Hay un hilo intacto que va desde aquel vivo diálogo entre Fidel y los intelectuales en la Biblioteca Nacional de Cuba –donde el primero pronunció la Palabras que ya cumplirán sesenta años este 30 de junio-, y el momento actual del país, el cual fue definido en la tarde de este lunes por el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista, y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, de este modo: “es hora de actualizar y de refundar”.
En el mismo recinto donde el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, el Fidel que no había cumplido sus35 años, compartió sus ideas a modo de conclusión de las reuniones con los intelectuales cubanos -efectuadas los días 16, 23 y 30 de junio de 1961-, el Presidente Díaz-Canel expresó que “no vamos a regalar la Revolución ni sus espacios. Debemos y podemos gestionarlos mejor, aprendiendo más de todo y de todos”.
En una intervención diáfana, firme, unitaria, emotiva, transida de argumentos y de preguntas que invitan al análisis, el Primer Secretario del Comité Central del Partido dijo a los presentes: “Creemos firmemente que la obra de arte tiene no sólo el derecho sino la misión de ser provocadora, arriesgada, desafiante, cuestionadora, pero enaltecedora y emancipadora. Someterla a la censura subjetiva y cobarde es un acto de lesa cultura. La libertad de expresión en la Revolución sigue teniendo como límite el derecho de la Revolución a existir”.
Sus reflexiones, como parte del acto oficial por el aniversario 60 de Palabras a los intelectuales, tocaron un asunto medular, de definición ante el suceso humano, transformador e inacabado que significa la Obra iniciada en Enero de 1959: “Me honra ratificarles hoy –resaltó Díaz-Canel Bermúdez ante un grupo de destacados intelectuales- que dentro de la Revolución sigue existiendo espacio para todo y para todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo.
“Así como Martí excluyó de la Cuba con todos y para el bien de todos, a los anexionistas y en sus Palabras en 1961, Fidel separó a los incorregiblemente contrarrevolucionarios, en la Cuba de 2021 no hay cabida para los anexionistas de siempre ni para los mercenarios del momento”.
Este del lunes también se produjo un histórico encuentro entre la máxima dirección del país y parte de su vanguardia creadora, porque, ¿acaso muchos de los desafíos planteados por el guerrillero Fidel el 30 de junio de 1961 forman parte del pasado perfecto? Desde luego que no: porque nos sigue preocupando “la Revolución misma” –palabras textuales de la intervención del líder histórico. Y cómo él, cualquier cubano de bien puede y debe preguntarse:
“¿Es que nosotros creemos que hemos ganado ya todas las batallas revolucionarias? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene enemigos? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene peligros?”.
Todavía son cardinales los conceptos enunciados por el joven rebelde, de que la Revolución “tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir”; de que esa misma Revolución debe acoger a todos los que, sean más o menos transgresores, no le nieguen su derecho a existir; de que la Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura; y de que su vanguardia artístico-literaria tiene como meta esencial ascender al corazón del pueblo.
Marcado por ese mismo espíritu de transparencia y de emancipación, el Presidente cubano recordó que “hace 60 años, en diálogo real y honesto con la intelectualidad artística y literaria, el muy joven líder revolucionario Fidel Castro, plantaba las bases fundacionales de lo que a lo largo de estos años ha ido conformando la política cultural de la Revolución cubana”.
El mandatario elogió el estilo del joven rebelde, su discurso que es “una lección de ética y de solidez cultural, de respeto al otro; es una prueba de cómo funciona el diálogo verdadero, con el oído atento a las voces inconformes o disonantes y la palabra dispuesta a responder, pero no para vencer, sino para aprender, aceptar, convencer; sin prepotencia, sin soberbias estériles”.
“Dentro de la Revolución”, subrayó Díaz-Canel esas palabras pronunciadas por Fidel sesenta años atrás, para luego afirmar que “esa formulación, que suelen sacar de contexto y presentar como expresión excluyente los que leen malintencionadamente las Palabras…, es central e insustituible. Dentro de la Revolución todo, significa que lo único que no está en discusión es la Revolución. No es ella un hecho en disputa. Es el hecho mismo, la razón de ser de aquel encuentro”.
Rearmar al pueblo en lo material y en lo espiritual ha estado entre las motivaciones que dan sentido a todas las transformaciones vividas desde 1959; y las ondas expansivas de la gran explosión que parieron las montañas, esas que llegan hasta hoy, han tocado a cada hijo del país desde una obra que desborda cotos cerrados, o creaciones de élite, que ha llegado a pupitres y a los sucesos más comunes.
“Sin la Revolución –razonó el Primer Secretario del Comité Central del Partido en referencia a cómo cada decisión tomada en la línea del tiempo abrió los portones a la realización de muchos-, la deslumbrante cultura cubana de nuestra época no sería. Ni siquiera existiría esa parte de la cultura cubana cuyos creadores un día rompieron con la Revolución por disímiles causas, pero han aportado al patrimonio de la nación obras inseparables del curso revolucionario de nuestra Historia”.
