“Los tonos rojos iluminaron la escena. De pronto, sonaron las castañuelas, rasgó la guitarra, repiquetearon los tacones en la madera y flotaron los trajes en el espacio dibujando los movimientos. En la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana vibró un eco de tradición en la Noche española. Así se tituló el programa del jueves 22 de diciembre de 1988 donde tuvo lugar el debut del Conjunto de Danzas Españolas del GTH...”.
De esa forma comenzó el primer comentario que, sobre el actual Ballet Español de Cuba (BEC) publiqué en el diario Granma. Mucho ha llovido y mucho han bailado por Cuba y por el mundo sus integrantes, desde aquellos días del pasado siglo XX, cuando fue creada la agrupación. Y continuó: “La magia del folclor ibérico atrapó a un numeroso y entusiasta público que con sus aplausos apoyaba esta feliz iniciativa, donde está la mano inspiradora de Alicia Alonso, quien siempre luchó por llevar a su justo lugar este género”.
En el tiempo, la compañía que dirige desde 1992 el primer bailarín y coreógrafo Eduardo Veitía, también fundador, sigue atrapando y conquistando al auditorio como en aquella noche cuando vio la luz.
Ágil e intrépido, y siempre en éxtasis creativo, Veitía habla, sueña y conspira con las palabras para recordar en el aniversario 30 de esta institución, que se está celebrando desde las tablas del GTH “Alicia Alonso” con el 1er. Festival Internacional de Danzas Españolas y Flamenco, hasta el 12 de noviembre, precisamente en el lugar donde nació, que lleva, incluso, el nombre de su fundadora… Entonces quiso aclarar: “que aunque los ‘matemáticos’ al sumar no vean el 30, desde el 88 a acá, ya el grupo existía desde un año antes, cuando formaban parte de la Sociedad Concepción Arenal y matizaban con el baile al Arte Lírico cubano. Por eso celebramos este año el importante cumpleaños, con más madurez”.
Después de aquella primera etapa en que se fue formando y fusionando el BEC —que en el tiempo ha tenido otros nombres como Conjunto de Danzas Españolas del GTH, Ballet Español de La Habana, entre otros—, la compañía enrumbó por caminos interesantes, buscando maneras propias, un repertorio más variado en el que pudieran desatar sus ánimos artísticos y, sobre todo, ideas para multiplicar en la escena, enfrentándose siempre a las dificultades y sobreponiéndose.
La compañía ha sumado en madurez, nivel artístico-técnico, belleza interpretativa y prestigio, que va más allá de la escena. En 1994 se fundaron por primera vez en Cuba y en América Latina los Cursos Internacionales de Verano de Danza Española, que en 1999 realizó su primera graduación ante un tribunal de exámenes que estuvo integrado por destacadas personalidades y estudiosos de la danza en Cuba, creándose así las bases y las condiciones para oficializar la misma como una de las Unidades Docentes de las Escuelas Nacionales de Arte en el país.
Cercanos están esos programas concierto que abrían las puertas de la agrupación al público y la crítica, donde se conjugaban los bailes regionales, la Escuela bolera y tradicionales junto con algunas nuevas creaciones coreográficas que iban marcando un sendero, siempre sobre la base del legado cultural que brindan siglos de cultura en la danza teatral, la espontaneidad y la riqueza de los bailes populares, y que fueron marcando pautas, fogueando a los bailarines en ese estilo y trazando el camino.
NUEVAS RUTAS EN LAS TABLAS
A nadie cabe dudas de que el BEC, en todo este tiempo, ha logrado ir creando un lenguaje teatral contemporáneo a partir del complejo cultural del flamenco y otras raíces culturales de nuestra idiosincrasia, que no es en modo alguno una tradición muerta, sino una poderosa savia popular que fluye con toda vigencia en la esencia actual de la hispanidad. La carga emotiva, la profundidad de los sentimientos, la proyección del gesto hacen de este código escénico un ejemplo elocuente de cuánto puede penetrar la danza en la naturaleza humana y en la naturaleza de un pueblo, para expresarlas.
Cuando se observan los espectáculos actuales del BEC —compañía que ha dejado sus marcas en países como Costa Rica, Ecuador, Colombia, Nicaragua, México, el Principado de Andorra, así como en España, donde en 1992 alcanzó el 2do. Premio en el Primer Certamen Internacional de Coreografías y Danzas Españolas y Flamenco—, aparece nítidamente la influencia del flamenco en nuestros propios ritmos y en la fuerte base percutida de la música y el baile de la Isla grande del Caribe. Se baila con todo el cuerpo, con las manos, con los pies, con la mirada. Por momentos, la entrega y la concentración de los cantaores hace hasta recordar el trance de nuestros rituales mágico-religiosos. Hay mucho más, simbiosis, creatividad, ganas de hacer que se multiplica en la escena ante cada nueva salida, y aunque algunas cosas no salgan en la primera vez, cuando pasan los días y vuelve a las tablas, el público reconoce cambios positivos, novedosos. Es que ha pasado por el tamiz del tiempo y del talento de sus creadores.
