Brisas de Danza en… La Habana (2)


brisas-de-danza-en-la-habana-2
Fotos: Nancy Reyes

La danza viene de la mano del movimiento y el sentir del hombre. Transformada en arte es un diálogo con los Dioses, desde el mismo comienzo de su desandar por la Tierra… Todos hemos bailado alguna vez, porque el solo hecho de caminar, correr, girar intensamente, en una palabra, movernos, es convocar un sentimiento o deseo interno que emerge transformado en… danza. Con los siglos alcanzó diversos apellidos, pero en definitiva todas desembocan en un mismo camino: el del hombre saliendo de sí mismo para “dibujar” en el espacio, un lenguaje silencioso, de gestos/expresión que todos podemos traducir porque es parte intrínseca de nuestro ser.

El 25to. Festival Internacional de Ballet de La Habana dejó grabada otra hermosa y perecedera imagen con la presencia de la Maestra, la directora, la bailarina que marcó una época y un tiempo signado por el movimiento en esta pequeña Isla del Caribe: Alicia Alonso, quien junto con los otros fundadores: Fernando y Alberto Alonso, sembraron juntos la semilla que no deja de germinar en el tiempo.

Dedicado en esta oportunidad a celebrar las 25 ediciones que han sido un campo fértil a la creación artística, el encuentro, una vez más, en estos 56 años, abrió amplias las cortinas de la danza en La Habana, para entregar la escena a destacados bailarines, coreógrafos, maîtres, profesores, especialistas y personalidades de 17 países de América Latina, Europa, Asia, Es­tados Unidos y el Caribe, del 28 de octubre al seis de noviembre.

De nuevo La Habana fue plaza fuerte del arte danzario, sumando emociones. Acaban de cerrarse las cortinas de la 25ta. edición, y aún están efervescentes, los instantes vividos en estos días. Una rápida mirada saca a flote el éxito de este encuentro. Por estos días se presentaron 67 obras de 21 compañías representadas en el evento (Martha Graham Dance Company, Dance Americana, Ballet West, New York City Ballet, Washington Ballet, Ballet Hispánico de Nueva York, Arts Ballet Theatre of Florida, American Ballet Theatre y Ballet de San Francisco de Estados Unidos; Les Grands Ballets Canadiens, de Canadá; Buenos Aires Ballet, de Argentina; Northern Ballet, de Gran Bretaña; Ballet Nacional de Mongolia, Ballet Nacional de Uruguay [SODRE], Dutch National Ballet, de Holanda; Universal Ballet, de Corea del Sur; Ballet Nacional de Noruega, Balleteatro Nacional de Puerto Rico, Ballet de Munich y la Compañía Nacional de Danza de España). Se produjeron seis estrenos mundiales, 28 estrenos en Cuba y uno por el Ballet Nacional de Cuba.

 A medida que corrieron los días del 25to. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, las cinco salas habaneras de cuatro teatros, donde anidó el encuentro: sala García Lorca del GTH Alicia Alonso, salas Avellaneda y Covarrubias del Teatro Nacional, Teatro Mella y la del Ciervo Encantado, se fueron colmando de espectadores, y de altas temperaturas que marcaron desde la escena, la calidad de muchos intérpretes en clásicos y otras atractivas coreografías y seductores pas de deux que, al final, se transformaron en cerradas ovaciones.

Clásicos en el Teatro Nacional

El Lago de los cisnes y Don Quijote, ocuparon seis jornadas en la sala Avellaneda donde vistieron los papeles principales estrellas cubanas y de otras latitudes quienes pudieron compartir la escena y sus diversos estilos.

La versión cubana de El lago de los cisnes, con coreografía de Alicia Alonso, escenografía de Ricardo Reymena y vestuario de Francis Montesinos/Julio Castaño, resume los aspectos esenciales que han hecho perdurar este título a lo largo de la historia de la danza: el triunfo del amor y del bien sobre el mal, la integración de plástica, coreografía y dramaturgia, que determina su depurado resultado artístico. Y, sobre todo, las extremas exigencias técnicas e interpretativas, a las cuales deben responder tanto las primeras figuras como el cuerpo de baile.

Como en sus otras reconstrucciones de afamadas piezas coreográficas del pasado: Giselle, Coppelia, La fille mal gardée, el Grand pas de quatre..., Alicia Alonso sabe aprehender la médula estilística y conceptual de la versión original de Petipá e Ivanov, para insuflarle ese aliento de contemporaneidad y síntesis que tanto se agradece hoy. En su versión del Lago…, la estructura argumental/coreográfica/musical de Petipá/Ivanov/Tchaikovski se realiza en tres actos y un epílogo.

Sadaise Arencibia/Raúl Abreu transformados en Kitri/Basilio abrieron las puertas de los clásicos en la sala Avellaneda, del Teatro Nacional, que continuaron luego Gretel Morejón/Rafael Quenedit, junto con el cuerpo de baile del BNC. Viengsay Valdés y el primer bailarín del Ballet Nacional de España, Moisés Martín cerraron estas jornadas.

