Dice una voz popular que a la tercera va la vencida. En este caso fue a la segunda. La muestra en cuestión que iba a visitar, se exhibe en el Centro Hispanoamericano de la Cultura, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, como parte de la 14 edición de la Bienal de La Habana, que nos ha traído en este diciembre excelentes propuestas exhibitivas.
Una primera visita, por no rectificar su horario, me dejó con el deseo de conocer la obra actual de Agustín Bejarano, luego de varios años sin exponer. En un segundo tiempo, me lancé en una mañana fresca por el malecón habanero y esperé pacientemente la apertura del espacio, con su horario de lunes a sábados y de 9.30 am a 1 pm. La atención esmerada de las personas que allí estaban, compensaron la breve espera y el objetivo se cumplió: me encontré con Bejarano y sus silencios, aunque yo también me incluía en el mismo, pues la galería estaba toda, solo para mí.
Corría el año 1994 y Bejarano presentaba la muestra titulada Brisas del Alma, en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, institución fundamental de las artes visuales en Cuba donde además, exhibió en otras oportunidades, como en 1996 con Tierra húmeda. Nacido en Camagüey, graduado del Instituto Superior de Arte, hoy Universidad de las Artes, y con algunas exhibiciones ya realizadas, desde su época de estudiante en su provincia natal, Bejarano se desarrolló también en el dibujo, la escultura y el grabado, con obras excelentes.
Continúo su bregar en el mundo del arte presentando proyectos y exposiciones. En 1993 participó en la exposición Dibujo no te olvido, también en el CDAV, con su obra Los eternos utópicos, De la serie Paradoja de la felicidad, un grafito sobre cartulina de factura excelente. Su paso por eventos como La huella múltiple y los Salones de arte cubano contemporáneo, dan muestra de su trabajo y su buen hacer en el arte.
Y el tiempo y su quehacer nos han hecho ponernos hoy frente a la obra más reciente de Agustín Bejarano. Lo primero que atrae al espectador es la excelente factura de las obras que hoy nos ocupan. Trece piezas en acrílico sobre lienzo pueblan la galería de la planta baja de la institución, con un buen trabajo museográfico y una limpieza en las formas y ubicación de las piezas. La estructura y composición de los cuadros nos da muestra de un buen artista, un artista que conoce su oficio de pintor. Perfecta armonía entre fondos y planos en las obras, y el tratamiento del color adecuado. Todas son del año 2021, lienzos de gran formato y algunos de ellos exhibidos por primera vez en nuestro país.
Algunas obras de esta exposición nos dan como un hilo conductor o una continuidad con el trabajo anterior del artista. Otras no, otras inician o reinician un camino tal vez diferente, pero sin perder la esencia.
¿De qué nos habla Bejarano? Las interioridades del hombre, los viajes, los sueños, la incertidumbre de lo inesperado, despidos, silencios, expectativas, separaciones, aspiraciones. Todas estas palabras y acciones traducidas en imágenes. Deja vu, es una obra singular, que relaciona elementos arquitectónicos a través de líneas; Monumento al riesgo, es otra atractiva pieza que puede recordarnos a algún que otro artista internacional, con esa fragmentación y descomposición de los elementos centrales del cuadro; Simbrar del bote, con solo dos elementos sobre un fondo oscuro, tenebroso y con una síntesis en la propuesta; A la deriva, otra obra de interés.
Para el final dejo El próximo paso, un bello cuadro, con la luna y su sombra, con un personaje al centro , en movimiento entre dos espacios, la esperanza, el camino, el hombre frente al universo, asombroso, tenebroso, incierto y esperanzador. Encuentro con el artista, encuentro con la obra. Como diría el profesor, valió la pena.
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