"Mi pintura significa lo que tú ves en ella, decía y sonreía. Para mí, lo que veo es dolor y amor, un amor por la humanidad tan grande que no puede soportar la inhumanidad del hombre contra el hombre"
Conmovedora es, dentro de la Historia de Arte, la obra de Antonia Eiriz, extraordinaria artista cubana, exponente fundamental del expresionismo en Cuba, cuyos cuadros, portadores de audacia y perfección, son un torrente de sentimientos capaces de tocar las más profundas sensibilidades, y aun cuando queda demostrado que nunca será suficiente el estudio de la producción, experiencia estética y recursos expresivos de esta artista, su admirable ingenio creador se convierte en inspiración, una vez más, para rendir Homenaje a Antonia, a las puertas de conmemorar su Centenario.
El tributo está a cargo del Consejo Nacional de Artes Plásticas en el espacio de la crítica " El Andamio”, encuentro que se desarrolla en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, conducido por la curadora Meira Marrero y los panelistas Miriam la O y Filiberto Mora.
El reconocimiento a la artista es solo un atisbo de cuanta admiración sentimos los cubanos de contar con semejante creadora. Antonia Eiriz se desarrolló en las manifestaciones de pintura, grabado, ensamblaje y dibujo. Realizó estudios en la Academia “San Alejandro”, en La Habana, Cuba, de 1951 a 1957. Una vez profesional se desempeñó como profesora en la Escuela Nacional de Instructores de Arte de La Habana, entre 1962 y 1964. De 1965 a 1969 lo fue en la Escuela Nacional de Arte (ENA) de La Habana y en 1982 fungió como jurado en la III Cuadrienal de Artesanía Artística de los Países Socialistas, Erfurt, República Democrática Alemana, entre otras funciones.
Su arte se hizo perpetuo en Cuba y otras partes del mundo, de tal manera que uno de sus óleos, “Entre líneas”, estuvo entre las 100 obras seleccionadas por J. Carter Brown, director emérito del National Museum of Art de Washington, D.C., para la exhibición global celebrando los Juegos Olímpicos de l996. En “Anillos: Cinco pasiones del arte mundial” en el High Museum of Art de Atlanta, “Entre líneas” estaba colgado próximo a “El grito” de Edvard Munch y a un paisaje de Vincent Van Gogh.
Las pinturas de Antonia Eiriz evocan la angustia tanto como el asombro, expresión que nace, no de lo casual sino de la causalidad enrumbada por experiencias tortuosas. A la edad de dos años se enfermó de polio y quedó con la pierna izquierda dañada. La enfermedad la marcó como “diferente” y le causó mucho dolor tanto físico como síquico para el resto de su vida. Eran tiempos, donde las mujeres se educaban para casarse y tener hijos. Las cinco hermanas Eiriz fueron enseñadas a coser, tejer y bordar, que eran las artes domésticas apropiadas, sin embargo, Antonia estaba interesada en el diseño de modas. Fue entonces cuando su hermana Mercedes le sugirió que aplicara para una beca en la conocida escuela de arte San Alejandro. Al graduarse en 1958 Antonia ya era una verdadera pintora.
En los años 60 comienza a destacarse su obra y exhibe por primera vez en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, en su Salón Nacional. Cuatro años después tuvo allí su primera exhibición personal de ensamblajes cuyas obras ganaron premios y fueron presentadas en museos de Brasil, Venezuela, Ciudad México y Tokio.
En 1963 pinta su obra maestra, el cuadro “La anunciación”; la aparición del ángel coronado de la muerte a la humilde costurera, retorcida en su silla en un espasmo de dolor ante el presagio de que su alumbramiento concluirá en trágico aborto, hace que esta obra resulte una dura metáfora de una época contradictoria y apasionada cuyas expectativas oscilaron entre el amor y la esperanza, por una parte, y la violencia y el odio, por otra. Magistralidad exclusiva de Antonia Eiriz que muy bien describiera Roberto Fernández Retamar en La Gaceta de Cuba, en 1964 al referirse a su creación:
“Como en Lam tenemos un pintor de mitos, en Portocarrero uno del ritmo y en Milián uno de angustia, en Antonia Eiriz comenzamos a tener una pintora de lo trágico. Eso es lo que Orozco fue para México, y más atrás, Goya para España. Ella pinta con un dolor que lleva en sí misma y del cual no la eximen, según su opinión, ni su bello rostro, ni su sonrisa, ni su talento. Ella pinta con furia.”
