BALLET NACIONAL DE CUBA: 75 AÑOS (I)


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Ballet Nacional de Cuba: 75 años (I)

Cualquier proyecto humano es duro en sus inicios, sobre todo si no cuenta con apoyos de varios tipos, desde los económicos hasta los sociales. Sucede que, con el tiempo, si ese proyecto resulta exitoso, suelen olvidarse los escollos iniciales, todo parece que ha resultado muy fácil y casi se da por sentado que los logros de hoy no han resultado de las dificultades de ayer, incluso los posibles éxitos de antaño suelen ser minimizados y hasta olvidados durante los tiempos de gloria.

No se trata que vivamos siempre en el pasado sino de no olvidarlo y tomar las experiencias de los tiempos difíciles para que el presente y el futuro nos sean más fáciles, y si en el presente nos ocurren nuevos escollos, aprender cómo salir de ellos y volver a los éxitos anteriores.

La historia del Ballet Nacional de Cuba es un ejemplo vivo de que el decursar vital tiene altas y bajas… pero el esfuerzo y el talento humanos siempre ponen a flote los proyectos exitosos.

Este año 2023 la Compañía cumple tres cuartos de siglo de creada, un momento climático dentro de nuestro devenir cultural, sin hablar de lo que ella significó -y sigue significando- para la América Latina... y el mundo.

La historia del ballet en Cuba no es exactamente la historia del Ballet Nacional, pero estos 75 años que celebramos son tan trascendentes para esa historia que bien merecen un recorrido a través de siete décadas y media, sobre todo en su período fundacional, más difícil y glorioso para la nación cubana.

No por la simple nominación se le ha declarado Patrimonio Cultural de la Nación.

 

ANTECEDENTES

¿A quién se le hubiera ocurrido que en el país de la rumba pudiera florecer el arte del ballet? Las presencias de figuras cimeras como Fanny Elssler en el siglo XIX y Anna Pávlova a inicios del XX solo fueron hechos esporádicos que, sin embargo, sembraron sus semillas en los públicos y crearon una necesidad de germinación en esta milagrosa isla donde florece lo insospechado.

Así surgieron en Cuba academias para la enseñanza del ballet creadas por señoras que, con más voluntad que recursos artísticos y económicos, se lanzaron a continuar las zagas de aquellas ballerinas excelsas que nos visitaron como paraísos exóticos del folklórico Caribe.

En una de esas academias creada en 1931 en El Vedado habanero, un bailarín ucraniano comenzó a impartir clases de ballet en el recién construido teatro Auditórium. Con pocos recursos técnicos, pero con un muy buen gusto, Nicolás Yavorsky enseñaba lo que había aprendido en el ejército ruso a niñas habaneras en el marco de la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana… entre ellas una llamada Alicia Martínez del Hoyo de apenas diez años de edad.

 

Al grupo de Yavorsky-Pro Arte, completamente femenino, se incorpora un joven que, en sus vacaciones de estudios en los Estados Unidos, venía a su casa familiar y, extrañando sus hábitos deportivos, decide a sugerencia de su madre (Presidenta de la Sociedad Pro Arte) incorporarse a esas clases de ballet. Era 1933 y así Alberto Alonso Rayneri sería el primer cubano estudiante de ballet quien dos años más tarde se convertiría también en el primer cubano bailarín profesional de ballet en la famosa compañía Ballets Rusos de Monte Carlo. Dos años más tarde su hermano mayor Fernando Alonso Rayneri seguiría sus pasos en las clases de Yavorski, donde conocería a la destacada alumna Alicia Martínez y el amor haría presa de ellos para, en 1937 viajar hacia Estados Unidos -donde Fernando estudiaba-, contraer matrimonio -por lo que Alicia empezaría a conocerse como Alicia Alonso- y comenzar un recorrido por la etapa fundacional del ballet norteamericano que se asentaría en 1940 en el Ballet Theater of New York (hoy Ballet Theater).

De esta forma, Alberto en Europa con los Ballets Rusos de Monte Carlo, y Alicia y Fernando con el Ballet Theater of New York asimilarían lo mejor de ese arte en esa época… pero siempre con su compromiso con Cuba, que los convertirían en los tres pilares que se empeñarían en darle a su patria un modo muevo de bailar, además de la rumba o el danzón: el ballet. Los tres comenzarían la proeza de dar una imagen nueva al arte centenario… y europeo para convertirlo en latinoamericano… y cubano.

El punto de partida no podía ser otro que la escuela de ballet de Pro Arte, de la cual Alberto era ya Director desde 1941 y donde se estrenaría como coreógrafo al año siguiente con el ballet Preludios.

Mientras Alicia y Fernando, con una más sólida y ecuménica formación de ballet adquirida en los Estados Unidos, regresaban a Cuba en sus vacaciones y aportaban esos conocimientos en funciones con la escuela de Pro Arte en colaboración con Alberto y bailarines extranjeros que compartían escena en el exterior, como Newcomb Rice en 1940, Alexandra Denísova (esposa de Alberto Alonso) en 1941, John Kriza y María Karnílova en 1944, Rosella Hightower y Simon Semenov en 1945, y André Eglevsky, Marjorie Tallchief y Barbara Fallis en 1946.

Otro bailarín que había sido miembro del Original Ballet Ruso, Luis Trápaga, quien había asumido provisionalmente la dirección de la escuela de ballet en 1944, formó parte de estos antecedentes junto a su esposa, la también bailarina de la referida compañía, Irina Lavrova, quienes presentaron El cascanueces. Este artículo continúa.

 


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