Ballet Español de Cuba


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Teatro  Gengsu Nantong donde comenzó la gira.

Tongxiang, Jiangsu.- Las raíces de nuestra nacionalidad, esas que se han fundido en lo cubano como un todo, a lo largo de varios siglos, vibran en los pasos y en la música, de la mano del espectáculo Yo soy Cuba, coreografía del maestro Eduardo Veitía, director del Ballet Español de Cuba, que desde principios de junio desanda la vasta geografía del gigante asiático con su carga de tradiciones, alegría y colorido atrapando, como un potente imán al público de las primeras ciudades visitadas: Nantong, Taicang y Tongxiang.

En esta segunda gira a China –la primera fue entre noviembre 2019-enero 2020, con El Fantasma-, las primeras imágenes han sido desbordantes de alegría y amistad. Después del arribo al aeropuerto de la moderna ciudad de Shanghai, la Compañía inició el periplo por la provincia de Jiangsu hacia la ciudad prefectura de Nantong, que marcó el inicio de este amplio recorrido. Un trayecto atractivo de casi 3 horas, en las que cruzamos el río Yangtze, cerca de su desembocadura, por el famoso y singular puente construido hacia el 2008, que tiene 8 106 metros de longitud y resulta el segundo más alto del mundo.

La Compañía frente al hotel Jin Jiang, de Taicang

Con el espectáculo Yo soy Cuba, cuyo diseño coreográfico firma el maestro Eduardo Veitía, director del BEC, en colaboración con el maître Eddy Veitía (padre), y los bailarines Yessel Ramos y Daunis Noblet, dio inicio el recorrido escénico en el elegante Teatro Gengsu Nantong, el 7 de junio, y luego ha continuado por los modernos Gran Teatro Taicang y Gran Teatro Tongxiang, respectivamente. Esta obra resulta un trabajo artístico/danzario que se inspira en la música y la cultura en el Caribe, región de confluencias, y, principalmente en la mayor de las Antillas.  

Mediterráneo, música de jazz flamenco, autor David Dorantes de España

Yo soy Cuba está armado con mucho amor y elegancia porque, es un retrato de nuestras más caras tradiciones danzario/musicales. Esas que se han forjado con la diversidad de ritmos, lenguajes, gestos y vida de los hombres y mujeres de varios continentes, a lo largo de cinco siglos, y que han desembocado en lo cubano. Las distintas escenas (El bar, El solar, El malecón, El parque y El carnaval) diseñan una magia que cautiva al espectador. Junto con los primeros bailarines Claudia González y Daniel Martínez, el bailarín principal Eduardo Arango y el cuerpo de baile del BEC, así como los artistas invitados: Yessel Ramos, primer bailarín del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, y Daunis Noblet/Yankro Y. Jiménez, del Ballet Rakatán, se suma en la parte sonora el grupo musical acompañante Son D’Estilo, liderado por el maestro Enrique Collazo –director musical del espectáculo-, e integrado por otros cuatro excelentes músicos y cantantes, quienes con su quehacer, realzan la obra. Ellos entregan un variado catálogo de sonoridad con boleros, rumba flamenca, sones, cha cha cha, rumba, bachata, danzones, danzonete…, que los bailarines interpretan con el fulgor, alegría y pasión de los cubanos, y un profesionalismo nato, que traspasa fronteras. Se suman, los diseños escenográficos y el video mapping, de Tamine González, que aderezan la pieza con sus imágenes de La Habana y otros rincones de la Isla, así como el vestuario de Maray Pereda, que nos transportan visualmente a la Isla caribeña y su rico folclor.

Un emotivo homenaje, dentro del espectáculo, a los emigrantes chinos en La Habana hermosa, genero Habanera

Cuba, no hay dudas desborda esas cuatro letras que flotan en el mar y bailan a su compás. Una isla, llave de un continente colorido y variado, donde deslumbra, entre otras cosas, por La Habana, ese inmenso balcón que invita a sonar desde el Caribe, y adonde llegaron los hombres desde cualquier parte del mundo, desde muchos mares, hace muchos siglos… Este pedazo de tierra (Cuba) deviene un faro de culturas cargado de banderas, historia y vida, en el que reposan sueños mezclando razas y pieles, transformadas luego en un ARTE singular que atrapa desde todos los sentidos, con su música, danza, ritmo, fulgor y alegría. Esa ha sido la inspiración del maestro Eduardo Veitía en Yo soy Cuba, hermosa obra que viste a la Isla con sus trajes sonoros/visuales/humanos. Todos arropados con símbolos que bañados por el sol, y la luminosidad caribeña, y humedecidos, además, por ese mar azul intenso que se transforma en agua bendita tocada por dioses del África, Europa, China, América…, contagia al mundo con su alegría, llevando amor y amistad. De esto habla la obra, que muestra, al fin y al cabo, retratos de nuestra nacionalidad, de nuestro pueblo, muy querido y admirado en China, a pesar de las distancias…

El bar. Rumba Flamenca _La luna y el toro , música de Carlos Castellanos

Cuando en el fragor de Yo soy Cuba pasan una tras otras, las escenas, uno siente que respira en el Caribe. Es una magia que llega desde el tiempo, con el calor, la luminosidad y el espíritu alegre y contagioso del Caribe. Pero, el acento fundamental de este espectáculo sólido, atractivo y desbordante de creatividad escénica, aparece antes de iniciar el último cuadro. Cambia el ambiente, el escenario viste el pasado, y pasean, cual recuerdos, ante el espectador signos y rumores del tiempo. Son los “ladrillos” fundamentales donde reposa nuestra nacionalidad, que cruzan de repente en una secuencia fina y emotiva, donde nada se olvida, y cautiva por el colorido, la música y el baile: lo cubano (Siboney), lo africano (Canto a Elegguá), lo español (Mediterráneo) y lo chino (La Habana hermosa (versión china de una Habanera) como homenaje a los emigrantes. Y seguidamente El Carnaval donde todo confluye. Es la apoteosis. Las ovaciones. Un efecto de encantamiento que atrapa. Todo ello queda en el recuerdo para sonar… con Cuba. Toca el turno ahora a Shanghai. El BEC sigue el amplio recorrido por los hermosos paisajes chinos.

 Texto y fotos: Toni Piñera –enviado especial


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