En l968 Antonia dejó de pintar, aunque ella nunca lo reconoció, ciertamente la presión sobre los artistas para trabajar “dentro de la revolución” fue uno de los factores de su decisión, quizás a un nivel inconsciente. En esa época el gobierno cubano había lanzado una de sus más duras críticas sobre las expresiones políticamente incorrectas. Por tanto, esta elección de abandonar su ejercicio, para muchos fue una respuesta a las críticas del gobierno hacia su trabajo, pues a pesar de que fue una de las más importantes artistas que madura con la revolución cubana, Antonia Eiriz fue una pintora controversial y paradójica. Cierto es que recibió honores y condecoraciones del gobierno cubano, sin embargo su pintura nunca se ajustó al estilo o a los temas del realismo social establecidos oficialmente, más bien se asociaba con los miembros del grupo “Los Once”, artistas cubanos de la década de 1950, como los Expresionistas Abstractos, abogaban por un arte abstracto que era intuitivo y que buscaba transmitir verdades esenciales. Aunque trabajaba con figuras, Eiriz simpatizaba con las ideas de Los Once, y a través de su arte y de sus enseñanzas influyó a dos generaciones de artistas.
A principios de los 70 Antonia ya se había retirado tranquilamente a su casa de Juanelo, donde todo el mundo la conocía. Allíí se dedicó a ayudar a otros a desarrollar sus destrezas y confianza, y a enseñar a sus vecinos a trabajar el papier maché. Pronto la gente de Juanelo empezó a colectar periódicos viejos y aprender a dibujar con líneas y puntos, pintar con Mercurocromo y esculpir con pasta de harina de trigo. Los vecinos se encontraron creando mariposas, serpientes y máscaras sicodélicas.
Los niños crearon su propio teatro con sus propias palabras y máscaras. Después, Antonia viajó por la isla entrenando a maestros de artesanía. Hoy, incontables familias ganan su vida con trabajo creativo. Todo comenzó porque Antonia tenía una inconmovible creencia en el poder creador de la gente.
"Todo el mundo puede dibujar, crear y pintar, decía ella. Cuando creamos desde nuestro corazón somos como Dios. Aun si al final resulta una gallina de papel color púrpura, el proceso creativo por sí mismo puede transformar todo su ser"
Otra vez ve la luz, en 1991, el trabajo personal de Antonia Eiriz, con la ayuda de un grupo entusiasta de estudiantes de arte, con quienes monta la exposición personal “Reencuentro” en la galería de Galiano en La Habana. Allí se mostró una notable colección de trabajos restaurados, de los años 60, incluyendo óleos, dibujos, grabados y ensamblajes.
En 1993 en Miami, Antonia salió de su autoimpuesto retiro y volvió a pintar a escala grande. Su primera exhibición de nuevos trabajos en 25 años “Antonia Eiriz se expone” en la galería de Weiss y Sori en Coral Gables presentó grandes óleos y tintas sobre papel con gran éxito de concurrencia.
En el momento de su muerte, el 9 de marzo de 1995, Antonia estaba en el proceso de pintar para una exhibición personal en el Fort Lauderdale Museum of Art. Estas obras fueron exhibidas el mismo año en dicho museo junto a otros trabajos previos en una exposición póstuma acertadamente titulada “Antonia Eiriz: Tributo a una leyenda”.
El Homenaje que rememora la figura y la obra de Antonia Eiriz, en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, a propósito de conmemorar su Centenario, no es exclusivo de los artistas de la plástica, ni siquiera se enmarca en un fragmento de tiempo. Irreverente y radical, esta mujer, una de las principales figuras del arte cubano del siglo XX, nos enseña, a 100 años de su natalicio, a ser coherentes y extensivos, desde los espacios de creación y la esencia de la vida.
Cual personaje que renace de las fauces, atrapados por los trazos de su obra, Antonia Eiriz resurge y trasciende como una verdadera "Anunciación". “La actitud del verdadero artista debe ser la sinceridad e insatisfacción y ser valiente y honesto hacia los demás. La conformidad engendra la mediocridad y el oportunismo”.
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