El primero de octubre del año1942, vino al mundo Remigio Héctor Quintero Viera, trascendido en el universo artístico simplemente como Héctor Quintero, quien legó a la cultura insular e iberoamericana una prolífica obra en el teatro, la radio, la televisión y el cine, amén de su labor como escritor, actor, director, productor, cantante, declamador, presentador de programas y narrador.
En esta oportunidad, voy a referirme a algunas facetas de su infancia y adolescencia poco conocidas, sobre las cuales me habló durante mis extensas conversaciones con él, sobre todo durante varios meses del año 2008, cuando me encontraba enfermo y su visita a mi casa era recurrente. Su infancia fue normal, como la de cualquier otro niño pobre. Jugaba, estudiaba y se relacionaba con sus compañeros de clases y del barrio con extraordinaria soltura y carisma y evidenciaba sus cualidades como cantante y actor, sobre todo en algunas de las actividades que se realizaban en su escuela.
Recuerdo que hablaba con nostalgia de aquellos inicios en el mundo de la actuación en el año 1953, siendo un niño, en Radio Mambí, una planta que se encontraba instalada en el edificio donde hoy radica la tienda La Primera de Prado, Paseo del Prado Número 107, entre Genios y Refugio en la céntrica avenida también denominada Paseo de Martí. Allí, a los diez años de edad, se presentó con sorprendente éxito en la Corte Suprema del Arte Infantil, donde comenzó la extraordinaria carrera artística de este polifacético creador.
Hasta Radio Mambí allí iba caminando —entonces vivía a unas cuantas cuadras en una humilde zona de Centro Habana—, pues no podía “darse el lujo” de tomar un autobús. Durante una de esas travesías, que en ocasiones realizaba por diferentes rumbos, al tomar por el Prado en dirección a la radioemisora, se detuvo ante unas ruinas que le llamaron poderosamente la atención: eran los restos del antiguo Teatro Principal de la Comedia, uno de los coliseos más importantes con que contaba el arte dramático y lírico cubano, ubicado en la calle Ánimas Número 2, entre Zulueta y Prado, y tenía capacidad para 834 espectadores. Había sido inaugurado el 29 de octubre de 1921 con la obra La de San Quintín, de Benito Pérez Galdós, presentada por la compañía de María Palau y Felipe Sassone. Fue demolido entre 1955 y 1957 para situar en ese lugar un parqueo, desapareciendo de este modo una institución consagrada al arte lírico y zarzuelero. En esa misma área, posteriormente se construyó la piscina del Hotel Sevilla.
Héctor, quien entonces tenía 14 años de edad, caminó entre los restos del lugar abandonado y que nunca pudo visitar. En aquel ambiente de magia y éxtasis, entre lunetas destruidas y algunos pedazos de pared que aún existían allí, por su mente pasaron fantasiosas estampas del mundo de la escena por el que profesaba extraordinaria vocación.
Otra circunstancia que enriqueció su amor por el teatro, se produjo cuando una querida amiga de su infancia, Consuelo Elba, estaba interesada en la actuación (posteriormente se hizo realizadora de audiovisuales), y él la acompañaba a los ensayos, y a veces a las funciones de una obra de Lilian German, llamada Infamia, protagonizada por Violeta Jiménez, Violeta Casal y Jorge Félix donde ella intervenía. Era un pequeño teatro que estaba entonces situado en Prado 260, donde ahora existe la sede de la Unión de Árabe de Cuba.
La Corte Suprema del Arte Infantil era una prolongación de la Corte Suprema del Arte, de la CMQ de Monte y Prado, un espacio de gran radioaudiencia en las décadas de 1940 y 1950 del pasado siglo, y en el que se dieron a conocer grandes figuras de la música cubana. Este programa devino amplio despliegue de artistas aficionados, talentos que realmente fueron encausados luego del triunfo de la Revolución Cubana con la creación del sistema de enseñanza artística y el surgimiento del movimiento de Artistas Aficionados, posteriormente canalizado a través de las Casas de Cultura, surgidas en el mes de enero de l978 mediante la Resolución No. 8, del Ministerio de Cultura, instituciones subordinadas técnica y metodológicamente al Ministerio de Cultura, bajo la Dirección de Orientación y Extensión Cultural y la Dirección de Artistas Aficionados.
