Como envuelto en una atmósfera signada por la soledad y el silencio muchos parecen recordar a Antonio Vidal, uno de los más importantes pintores cubanos de la segunda mitad del siglo XX, de cuyo nacimiento se cumplen este 20 de febrero 93 años.
Graduado de la Academia Villate, pronto mostró su apego a la abstracción, siendo uno de los participantes en la exposición que en 1952 diera origen al grupo Los Once, colectivo al que perteneció hasta su desintegración.
Siempre fiel a esa expresión artística transitó por la abstracción geométrica, el expresionismo abstracto y el informalismo o action painting, en un ir y venir que obliga a estar atentos a las sutilezas que diferencian sus obras, en las que cada elemento apela a lo sensorial más que al intelecto.
Dibujante, ilustrador y grabador, estuvo entre los fundadores del Taller Experimental de Gráfica de La Habana a inicios de los años 60 del pasado siglo, realizando una significativa obra litográfica. En la década de los 80 comienza a incursionar en la escultura, dentro de la que conservó los códigos de la abstracción. Asimismo, ejerció la docencia en la Escuela Nacional de Arte por más de veinte años.
Realizó numerosas exposiciones en instituciones cubanas, de América Latina, Estados Unidos, Europa y Asia. En 1999, cuatro años antes de su desaparición física, fue reconocido con el Premio Nacional de Artes Plásticas.
En 2018, en ocasión de conmemorarse el aniversario 90 de su nacimiento, el Museo Nacional de Bellas Artes organizó la muestra personal Un paseante solitario, la cual permitió apreciar unas 40 obras, entre óleos, grabados, collages, tintas, acuarelas y esculturas, creadas por Antonio Vidal de 1952 a 1991.
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