Nos remontamos a inicios de este siglo. Sí, era el 2001. Descendía las escaleras del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural hacia la Presidencia y de repente un travieso pequeño que corre irresponsablemente hacia las escaleras. Lo detengo y le digo que no puede bajar así porque puede caer y lastimarse.
El pequeño me responde en inglés y yo comienzo a explicarle, en inglés también, que podía lastimarse. Justo a tiempo se me acerca un hombre joven y delgado que me da las gracias y toma al pequeño en sus brazos.
Me dirijo al área hacia la que iba y, al salir de esta me detengo ante un grupo que sale de las oficinas de la Dra. Marta Arjona. No los conozco, no, pero… cómo se parece ese señor calvo a alguien que he visto en otras ocasiones. Sí, debo haberlo visto en la televisión o el periódico, seguro que es eso.
Transcurre el año 2002. La secretaria de la Vicepresidencia de Museos me informa que la Dra. Arjona me llama. Tomo mi agenda y bolígrafo. Dirijo mis pasos hacia su despacho. Me detengo en la puerta. La secretaria me dice que pase, Marta me está esperando.
Ya en su despacho la sorprendo hablando por teléfono. Me hace señas para que me siente. De repente comienza a explicarme que existe un interés de un grupo de estadounidenses de colaborar con nosotros para la preservación del legado cubano de Hemingway y está interesado en la firma de un Acuerdo para poder establecer los nexos legales para ejecutarlo. Tú serás la persona que se encargará, de ahora en lo adelante, de llevar todo este proyecto junto conmigo. Así asumí esta tarea, y confieso que lo hice con agrado y que un sano orgullo profesional invadió mi espíritu.
Transcurren los días y comienzo a manejar información. El matrimonio Phillips había visitado Finca Vigía y se había interesado por la preservación de la papelería. El esposo era un editorialista del Boston Globe y ella era, nada más y nada menos, que la nieta de Maxwell Perkins, el amigo y editor de Ernest Hemingway. Todavía no sabía sus nombres, pero juro que no salía de mi asombro.
Imagina usted lo que significa para una persona que ha estudiado la vida y a obra de Hemingway, dirigido su Museo cubano y, prácticamente, vivido en Finca Vigía durante 17 años saber que va a poder conversar con la nieta de Max Perkins. Confieso ahora, unos pocos años después, que me sentía atónita y algo así como en una nube.
El matrimonio había conversado con el congresista James P. McGovern y este les había prometido ayuda. Y esa ayuda era la autorización por parte del gobierno norteamericano de la firma de un Acuerdo entre Cuba y Estados Unidos con estos fines.
A partir de aquí…el diluvio. Reuniones iban y venían: unas con muchas personas, otras con un pequeño grupo pero en todas debíamos estar Marta Arjona y yo que era la especialista designada para dar cumplimiento a esa tarea. Recuerdo aquellos extensos cambios de impresiones en los que intervenía Abel Prieto Jiménez, el Ministro de Cultura en aquel entonces, dirigiendo las mismas. Aclarándonos y aclarándose dudas, pensando en las dificultades que habría que afrontar. Era todo un reto.
Claro está, la nube en la que me sentí flotar en los primero momentos desapareció ante la realidad de la tarea, la proyección que podría tener este Acuerdo y la tremenda responsabilidad.
Al fin, conocí a los Phillips, Frank y Jenny. Así comenzó nuestra amistad porque estábamos hablando en un mismo idioma, aunque en lenguas diferentes: había que preservar para las generaciones futuras, no solo la memoria cubana de Hemingway sino sus originales. Esa importante papelería que tanto habíamos conservado pero para la que deseábamos las mejores condiciones de preservación científico técnica, a la altura de la tecnología más avanzada.
Surgieron los borradores para el Acuerdo. Enviábamos propuestas y recibíamos otros borradores modificando, aceptando o realizando nuevas proposiciones. Reenviábamos ajustes, aclaraciones. Y ya estaba casi listo. Solo restaba la llegada de la delegación para la discusión del mismo.
Arribaba el congresista James P. McGovern. Junto a él Lisa, su esposa y su equipo de trabajo. Tuve el alto honor de recibirlo en el aeropuerto y acompañarlo hasta el hotel donde se alojaría toda la comitiva. McGovern inauguró el hotel Palacio O´Farrill.
Ya en el bar se sirvieron unos tragos y, mientras conversábamos acerca de lo excitados que estábamos todos con el Acuerdo que firmaríamos, me di cuenta que era este congresista que estaba sentado frente a mí, aquel señor calvo que yo había visto saliendo del despacho de la Dra. Marta Arjona. Y supe, que el señor delgado que me había agradecido por detener al pequeño que irrumpió por aquellas escaleras del Consejo, en el 2001, era el Sr. Michael Mershon, su secretario.