Sin embargo, aunque no poseía el carácter masivo del Movimiento de Artistas Aficionados organizado a partir de la década del sesenta, con una amplia participación de los diferentes sectores estudiantiles y laborales, la Corte Suprema del Arte permitió fortalecer y expandir las artes escénicas y la música en el Circuito CMQ, artistas en ciernes que devinieron eje medular en concursos, escenificaciones y actividades múltiples fuera de los estudios radiales. Así surgieron figuras que luego harían historia en el mundo de la escena y los espectáculos en Cuba, como Rosa Fornés, Raquel Revuelta, Elena Burke, Ramón Veloz, Obdulia Breijo, el dúo Hermanas Martí, Natalia Herrera y Armando Bianchi, entre otros muchos.
El periodista Roberto Báez Miró, en la edición del 25 de junio de 1941, del periódico La Discusión expresó: "La Corte Suprema del Arte fue el éxito radial más grande que en nuestras emisoras se haya conocido en todos los tiempos. No sólo como audición de aficionados. El gran triunfo en que se basó su actual asombro en la difusión, como audición en general, cosa no muy fácil de lograr, sobre todo con esa total unanimidad…".
En un texto publicado el 1 enero de 2022 en Cubadebate por el cronista Ciro Bianchi Ross, bajo el título de La Corte Suprema del Arte, subraya que ese concurso “fue además expresión de la fiera competencia comercial que en esos años comenzaba a hacerse sentir en la radio. La (…) patrocinó en sus inicios Competidora Gaditana, ‘el cigarro inigualable’, tal como rezaba su slogan. Al obtener el programa un éxito sensacional, Miguel Gabriel, en una de sus jugadas de audacia, elevó de manera inusitada la cifra que debía pagar el anunciante, y obligó de esa manera a Competidora a dejar el campo libre a una empresa rival, la de los cigarros Regalías el Cuño, que previamente se había comprometido a abonar doce mil pesos mensuales por el espacio. Cifra descomunal en aquellos momentos, y que marcó el primer paso hacia los altos presupuestos de inversión en la radio”.
Luego de su triunfo en La Corte Suprema del Arte para niños, en Radio Mambí Héctor realizó múltiples presentaciones. Recordaba que en aquella competencia, años después, hubo una segunda vuelta igualmente dirigida por José Antonio Alonso y ahí se presentó. Los chicos que ganaban pasaban a integrar un programa que se hacía semanalmente, donde interpretaban canciones y dramatizados. Por ese tiempo empezó a “escribir cositas”, particularmente para las aventuras de Faldo Mariel, las cuales calificaba como “algo espantoso”.
En esos años sus textos estaban muy influidos por el espacio de Aventuras que se transmitía por la radio y había una muy atractiva que se llamaba Jaque el Pecoso. En Faldo Mariel actuaba, cantaba, escribía y poco tiempo después pasó a ser actor infantil de la radio emisora en los espacios que tenían, entre estos una guantanamera, uno de crónica roja que se hacía en vivo, donde estuvo aproximadamente dos años.
Luego, su presencia en Radio Mambí se vio paralizada debido a una disposición del gobierno del dictador Fulgencio Batista, quien a través del Ministro de Comunicaciones, prohibía que los niños menores de 14 años trabajaran. Posteriormente, a los 14 años de edad, alegando que ya había cumplido los 15 se presentó en un espacio similar que se llamaba el programa de José Antonio Alonso, muy popular también, donde participaban los aficionados, y en el que surgieron figuras importantísimas como Pablo Milanés; además de muchos otros importantes artistas. A partir de entonces, y de manera ininterrumpida, desde la niñez y hasta su fallecimiento, continuó la vida artística de Héctor Quintero.
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