PÁGINAS DE UN LIBRO EN MOVIMIENTO
La vida breve, Carmen, La Habana Valdés, La casa Alba, Yo te quiero, Aquel brujo amor, El Fantasma... constituyen páginas especiales de un libro en movimiento escrito por el BEC. Seleccionar una, entre todas ellas, es tarea harto difícil para el joven director, “porque cada una tiene su historia, su personalidad”.
La casa Alba, inspirada en La casa de Bernarda Alba, comenta Veitía, es una de las más conservadoras, casi no se ha tocado desde que se creó. “No necesita mucho más, quizá un poco de alegría, y no se le puede dar, porque García Lorca no es nada alegre”. Aquel brujo amor, tiene ahora dos actos —dice— y una escena totalmente nueva que no estuvo en el estreno.
Carmen, sin embargo, ha tenido muchos cambios, según él, especialmente en la escena de los toreros, “incluso recibimos clases de un célebre torero colombiano, quien ha trabajado en las más importantes plazas españolas”. Esta pieza, estrenada hacia 1999, vino a sumarse a la rica tradición tejida en torno a un tema profundamente español, entre cuyos exponentes más notables se cuentan, no obstante, obras surgidas en otras latitudes, como la novela de Merimée, la ópera de Bizet, numerosas versiones cinematográficas y los ballets con coreografía de Roland Petit y Alberto Alonso. Esta última que tuvo a Alicia Alonso en su papel estelar. En esta obra vibra el complejo cultural del flamenco en toda su plenitud, aunque se utiliza la música clásica de Bizet. Precisamente, aquí es donde se emparenta con la versión de Gades.
La Habana Valdés fue otro gran éxito, estrenada en noviembre de 1999, e inspirada en la conocida novela cubana Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde. A lo español sumaron lo cubano y lo afro, que en definitiva conforman nuestra raíces; de ahí la importancia de este trabajo concebido en dos actos y donde su creador mezcló el pasado y lo contemporáneo, y redujo el elenco a Cecilia, Pimienta, Leonardo y Dolores Santa Cruz, que al mismo tiempo es Chepilla y el hilo conductor de la historia. Ellos resultan como una especie de símbolos que se conjugan con la música —flamenco, toques afro y ritmos cubanos—, que ponen de manifiesto los orígenes de nuestra nacionalidad. Sonoramente esta pieza mostró aportes musicales donde se mezcló lo popular cubano, elementos de la zarzuela de Gonzalo Roig, rumba flamenca, y sevillanas con un toque de folclor.
Veitía hace un paréntesis en el diálogo, para referirse a la música y al grupo que ha desempeñado un papel destacado en los éxitos del BEC, “pues se puede bailar con grabaciones, pero la música en vivo le da mucha riqueza para el bailarín. Cuando existe una buena comunicación entre bailarín y músico se pueden hacer bien las cosas”. De La Habana..., el artista comentó: “Fue la continuación de una línea de trabajo que realiza la compañía desde 1993, de llevar a escena obras con dramaturgia. En este caso resumí mis experiencias como bailarín y las diferentes escuelas que he estudiado, ya sea lo clásico, lo moderno, folclórico y español, incluyendo las variedades. Solo pretendo mostrar en la escena, a través de la danza y la música, la fusión de estas raíces que conforman nuestra cultura nacional”.
Yo te quiero, fue otro momento interesante del BEC que demostró estar al día, atento y adaptable a cualquier acontecimiento que tuviera lugar a su alrededor, para darle un sentido artístico, y en particular de baile español. Esta pieza estuvo dedicada a todos los niños del mundo y en particular al niño cubano Elián González. Porque fue una situación que conmocionó a todo nuestro pueblo y más allá de nuestras fronteras, y tocó cuerdas sensibles en el grupo para reflexionar mediante la danza.
UN FANTASMA PASO POR EL BEC...