Al día siguiente fue la reunión multitudinaria en el Salón de Reuniones del Ministro de Cultura. La reunión que presidieron Abel y McGovern. Y estuvieron presentes Frank y Jenny Phillips, la Directora de la Biblioteca John F. Kennedy y también la Dra. Sandra Spanier. Y sí, hablamos de los pros y los contras. También conversamos acerca de las dificultades que sabíamos debíamos afrontar a partir de la ejecución de las labores. Pero no hubo miedo. Los deseos de trabajar, de ayudarnos, de intercambiar conocimientos, de preservar los originales y la memoria de uno de los mejores escritores norteamericanos del Siglo XX invadían nuestros sentidos.
Esa noche en el Palacio O´Farrill había tremendo jolgorio. Llegó Stephen Plotkin, ex Conservador de la Colección Hemingway de la JFK; Sean y Colette Hemingway; Hilary Hemingway y su esposo, pasaron por un ratito, ellos se hospedaban en el Nacional. Tarde llegó Angela Hemingway, muy estresada por los contratiempos que había sufrido en el aeropuerto de Jamaica.
El día 2 de noviembre Finca Vigía semejaba un gran hormiguero. Temprano se tomaron medidas de seguridad. Bueno, el Jefe vendría, las medidas estaban tomadas. Eso me dije.
Los miembros de la Hemingway Society, con su Presidente al frente, que viajaron a Cuba para la ocasión me preguntaban y yo respondía que no lo sabía. Sin embargo, ellos no me creían pero, realmente, yo solo imaginaba, soñaba con la presencia, pero nada sabía al respecto.
Llegaron Fidel y McGovern y el Ministro de Cultura y los viceministros y qué sé yo cuánta gente. ¿Fotógrafos? ¿Reporteros? Bueno pueden ustedes imaginar. Era una noticia para el mundo. Hasta esa fecha entre ambos gobiernos solo existía el Acuerdo Migratorio y ahora, justo ahora, firmaríamos otro pero este de carácter estrictamente cultural.
Y el Dr. Erick Hershberg, Director del Social Science Research Council de los Estados Unidos y la Dra. Marta Arjona, Presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural estamparon sus firmas en el histórico documento. Y luego, firmarían los testigos: Fidel Castro y James P. McGovern, fueron los primeros. Y así se sucedieron otros, no menos importantes por sus vínculos con el escritor norteamericano: Frank y Jenny Phillips, Sean y Colette Hemingway, Angela Hemingway, Hilary Hemingway, Sandra Spanier…
Desde el 2003 comenzaron los intercambios. Conocimos a Susan Wrynn y Millie O´Connor, al escritor Scott Berg, a los arquitectos Lee Cott y Henry Moss, al Dr. Stanley Katz, Amy Wood. Y más adelante comenzaron a llegar aquellos que ya consideramos, realmente, como nuestros amigos. Me refiero a Bill Dupont, Mary De Nadai, Patricia O´Donell, Wendy Jessup, Michael Henry, Walter Newman y tantos otros. Todos y cada uno de ellos con un aporte a la labor científico técnica que nos propusimos llevar a cabo.
Y viajamos a Cayo Guillermo, recorrimos la cayería de los Jardines del Rey, visitamos Nuevitas, desandamos Cayo Romano y nos encontramos con el viejo pescador que había conocido a Hemingway. Y nos alojamos en el Gran Hotel de Camagüey, como solía hacer Ernesto cuando viajaba a esa provincia para visitar a su amigo Mayito García Menocal, administrador del Central Santa Marta.
Y, tal vez, de tanto repetir esta idea se me tilde de reiterativa. Pero creo que vale la pena resaltar, una vez más que comenzamos nuestras labores como reuniones de los grupos de expertos cubano y norteamericano. Cierto que es ese el rimbombante título oficial con el que denominaron nuestro trabajo. Pero, desde hace muchísimo tiempo no es menos cierto que todos nos hemos sentido como un equipo de trabajo que labora para la preservación no solo de cuanto vestigio material contenga el legado cubano de Hemingway sino también para la preservación de la memoria de Ernest Hemingway, Papa o, simplemente, Ernesto como me gusta llamarlo.
Y el mes de noviembre arribaremos a los doce años de edad. Y, como estamos entre amigos confieso que yo todavía veo lejano el día en que el gobierno de Estados Unidos levante el bloqueo, recuerdo nuevamente que estamos entre amigos y todos sabemos a qué me estoy refiriendo. Y, sí, estoy convencida que más temprano que tarde se producirá el proceso que todos esperamos, el de la normalización de las relaciones entre nuestros dos países.
Pienso, sin embargo, que el cumplimiento y realización de este Acuerdo permanecerá en la historia de la cultura cubana y norteamericana, como un ejemplo de trabajo conjunto, de colaboración, solidaridad, amistad y respeto. Logrado a pesar de las restricciones que nos fueron impuestas por el momento histórico en que nos tocó ejecutar nuestro sagrado trabajo.
Muchas gracias
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