Aporte fundamental del MNT: «El compromiso con el amor y la verdad de su tiempo»
El Periódico Cubarte desde el pasado mes de noviembre ha publicado semanalmente, a modo de homenaje, entrevistas a propósito del aniversario 50 de la fundación del Movimiento de la Nueva Trova cubana, cuyas canciones han sido a lo largo de este tiempo himnos de amor, del amor grande, el amor a todo, y muchas conservan, a pesar del paso del tiempo, esa cualidad.
Hemos tenido la suerte de contar con las evocaciones y apreciaciones de notables trovadores cubanos de diferentes generaciones, entre ellos, Augusto Blanca, Gerardo Alfonso, Frank Delgado, Angelito Quintero, Marta Campos, Heydi Igualada, Inti Santana, Adrián Berazaín, o líderes e integrantes de formaciones pertenecientes al movimiento como Luis Llaguno, del Grupo Nuestra América, Adolfo Costales, de Mayohuacán, y Tomás Rivero de Moncada.
Igualmente han accedido a participar en ese proyecto, periodistas y críticos como Norberto Codina, Pedro de la Hoz y Frank Padrón, la reconocida artista de la plástica Diana Balboa, el destacado productor musical Enrique Carballea y la admirada doctora Mildred de la Torre Molina.
Lázara Rivadavia (La Habana, 1966) es una trovadora y compositora de interesante formación; graduada de Filosofía en la Universidad Estatal de Moscú Mijail Lomonósov, luego cursa estudios de superación musical con la reconocida profesora Leopoldina Núñez y comenta que aunque fue durante solo seis meses, le enseñó muchísimo.
Pero lo más determinante, y así lo reconoce la cantautora, es el universo musical donde nació y se crió; un solar del antaño hermoso municipio Cerro, le dio la bienvenida al mundo a una niña que crecería al compás de la música cubana y los cantos de sus padres, de su tía Barbarita y de otros entrañables amigos de su familia, y reconoce con certeza absoluta que su padre, «fue mi dios y mi mejor cómplice».
Lázara, cuyo apellido proviene seguramente de un hermoso e histórico pueblo de Galicia, reside en actualmente en México, luego de haber vivido varios años en España, donde realizó numerosas presentaciones, así como en Francia, Holanda, Rusia, Ecuador y Portugal.
Esta trovadora que confiesa: «necesito que algo me parta el alma para que me salga la canción», aceptó amablemente tener este diálogo con los lectores de Cubarte, donde muestra toda la ternura y sensibilidad que vuelca en sus canciones.
Su primer recuerdo del MNT ¿llega junto a qué figura?
Pablo Milanés, me sonó a despertar desde el primer día que lo escuché. Su hondura, su descendencia del filin, su voz todopoderosa. Copié canciones de Silvio Rodríguez para regalar a mis amores, alucinada con el verso preciso. Amaury Pérez fue la banda sonora de los inviernos en Moscú cuando estudiaba en la Lomonósov.
¿Cuándo reconoció que quería ser trovadora?
No hubo un momento preciso. Fue fluyendo con el poder adictivo que tiene el proceso de creación. Comencé a componer para remedar lo bebido en las descargas de mi casa. Mi padre tocaba el requinto en el dúo que armó en la adolescencia con su compadre El Chino. De meses me dormía con «Novia mía» de José Antonio Méndez. Crecí con el filin, Agustín Lara, Los Panchos, Álvaro Carrillo...
En Moscú me integré al grupo Caribe. Nostálgicos de la música cubana que se desahogaban en cada efeméride. Cantaba y tocaba la guitarra. De regreso a Cuba busqué estudiar música para encontrar los acordes de las melodías que me sacaba mi primer amor.
La mismísima providencia me puso a Leopoldina Núñez en el camino. Fueron seis meses de clases intensas para delinear un considerable cambio en la armonía.
Llegué a La Habana al inicio del periodo especial, enero de 1991. A los pocos meses el poeta Noel Méndez Machín tocó a la puerta de Noemí Crosas para conocer la voz que se escuchaba en el edificio. Su novia era la vecina de los bajos. Estaba por iniciar una peña en el cine Mara, me pidió sumarme a la aventura.
La peña El Azar definió el rumbo trovadoresco. Hicimos un espacio de poesía, cuentos y canciones en el lobby del Mara. Allí estuvimos un par de años; resistiendo los apagones con la batería del carro de Noel. Se sumaron mis hermanas Rita del Prado y Heidi Igualada; también los narradores orales Juan Carlos Cuba y Aldo Méndez.