Bailarines principales (Adalina Carvajal, un nombre importante dentro del BEC), primeros solistas, solistas y cuerpo de baile —una parte formada por los integrantes de la compañía y otra por los alumnos de la Academia—, conformaron las huestes de Veitía, que unieron sus fuerzas para traer a la escena un hálito de aventura y romance con El Fantasma…
Cambiando de tiempo y espacio, el célebre protagonista de la novela El Fantasma de la ópera, del francés Gastón Leroux (1868-1927) que desandaba por los pasadizos subterráneos de la Ópera de París (con interminables laberintos y un misterioso lago interior debajo del escenario), regresó de la mano del bailarín y coreógrafo Eduardo Veitía con el BEC, para demostrar con creces que nada era imposible de decir desde el movimiento. Sonriente y feliz con este reto danzario, contó que “es lo español contemporaneizado. Está presente el flamenco, pero también la danza, es muy moderno, pues, el estilo del BEC es una mezcla del ballet clásico y lo español, por lo que la danza resulta un todo que se “degusta” equilibradamente en el “paladar” de los espectadores (amantes del género). Para esta nueva coreografía, el BEC tuvo la ayuda de Eddy Veitía (padre) en la preparación de las clases de técnica de danza. El Fantasma... cuenta la historia de “un hombre sensible, que aunque fue marcado por el destino, puede amar con intensidad y es capaz de sacrificarse por la persona que ama”. En dos actos y seis escenas resume la esencia de la acción y se arma la pieza donde están reflejadas luchas y tormentos, amores y anhelos, rechazos y crueldades hasta que, antes de morir y como símbolo de su amor eterno, el Fantasma le regala su máscara a Christine, para quien esa deformidad de su rostro no hizo más que sensibilizarla con su sufrimiento...
GRANDES PINTORES EN ESCENA
Esas sensaciones que la labor del pintor fija en el tiempo y en el espacio, salieron nuevamente a flote, danza mediante, en varias piezas que el Ballet Español de Cuba exhibe en su amplio repertorio desde hace algún tiempo: Frida (como homenaje a Frida Khalo), Danzando sueños (dedicado a Wifredo Lam) y Sevilla, el tiempo (que dibuja en danza a otro grande pintor cubano: Servando Cabrera). Porque el BEC conjuga en sus creaciones la cultura y el arte cubano e internacional, traduciendo al flamenco todo lo que puede dar nuestra nacionalidad e idiosincrasia latinoamericana. Son trabajos de Eduardo Veitía, director y primer bailarín de la agrupación que enfocan historias y pasajes pictóricos de grandes artistas plásticos latinoamericanos y universales.
No caben dudas que Danzando sueños es una pieza que llega al espectador y lo emociona, marcando el clímax el cuadro final La Jungla. Precisamente, en esta importante obra de Lam de la cual Alain Jouffroy expresara que era una declaración plástica del Tercer Mundo y el propio creador definiera como un “Autorretrato: No hay más que verlo: yo mismo”, el coreógrafo pone a bailar, en mayúscula, a toda la compañía en los más disímiles estilos danzarios. Hay, indudablemente un diálogo perfecto entre coreografía-escenografía.
Como en Lam, que es resultado de tres razas, en la escena se vuelcan las raíces de nuestra idiosincrasia y el BEC enfrenta el flamenco, el folclor, la danza y el ballet como uno solo. Un baile de grupos donde entran y salen los bailarines: se taconea, se contornean los torsos, caderas y los hombros se mueven estrepitosamente, se salta de manera descomunal, hay arabesques, extensiones… El elemento masculino, más fuerte a la hora de enfrentar el folclor, se contrapone con la delicadeza de las muchachas al bailar lo español. En los otros cuadros La Gran Exposición, La maternidad, y Desnudo de mujer (ofrece una verdadera clase de estética del movimiento). Un punto de realce visual a la obra lo otorga la escenografía de Támine González del Campillo, funcional, y muy acorde en cada cuadro a lo que quiere decir el autor, logrando el éxtasis en La Jungla.
FRIDA
Frida, por su parte, es una pieza que podríamos denominar “minimal” y que sigue la estética creativa de Eduardo Veitía, de llevar lo inimaginable al flamenco con una pasión e inteligencia poco comunes. Más que mostrar la Frida pintora, el coreógrafo se inmiscuye en la azarosa historia-vida de esa mujer.
Como secuencias de un filme pasan ante el espectador la infancia, un accidente, una pasión, la pintura, Diego en el pensamiento..., donde con pocos elementos, un sobrio telón de fondo, semejando nubes, trazos de pintura o el tiempo, expone todo aquello que la rodeó. ¿El mejor momento de la obra? El cuadro Dos Fridas, donde resaltan el baile y la interpretación de las dos primeras figuras con un desarrollo técnico de alto vuelo, y la escena del aborto en la que se logra una alta tensión interpretativa. Aunque en el campo visual, Frida adolece de algún elemento pictórico de la destacada artista que bien podría ser la obra Las dos Fridas y que la hubiera enriquecido, aunque la carga emotiva, la profundidad de los sentimientos, hacen de este código escénico un ejemplo elocuente de cuánto puede penetrar la danza en cada uno de nosotros.
