Una de las compañeras del emigrante es la nostalgia, sobre todo cuando crece oyendo historias de aquellos que lo arrancaron de sus raíces. Ese ha sido el derrotero del coreógrafo Pedro Ruiz, actual director artístico del Ballet Contemporáneo de Camagüey, que recientemente se presentó en el teatro Mella de La Habana.
La añoranza asoma una y otra vez en su obra como modelo o esquema coreográfico, apoyado por los temas que le inspiran, por el vestuario que diseña y por la música que suele acompañarlo. Pero aun en piezas que no se relacionan directamente con su Cuba natal, Pedro dibuja la sinuosidad del cuerpo femenino cubano, la virilidad del criollo y la sensualidad que no apreciaba en New York cuando bailaba en el Ballet Hispánico de esa ciudad, donde desarrolló la mayor y mejor parte de su vida como bailarín.
En esta visita habanera, Ruiz trae, junto a otras dos piezas, Club Havana, creada en 2000 para la referida compañía y ahora lista para estrenarla en nuestro país.
¿De qué va Club Havana? A partir del son, el mambo, el cha-cha-cha y la rumba, pasando por la lírica romanza, todo interpretado brillantemente en vivo por la agrupación musical agramontina Musicora, despliega su esquema de grupos, dúos, grupos, tríos, grupos finales, con el nostálgico recuerdo de aquellas elegantes parejas de bailes de salón como Juliette and Sandor o Chiquita and Johnson, que interpretaban bailes cubanísimos, sí bien con cierta sofisticación, pero elevando lo popular a la categoría de arte, lamentablemente perdido de nuestra escena… o más bien sustituido por la vulgaridad, el contoneo lascivo y la expresa incitación a lo obsceno.
Esa falta de referencia hace que estos jóvenes bailarines, perfectamente diestros en lo académico, se esfuercen en alcanzar las metas que el coreógrafo —a partir de sus referencias— les pide, y que les cuesta lógicamente desarrollar en toda su efectividad.
No obstante Club Havana, pieza que cerraba el programa, es una obra que nos pone ante la necesidad de, en estos tiempos de cambios y de recuperación de nuestra verdadera identidad, reflexionar sobre el baile popular en Cuba, no solo en la escena con cualquier filosofía estética, sino también en el de las fiestas y actividades sociales, para rescatar su primigenia elegancia sin perder el sabor sensual —que no sexual– de nuestros verdaderos ritmos.
Mucho me recordó Club Havana la visita, también en 2000 y en el propio teatro, del Ballet de Washington con la obra Mercedes y Betty, del también cubano-americano Septime Webre, con selecciones del Buenavista Social Club interpretadas en vivo por Habana Ensemble dirigida por el maestro César López.
El programa del Ballet Contemporáneo de Camagüey traía la reposición de Retratos en tus ojos y el estreno mundial de Más allá del mar, una obra apoyada por la cálida voz de la sarda Elena Ledda, con ese sabor mediterráneo de su Cerdeña, propia para desarrollar ese movimiento insular que Ruiz imprime a toda su producción.
Visiones de cubanos en otras latitudes que sueñan con rescatar sus raíces, sobre todo en su lugar de origen… aunque parezcan irrealizable o perdidas. ¡Como Webre en su momento, Pedro Ruiz ya lo está logrando!
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