Fue el refugio para la esperanza en La Habana oscura. Muchos colegas se acercaron a apoyar el empeño. Marta Campos, Frank González, Julio Hernández, Andy Villalón, Alejandro Bernabeu, Juan Carlos Pérez, Medina, Boris Larramendi, Samuel Águila, Ariel Díaz, Diego Cano, David Silgado, Ireno García, nuestra eterna Teresita Fernández. El Azar fue el vicio de trovar a toda costa.
Luego llegó el Centro Pablo a promocionar la obra de todos. María Santucho y Víctor Casaus consiguieron visualizar al grupo silenciado por las dificultades de mostrar las propuestas. Mis dos conciertos, A guitarra limpia, 2001 y 2006, catapultaron el reconocimiento dentro del incesante crecimiento del discurso poético del movimiento.
En sus inicios ¿a quién se quería parecer? ¿Es de este trovador o trovadora de quien tiene mayores influencias?
Nunca me he querido parecer a nadie. Somos consecuencia de la música que escuchamos. He tenido más el filin como patrón. Vengo de una familia de bohemios empedernidos que me criaron con boleros. Por eso mi obra tiene ese sello «filinero». Me dejaron en el ADN a José Antonio Méndez, César Portillo, Frank Domínguez, Isolina Carrillo. A ellos sí los imité. Mis primeras canciones intentaron semejarse al lenguaje sentimental. Descontextualizadas de mi juventud. La pluma de un alma vieja aferrada a homenajear la raíz. A los quince años me iba al Pico Blanco del hotel Saint John's a beber de mis ídolos.
Mi padre se obsesionó con que aprendiera a tocar guitarra, porque no tenía hermanos. La primera me la dio a los tres años, luego a los cinco. Se hizo luthier en seis meses para el regalo de los trece. El que toca guitarra jamás está solo. Afirmaba convencido de que era la solución para rodearme de amigos. No se equivocó.
¿En qué medida cree que Sara González influyó en otras trovadoras cubanas?
Sara González es definitiva en la obra de todas. Su disco Canto de mujer nos incluyó en una antología que nos enalteció en su voz y en los excelentísimos arreglos de Pucho López. Nos arropó en su amor protector. Es eterna en el latido del pueblo y en el agradecimiento infinito de los que tuvimos la suerte de amarla.
¿Qué recuerdos guarda de Pablo Milanés?
Perseguía sus conciertos. La inmensidad de su obra y su comprometida labor de defender la cubanidad por encima de detractores excluyentes, lo hizo eterno en el azaroso camino de la continuidad del lirismo de la cultura cubana.
Es indiscutible el caudal de su quehacer creador. Su pasión por el pueblo que lloró su partida. Pablo es un imprescindible que permanecerá más allá de la estrechez mental.
¿Usted cree que los fundadores del MNT «enseñaron a pensar» a los jóvenes cubanos?
Nos enseñaron a pensar los próceres de la historia. Somos herederos del excelso pensamiento cubano. Félix Varela, José Agustín Caballero, José de Luz y Caballero, José Martí. Diseñaron la Cuba con todos y para el bien de todos. Los fundadores del MNT son continuadores del sentimiento libertador. Sus obras proclamaron la esperanza. Transmitieron la responsabilidad social de cantar la realidad.
¿Cuál considera es el aporte fundamental del MNT a la historia de la música cubana?
El compromiso con el amor y la verdad de su tiempo.
Razones
Qué grande es tu corazón
que buena suerte la mía
quién me pagó con tu amor
como me alivias la vida.
Hay una estrella quizás
en el banco de algún parque
hay veinte mil malheridos
rotos de fe por la calle.
Un loco agita su espada
en una guerra de nadie
mientras tu abrazo mi amor
devuelve el sol a mi valle.
Y secuestran la ilusión
cuatro pandillas de malos
y se le ocurre a un suicida
decir te quiero en la radio.
El mundo grita su espanto
por lo que arriendan la ira
y yo me rompo de paz
si tú me besas mi vida.
Debía haber una esperanza
tienen que salir caminos
nadie me pida razones
si quiero cambiar de vino.
Ocupémonos del mundo
que exige luces abiertas
como se ocupa mi amor
de los sueños en mi puerta.
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