Bonne por Bonne
Enrique Bonne es, indiscutiblemente, el último de los patriarcas de la música cubana. Si nos atenemos a la definición de patriarca se entenderá que es merecedor de todo el respeto posible. Solo que su patriarcado ha sido marcado por el ejemplo y la incesante necesidad de superarse a sí mismo, una tarea que le ha obligado a mirar un poco más allá de las historias y los personajes de su Santiago.
La música de Enrique Bonne es conocida en parte y va más allá de ritmos como el Pilón o el simalé; trasciende los boleros, sones y guarachas e incluso supera a una de sus mayores obras: Los tambores orientales.
Un ejercicio de memoria musical nos hace recurrentes temas como «Dame la mano», «Que me digan Feo», «Usted volverá», «La torrecita a pasar» y se pudieran agregar uno o dos títulos más. Se pudiera decir que él no se ocupó de promover más el resto de su obra o que simplemente la industria de la música y los mismos músicos agrupados en septetos, conjuntos y otros formatos musicales que abundan lo mismo en Santiago que en La Habana no han profundizado en su música. También está el hecho de que hoy en día el papel del compositor ha cambiado y se ha desplazado a ser una función del director de la orquesta. Eso se refleja constantemente y tiene una razón fundamental: los jugosos pagos por los derechos de autor; lo que ha provocado que bailemos y cantemos muchas obras de dudosa factura.
Pero; siempre hay un pero bueno; aún quedan músicos con algo de cordura y sentido común y en la industria hay seres pensantes que conocen y reconocen el valor de aquellos que han trazado una ruta que, aunque no es muy transitada, deja satisfecho a muchos. Bonne, a quien ya algunos tratan de incluir dentro de la categoría de «tradicional», no deja de sorprender con sus obras.
Esa visión de respeto, de buen gusto y cordura es la causa fundamental que soporta el disco Enrique Bonne del grupo Granma, registrado por la EGREM, y que fuera producido en los estudios Siboney de Santiago de Cuba.
El grupo Granma; fundado en los tiempos de la Nueva Trova y que tuviera puntos de contacto con formaciones como Manguare e Irakere en determinado momento; ha decidido correr este riesgo de seleccionar trece temas de este importante compositor y promotor musical santiaguero y ponerlos al alcance de los seguidores y amantes de la música cubana; en especial del son, el bolero y la guaracha con una particularidad: suena netamente santiaguero y a los efectos de la producción musical no funcionan como segundos de ninguno de los formatos afines que hoy pululan en Santiago y que definen el panorama musical de esa ciudad.
En tiempos que mucha de la música popular bailable que se produce y graba por nuestras casas discográficas se precia de cantantes cuya dicción es de dudosa calidad, se escriben temas cuya duración supera los límites de escucha media con estribillos en los que abundan frases tales como «las manos para arriba… las mujeres donde están… o arriba Cuba…» que son más propias de conciertos y bailes públicos (que sea sin exagerar, os lo ruego); Granma acude a textos casi breves muchos de los cuales no superan la barrera de los cuatro minutos; cual si fuera una selección de epigramas musicales pensados para el que baila, el que escucha o el que simplemente quiere cantar.
Y esta es una de las grandes virtudes de la obra de Enrique Bonne: la capacidad de síntesis a la hora de contar una historia; y es también una muestra de la visión que sobre el repertorio de un disco se debe tener más allá de pensar en éxitos tras éxitos.
Enrique Bonne como disco no satura. Al contrario. Hay una presencia de ese modo de hacer el son muy santiaguero que legó en su momento el trío Matamoros. Esa fusión entre una guitarra que suena trovadoresca y el sonido del septeto sonero —pienso en el Habanero y el Nacional como fuentes recurrentes— funciona a niveles de percepción auditiva; lo que permite que el destinatario del producto musical se identifique con temas ora jocosos como «Soltaron al perro»; ora de una profundidad emocional hoy olvidada como el titulado «Lo que eres para mí».
Este discurso literario musical se complementa con la presencia de invitados que no están en la producción a modo de soporte para lograr mayor atención del público, un mal que padecemos y del que pasará tiempo antes de ser superado. Están presentes en el disco como apoyatura o —como en el caso de Ángel Bonne— para justipreciar la obra de su padre. También está la presencia de David Álvarez quien ha sabido inculcar al sonido del son tradicional esa fibra trovadoresca que pocos dominan como él.
Y aquí quisiera llamar la atención sobre un fenómeno que desde fines de los años noventa comenzó a ocurrir en nuestra música popular tradicional y tiene que ver con la impronta que fueron dejando grupos como Juego de manos que dirige el mismo David Álvarez y Los jóvenes clásicos del son. En ambos estaba y está presente ese decir trovadoresco, solo que atemperado a las condiciones socio musicales de La Habana; lo que no ocurre con la propuesta del grupo Granma que sin aferrarse a la tradición más ortodoxa juega con determinados códigos propios del ambiente santiaguero contemporáneo y logra una mixtura agradable.
Para quienes abogan constantemente de la importancia y el peso cultural de la música tradicional cubana este disco es munición necesaria para ahondar en este reclamo. Para los simples mortales que consideran que la tradición es cosa del pasado aconsejo hacer una pausa y disfrutar la capacidad de Enrique Bonne y los músicos de Granma de interactuar sin otra pretensión que no sea otra que el disfrute.
Debo decir que en su contra el disco de marras tiene el diseño de cubierta —al menos la copia de que dispongo— y es que no basta con el hecho de que la música sea buena, increíblemente buena, se debe pensar en hacerla deseable desde la primera impresión: la visual.
Aún así este es un disco que debe servir de referencia a la hora de ilustrar los vínculos entre la tradición y el buen gusto (no todo acercamiento a lo tradicional se basa en el buen gusto) algo en lo que los músicos santiagueros marcan pautas.
El patriarcado puede que un día desaparezca. Pero cuando se trata de música popular cubana renunciar a ello sería un suicidio cultural. No lo olvidemos.
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