En otro momento de su intervención el dignatario dijo: “Siento que hoy nos debemos una relectura responsable y comprometida de los debates que desde 1961, caracterizaron la relación del Gobierno con sus intelectuales y artistas, preguntándonos cuántos de los problemas señalados a lo largo de estos años, se han resuelto o permanecen entorpeciendo la salud del proceso social en curso”.
Preguntas trascendentales hizo el Presidente cubano desde la Biblioteca Nacional de Cuba: “¿Cuál sería el papel del Arte y de los artistas para seguir siendo revolucionarios en un contexto universal que parece moverse siempre en sentido contrario? (…) ¿Qué hace, qué busca, qué crea, qué deja como legado un artista revolucionario en la veloz era digital y las procelosas, turbias, confusas tendencias que imponen, con sus algoritmos engañosos las neurotizantes redes que mi amigo Frei Betto se niega a llamar sociales por todo cuanto atentan contra cualquier tipo de armonía social?”
Y otras interrogantes, Cuba adentro, se sumaron: “¿Qué entendemos hoy por unidad, continuidad, sostenibilidad, prosperidad? ¿Qué por libertad, soberanía, antimperialismo, anticolonialismo, emancipación? ¿Cuánto puede aportar la intelectualidad artística y literaria al propósito impostergable de dar contenido y belleza, sustancia y atractivo a todos esos conceptos, libres del lastre panfletario?¿De qué modos nuevos contamos lo cotidiano: el sacrificio, la resistencia, la creatividad?¿Cómo enfrentamos la guerra cultural, de símbolos y esencias, que precede, como los bombardeos de ablandamiento, a las invasiones reales?”.
Porque hay desafíos sostenidos en el tiempo, Díaz-Canel Bermúdez aseveró: “Aquel diálogo de 1961 está vivo, aunque en más de un momento en estos años lo hayamos descuidado, pospuesto, malentendido y puede que hasta maltratado”.
Acompañar a los jóvenes en su natural rebeldía, no cejar como pidió Fidel en la querella abierta contra la incultura, seguir apostando por la decencia y por la riqueza que aporta al ser humano la cultura artística,formaron parte de las reflexiones compartidas por el mandatario, quien también expresó claramente que “preservar, bajo el peor de los ataques, la independencia y la soberanía nacional, seguirá siendo la primera prioridad para quien se sienta revolucionario y patriota”.
Así se vivió la fortuna de la continuidad, en una jornada que también contó con la presencia del Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz; el miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y jefe de su Departamento Ideológico, Rogelio Polanco Fuentes; la viceprimera ministra, Inés María Chapman Waugh; el ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau, así como otro dirigentes de instituciones y organizaciones.
De homenajes y emociones
En la Galería El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional “José Martí”, podía verse este lunes la exposición fotográfica “Palabras… imagen y posibilidad”, cuyo contenido eran diversos encuentros del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, con intelectuales y artistas de la Isla y de otras latitudes.
Entre esas imágenes tomadas por inolvidables artistas de la fotografía, tuvo lugar la ceremonia oficial de entrega -como parte del acto por los sesenta años de Palabras a los intelectuales- de la Orden Félix Varela y la Medalla Alejo Carpentier a distinguidas personalidades del arte y la literatura en Cuba.
La Orden Félix Varela –que se otorga a ciudadanos cubanos y extranjeros en reconocimiento a los aportes extraordinarios realizados en favor de los valores imperecederos de la cultura nacional y universal- quedó colocada sobre los pechos, de manos del Presidente Díaz-Canel, de cinco trabajadores por la cultura: Antón Arrufat Mrad, Gerardo Alfonso Morejón, Beatriz Márquez Castro, Héctor Echemendía Ruiz de Villa, y Enrique Molina Hernández.
Otro grupo de intelectuales y artistas de probados méritos recibieron la Medalla Alejo Carpentier; y ese fue el pórtico que dio paso a la evocación de Palabras a los intelectuales desde el mismo teatro donde sesenta años atrás Fidel pronunciara su medular intervención.
El poeta, escritor, etnólogo y Presidente de Honor de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Miguel Barnet Lanza, recordó la emoción de aquellos tres días vividos por él cuando era muy joven: “Fidel sembró allí una semilla que hoy muestra sus frutos”, dijo; y añadió que ese ser iluminado nos enseñó a luchar contra un enemigo implacable, nos enseñó a perder… pero solo el miedo.
Por su parte el joven historiador Elier Ramírez Cañedo, quien ha estudiado aquellas horas de 1961 en la Biblioteca Nacional de Cuba, definió que Palabras a los intelectuales es una propuesta anclada en la espiritualidad martiana, donde se nos recuerda que la Revolución no puede ser, por esencia, enemiga de la libertad creadora.
No dejemos de sentir el influjo de su innegable vigencia, dijo Elier Ramírez en alusión a las palabras de Fidel. Será imprescindible siempre, dijo, que cada generación haga su propia interpretación de esa medular propuesta.
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