Con la inauguración el pasado 30 de junio de Miradas al Toa, exposición fotográfica de la artista, locutora y modelo Judith Llanio, se celebraría el veintitrés aniversario de la fundación de la Casa Museo José Lezama Lima, en Trocadero 160, Centro Habana.
Residencia, desde 1929 y durante 47 años, del célebre escritor cubano. La institución, en todos estos años, ha sido alma y muestra de la vida Lezama; y a través de él, de sus amigos, numerosos son los objetos que se muestran al público tal y cual el autor de Paradiso lo dispuso en vida.
Como es característico de esta institución cultural y educativa, exposiciones transitorias son montadas sistemáticamente para promover la cultura cubana de consagrados y también de noveles artistas.
Para esta ocasión, su Director tuvo el tino mágico de escoger un tema, el indisoluble vínculo de arte y la naturaleza, y hacerlo mediante la obra de una artista del lente, Judith Llanio, quien nos transporta, con belleza, a través de bosques y el quehacer de gentes de una de nuestras más intrincadas realidades rurales, el Toa.
El arte y la naturaleza están vinculados desde los tiempos remotos, cuando las cuevas se convertían en, por qué no, pinacotecas que hoy nos asombran y que atesoraban magníficos dibujos realistas de animales y hombres, y también abstractos en líneas y curvas, quizá invocando, quizá agradeciendo a la lluvia, mezcla de Louvre y Pompidú de la época.
Judith (1967) es graduada de fotografía en la Unión de Periodista de Cuba en 1990 y fue discípula de Félix Arencibia, Korda y Sarabia.
Entre otras de sus expresiones artísticas también se encuentra la de modelo de fotografía subacuática y de nudismo artístico, especialidad en la que obtuvo reconocimientos en los concursos Fotosub 2007 y Nudim 96. Sus textos y fotografías de corte periodístico han sido publicados en varios sitios web y revistas.
Comparte su quehacer fotográfico con la profesión de locutora radial y presentadora de espectáculos.
Entre sus exposiciones se encuentran Miradas al Toa (2017), Galería La Moderna, La Habana; Cuba en Imágenes (2007), Florida, USA (muestra colectiva); Expedición a Salto Fino (2016), Sala de la Diversidad, La Habana (muestra colectiva); Fotografiando a mi mascota (1990), Círculo Social Cristino Naranjo, La Habana (muestra colectiva).
La exposición inaugurada recientemente, se clasifica en Fotografía Artística, pero en realidad estamos en presencia de una obra que trasciende esa categoría, es eso y mucho más.
Pero, primero, qué es el Toa, cuál es el escenario natural y humano que Judith ha seleccionado.
En lo natural, es una región de las más prístinas de Cuba y se encuentra situada al oeste de la ciudad de Baracoa. Esta región atesora la mayor diversidad biológica del Caribe Insular y constituye una Reserva de la Biósfera (1987). Dentro de su territorio está enclavado el Parque Nacional Alejandro de Humboldt, el cual es a su vez Patrimonio Natural de la Humanidad.
Estos parajes son cuna del almiquí cubano, pequeño mamífero que merodea esos bosques silvestres, que es considerado por los estudiosos, un fósil viviente, resultando un endémico en peligro de extinción.
Además, en el territorio se encuentra el gavilán caguarero, también endémico y en peligro de extinción. Otra especie emblemática es el carpintero real, el cual la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza lo clasifica en peligro de extinción crítico, las últimas señales de su existencia datan de 2005, por haberse escuchado y grabado su sonido característico, y si quedan aún algunos ejemplares, es precisamente dentro de esta naturaleza que nos ofrece Judith.
Además de lo natural, la artista también nos ofrece otra dimensión, la humanista, que se funde en el crisol de lo natural y le confiere una cultura particular.
Ello nos remonta a la cultura de nuestros pueblos ancestrales, a la relación con la Pachamama, siempre en respeto al equilibrio.
Miradas al Toa, da al espectador mucho más que la simple lectura estética o curiosa de la imagen, es la expresión de valores naturales y humanos pasados, presentes y futuros, es una mirada a los ojos de su gente y es una mirada desde los ojos de esa gente.
Las imágenes de Miradas al Toa, nos recuerdan las palabras atribuidas a Noah Seal, jefe indio piel roja, cuando el presidente de los Estados Unidos de América, Percival, pretendía comprarle sus tierras.
“¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?”
Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; el aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento: la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire.
¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que les sucede a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.
Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia.
Miradas al Toa nos recrea la relación del arte con la naturaleza y con la historia y es la expresión de una cultura de armonía, aunque no exenta de los peligros de la antropización del medio natural, sobre lo cual nos alerta la artista y nos da un mensaje de la necesidad de la educación ambiental, de la cultura ambiental.
Miradas al Toa es cubanía, implícita y explícita, es cultura, es identidad, es un canto a la conservación de la naturaleza humana y extrahumana, como dijera José Martí, y de las diversidades biológica y cultural, tan importantes la una como la otra.
Judith no trae y nos lleva en esa complicidad cadenciosa y romántica de lo material y lo espiritual, genuino patrimonio cubano y nos hace reflexionar si a nosotros, los seres racionales, nos está permitido dejar extraviar la verdadera relación, la única sabia, con la naturaleza y nos dejamos acomodar, y nos perdernos, junto a la actitud necia y egoísta de una cultura donde lo más importante es la ganancia económica a toda costa y también a todo costo.
La artista, con la imagen fotográfica, detiene por un instante, solo por un instante, el continuo movimiento que nos muestra, el devenir constante del mismo y del nuevo río, renovado, con sus solemnes sonidos.
Nos enseña, del movimiento pausado de las hojas y del viento, y su música, y su frescura enriquecida por el borboteo de las aguas. Del canto de las alas de sus insectos y las señales de amor de sus lagartijos.
El Toa, para la muestra que nos presenta Judith, nos proyecta más allá del bromuro de plata, pareciera que el agua se desborda, que el ave emprende el vuelo, que la gente nos habla, y nos enseña, que para cuidar la naturaleza, es necesario, es imprescindible, primero, cuidar el terruño.
Minerales, temperaturas, aguas, aire, animales y plantas, economía y sociedad, política, cosmovisión, todo va entrelazado… como el arte y la naturaleza.
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