La Editorial Oriente publicó en el presente año el libro titulado Antonio Maceo en la historiografía cubana. El tratamiento a aspectos controvertidos de su biografía, de la historiadora santiaguera Zoe Sosa Borjas. La obra es el resultado de su tesis de maestría en Estudios Cubanos y del Caribe (Universidad de Oriente, 2008), bajo la tutoría del Dr. C. Israel Escalona Chádez, quien, además, funge como prologuista.
La historiografía como disciplina docente e investigativa tiene un legado de obligatorio referente en Vidal Morales y Morales, Hortensia Pichardo Viñals, Carmen Almodóvar Muñoz, Oscar Zanetti Lecuona y en no pocos especialistas de diferentes esferas del conocimiento de la Historia, tales como Gloria García Rodríguez, Francisco Pérez Guzmán, Israel Escalona Chádez, Mercedes García Rodríguez, Yoel Cordoví Núñez, Olga Portuondo Zúñiga, la autora de este texto, entre otros. A ellos deben sumarse las destacadas bibliógrafas Josefina y Aracely García Carranza, y los colectivos de las bibliotecas y archivos del país, cuyos quehaceres constituyen fuentes nutrientes para el desempeño profesional de los historiadores del patio.
Los estudios críticos e incitadores al debate sobre las investigaciones en torno a la Historia de Cuba aún resultan insuficientes, pese a su carácter de ejercicio imprescindible para la realización de cualquier empeño epistemológico. El punto de partida es el conocimiento de la precedencia, de lo contrario no es identificable el aporte novedoso o significativo de la obra científica. Lo anterior se repite desde los cursos de pre grados hasta los doctorales; sin embargo, no siempre se realiza acorde a los principios de la ética profesional.
El verbo antiético o carente de la esplendidez del universo fascinante del respeto hacia los que se anticiparon al conocimiento actual de cualquier tema, acontecer y figuras del pasado, se muestra sutilmente mediante la exposición acrítica, o peor, repitiendo sus conocimientos sin referencia alguna con el marcado fin de ganarse las glorias del presente. La antieticidad también se revela en la condena desmesurada de los errores cometidos por los predecesores, desconociendo sus contextos históricos y reales posibilidades de investigar bajo la presión de otros oficios y profesiones. Ignorando, además, que cada esfuerzo científico supera al anterior en la misma medida en que se descubren nuevas informaciones. Jamás debe olvidarse que sin el principio no hay continuidad, y que en el campo de la cultura no hay obra terminada, salvo que fenezca la vida planetaria. Otros se alimentarán de los aciertos de hoy y también sabrán llenar sus inevitables vacíos.
Zoe Sosa Borjas entrega al lector interesado en la Historia de Cuba, y en la vida y obra de Antonio Maceo y Grajales, un libro inteligente, culto, ético y sugerente. Por su sólida escritura, resultado de su dominio del idioma y capacidad de fraguar nuevos entendimientos en los especialistas de cualquier ramo o esfera del saber, se torna en un nuevo referente investigativo.
Concebida con una estructura cronológica y temática, apunta hacia los aspectos controversiales de la literatura maceísta tales como su nacimiento y el de sus padres; las relaciones políticas con sus contemporáneos; la muerte en combate; la revolución, la guerra y sus contradicciones internas; el racismo y el papel de los negros en la contienda bélica; la nación y la nacionalidad; la regionalización de la Historia; los grupos familiares y sus nexos con la sociedad total; los mitos, leyendas y consignas, y la transmisión de valores desde la familia y la educación.
Zoe polemiza con los autores mediante sus consultas pormenorizadas de las fuentes documentales y bibliográficas —incluyendo revistas y prensa periódica—, desde la colonia hasta nuestros días. Sus apuntes y rectificaciones denotan rigurosidad y profesionalismo. Contiene las valoraciones de sus contemporáneos, expresadas en crónicas y testimonios, fuesen partidarios de la independencia o del integrismo. Así, de forma fluida, el lector se pone en contacto con las principales contradicciones presentes, como suele suceder, en las tendencias historiográficas. El arsenal informativo que deposita en el historiador facilita la discrepancia y el debate constructivos.
Tal vez, para una próxima versión del libro, sería provechoso que la autora incorpore la posición de los autonomistas cubanos y revalorice la estructura discursiva con el fin de evitar algunas reiteraciones temáticas.
Los historiadores y los amantes de la Historia patria agradecen este libro que muestra, sin arrebatos emocionales y con la exigida distancia crítica, todo el quehacer de quienes han dedicado sus desempeños profesionales a la develación del ideólogo político militar que supo andar por las eternidades de los tiempos gracias a su trascendente condición humana.
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