En Sevilla y el tiempo, Veitía resuelve integrar y llevar a la misma dimensión aspectos de la vida/obra del destacado artista cubano para regalarnos un documento dancístico de alto calibre, humano, visual y estético.
EDUARDO VEITÍA RECUERDA...
Eduardo Veitía, director, bailarín y coreógrafo buscó en sus memorias y recordó, brevemente, el aniversario 30 de su debut escénico como bailarín profesional en el BNC, y que coincidió con la aparición del Conjunto de Danzas Españolas del GTH que dirigía Olga Bustamante, en 1987, el cual integró desde sus inicios como profesor de ballet, actuación… En aquel primer tiempo –rememoró- formaban parte de la Sociedad Concepción Arenal y matizaban también, con el baile, al Teatro Lírico de La Habana. Me había acabado de graduar, pero en la Escuela de ballet nos habían enseñado a tocar castañuelas, ¡a taconear! Y allí pudo hacer realidad algo que llevaba adentro, que lo motivó desde el principio. Además, se refirió, a los diferentes momentos por los que ha pasado la compañía. Aquel comienzo fue la etapa en que se fue formando, fusionando, aprendiendo y captando lo que venía de España. Hacíamos una fiesta hispana, todo era tradicional, con danzas regionales en todos los espectáculos: Jotas, Farrucas, Taranto…, y no podía faltar Las bodas de Luis Alonso… Después se denominó Conjunto de Danzas Españolas, y aquí comenzamos otro tiempo, y bailamos con elementos de la técnica clásica. Trabajamos con el Teatro Lírico, el BNC, en diferentes obras de esas compañías en diferentes bailables de Bodas de sangre, El sombrero de tres picos, en zarzuelas, óperas…
UN LENGUAJE TEATRAL CONTEMPORÁNEO
Cuando Veitía toma las riendas de la compañía se nombra Ballet Español de La Habana, “y tenía la inquietud de hacer ballet español con temáticas dramáticas. Aparecen en el repertorio La vida breve, Aquel brujo amor, La casa Alba (La casa de Bernarda Alba)… Una etapa en que llegan a las costas de la agrupación bailarines de Danza Contemporánea de Cuba y el Ballet de Camagüey, y se comienzan a preparar para hacer obras de baile español. Todo eso brinda nuevos aires y estilos a la agrupación, que va encontrando una personalidad. Como Ballet Español de Cuba alcanza un punto cimero en nuestra historia. Se cruzan diversos caminos, y, además está abierta ya la Unidad Docente, cantera de donde se nutre la compañía, que les brinda un nivel técnico a los bailarines. Hay más intercambio con España, y llegan acá agrupaciones, personalidades de la danza española, maestros, coreógrafos que enriquecen el quehacer danzario. Son figuras del baile flamenco, grupos regionales que desarrollan al BEC: nombres como los de Hierba Buena, Antonio El Pipa, la Compañía Folclórica de Andorra…, y muchos más, lo colocan en un nivel más alto, indudablemente.
Aparecen en el repertorio obras interesantes con nuevos aires y diversos estilos que enriquecen la escena, y el BEC adquiere mayoría de edad. A nadie caben dudas de que Veitía y su equipo (profesores, ensayadores de los diversos estilos y asignaturas donde se suman flamenco, Escuela bolera, bailes regionales, repertorio, danza contemporánea, adagio, actuación…), en todo este tiempo, han trabajado arduamente, sin descanso para mantener viva una tradición que forma parte intrínseca de nuestra nacionalidad: la española, en un gran porciento, y que gracias al apoyo/amor/tesón de Alicia y de todos aquellos que la ayudaron a renacerla en 1987, hoy vibra entre nosotros, en el lugar que le corresponde.
EL BEC DE FIESTA…
Desde el 2 de noviembre y hasta el 12 del onceno mes cruza por el GTH “Alicia Alonso” de Prado y San Rafael, La Habana Vieja, el 1er. Festival Internacional de Danzas Españolas y Flamenco, que atrae a artistas invitados de España, México, Chile, compañías cubanas que trabajan el género, y por supuesto al Ballet Español de Cuba que celebra su importante onomástico en escena. Un momento importante para mirar atrás y recordar, y poner la mirada en el futuro que sigue fluyendo con pasión, como el primer día.
Publicado: 6 de noviembre de 2017.
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