidad en cada lugar del mundo. Por eso ninguna construcción será igual; todas tendrán características peculiares, propias de su formación”. Ernesto Guevara de la Serna.
Cuba. 28 de junio de 1997: La historia de cómo encontraron los restos del Che Guevara
Resumen Latinoamericano (28 de junio de 2020)
“Aunque las descripciones oficiales aseguraban que el cadáver había sido incinerado y las cenizas lanzadas desde un avión sobre la selva, las investigaciones apuntaban a que su cadáver fue trasladado desde la escuelita de La Higuera donde lo asesinaron hasta el cuartel del regimiento Pando en Vallegrande a las dos de la madrugada del 11 de octubre de 1967, con el objetivo de incinerarlo, pero no tuvieron tiempo ni valor para hacerlo. Terminaron enterrando al Che junto a otros seis guerrilleros en una fosa común que cavaron para ello.
“Muchos años después, el 21 de noviembre de 1995, el general boliviano retirado Mario Vargas Salinas declaró a medios de prensa que el Che había sido sepultado bajo la pista de aterrizaje del antiguo aeropuerto de Vallegrande. Y ante la conmoción internacional, el entonces presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada autorizó su búsqueda oficialmente. Así, el 1 de diciembre de ese mismo año llegó a Vallegrande un equipo de antropología forense formado por expertos argentinos y cubanos, geofísicos cubanos y técnicos italianos. La última fase de la búsqueda comenzó el 21 de mayo con un grupo de expertos cubanos liderados por el doctor Jorge González, director del Instituto de Medicina Legal de Cuba y representante de los familiares de los guerrilleros.
“El propio médico cubano ha narrado que ese sábado 28 de junio empezaron a trabajar de acuerdo con la versión que tenían del tractorista que había cavado la fosa donde fue enterrado el Che. Y al empezar a cavar y percibir osamentas dijo al operador de la retroexcavadora “¡para, para!” … luego supieron que aquellos primeros huesos pertenecían al boliviano Aniceto Reinaga. Y narra que en ese momento solo sabían que eran los restos de siete personas. Sin embargo, desde el principio sospecharon que aquellos segundos restos hallados eran los del Che Guevara, pues eran los únicos cubiertos con una chaqueta verde olivo y más tarde “comprobaron que no tenía manos. Terminó de corroborar el hallazgo inicial, el hecho de que pegados a la chaqueta, había una bolsita con la picadura de la cachimba en el bolsillo y residuos del yeso de la mascarilla mortuoria realizada al Che por sus asesinos.
“(…) Y finalmente el 11 de julio de 1997 se hace pública la información al mundo que confirmaba que los restos encontrados eran los de los guerrilleros: del comandante Ernesto «Che» Guevara, los internacionalistas cubanos René Martínez Tamayo (Arturo), Alberto Fernández Montes de Oca (Pacho) y Orlando Pantoja Tamayo (Antonio), los guerrilleros bolivianos Simeón Cuba (Willy) y Aniceto Reynaga (Aniceto), y el combatiente peruano Juan Pablo Chang (El Chino).
“Un día después, el 12 de julio de 1997, Jorge González Pérez regresaba a Cuba junto a los restos del Che y de sus compañeros de la guerrilla boliviana. En Cuba, el Comandante Fidel Castro y sus familiares, los recibían. Comenzaron entonces jornadas de duelo y homenaje del pueblo de Cuba a sus héroes; al Che, que ha sido parte de la leyenda viva de la Revolución Cubana… Todos juntos, el Che y sus compañeros, fueron depositados en el Mausoleo de la ciudad cubana de Santa Clara, construido especialmente para acogerlos. ¡Al fin el Che Guevara estaba en casa!”.
Nota:
- Mencía, Mario. Así empezó la historia del Guerrillero Heroico. Revista Biblioteca Nacional José Martí. Julio-diciembre, 2017.
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