Viengsay Valdés, en el doble papel de Odette-Odile, en la sala Avellaneda del Teatro Nacional, como parte de las funciones del 25to. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, estuvo intensa. Desde el primer instante en escena, mostró una madurez a flor de piel, e hizo gala de su condición de figura cimera del BNC: al dominar de manera consecuente la técnica de su instrumento principal: el cuerpo. Porque una primera bailarina es aquella que sobresale de los demás por realizar hazañas físicas mediante los pasos técnicos, por supuesto, ejecutándolos a la perfección en sus mínimos detalles, sumando expresividad/estilo/elegancia, “palabras” claves para ser un destacado bailarín clásico. Su segundo acto evidenció el tesón y el estudio del personaje para entregarlo de forma sutil, bordándolo con el gesto artístico que dominó durante toda la función, diferenciando cada uno: Odette/Odile con todas sus fuerzas. En el primero se rindió al amor, vibrando su alma presa desde el encierro en el cisne, transmitiendo su angustia, conjugando la poesía del movimiento. ¿Su mejor momento? En todos dejó la esencia del talento, pero si hubiera que escoger uno: el adagio, fértil terreno de sutil lirismo extendido hasta ese port de bras del final del acto electrizante, mágico… En el cisne negro desató una fuerza arrolladora. Largos balances matizaron muchos  instantes, giros espectaculares y de musicalidad extrema, sobre todo en la ronda de 32 fouettés, que recaudaron muchas ovaciones, para subrayarlas en los sautés arabesques (la famosa vaquita). Viengsay Valdés se ciñó una vez más la corona… Lástima que su partenaire, el primer bailarín del Ballet Nacional de España, Moisés Martín (príncipe Sigfrido),  poco pudiera exhibir a su lado. Más allá de su altiva presencia/figura, los saltos y un balón espectacular que sorprendió desde su salida, técnicamente poco pudo demostrar, quedando siempre por debajo de su compañera, e incluso, como acompañante, tuvo inexactitudes, muy visibles, en la función.

En cuanto al resto del elenco, es importante resaltar la evidente capacidad de renovación, cada muy corto tiempo del BNC, con nuevas figuras, una gran parte de ellas recién graduados de la Escuela Nacional de Ballet, que tienen una buena oportunidad de entrar por la puerta ancha, pero, al fin y al cabo, un enorme reto al enfrentar tamaña empresa, y poder dialogar/bailar, en distintas escalas, con artistas ya establecidos, y mantener la tradición. Sin embargo, es menester hacer hincapié, sobre todas las cosas en el estilo siempre bien ceñido por los miembros de la Escuela Cubana de Ballet en el tiempo, y que NO puede perderse. Especialmente, la homogeneidad en el baile de conjunto (cuerpo de baile) que en instantes faltó –primero y segundo acto-, la posición de brazos, manos, la linealidad en las filas en el acto blanco, que ha sido siempre tan elogiado en nuestro BNC.

Vale destacar esa noche el enérgico pas de troisprimer acto- de Cynthia González/Ginett Moncho/Patricio Revé, bailado con pasión, que recordó otros tiempos de la compañía y recibió rotundos aplausos, ¡hacía tiempo no se lograba conjugar un trío así en Lago! El elegante Von Rothbart de Yansiel Pujada, a pesar de su juventud, la danza española de los singulares Ginett Moncho/Rafael Quenedit, los dos cisnes de Ivis Díaz/Glenda García, y esos cuatro cisnes (Mauréen Gil, Mercedes Piedra, Adarys Linares y Chanell Cabrera), que aunque uno de ellos tuvo un desliz, mostró profesionalismo en ese instante, y no pudo opacar el buen trabajo para llegar a buen término. Por otros caminos, el bufón del novel Francois Llorente necesita una revisión, excelente en el baile y provisto de condiciones técnicas que desataron aplausos, sin embargo, su personaje del lado interpretativo debe trabajarse más, en cuanto a limar ciertos matices/gestos algo exagerados, que lo alejan del estilo correspondiente. Con un maquillaje, además, poco adecuado –más evidente en el tercer acto-, su bufón, más bien daba la impresión de llevar a la escena un comportamiento de los jóvenes de hoy, lejano al mundo de las cortes, y ajeno al decir de esta pieza clásica. Pero con su carisma e inteligencia estamos seguros que encontrará el camino para realzar el rol en próximas puestas. La Reina Madre de Yiliam Pacheco –parece tan juvenil como el hijo- debe hacerse sentir más en la escena, y la Orquesta Sinfónica Nacional, que estuvo conducida por el excelente maestro Giovanni Duarte, tuvo altas y bajas en la interpretación de la partitura en ciertos acordes, básicamente en los consabidos metales.

Don Quijote llenó de alegría el auditorio

  

Cuánto ha corrido ante de nuestros ojos la versión cubana completa del clásico Don Quijote desde que viera la luz allá por 1988, y cuántos buenos intérpretes han dejado en ella sus huellas en el tiempo… Sin embargo, la función de despedida del 25to. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, domingo seis de noviembre motivó de manera especial a un público que abarrotó hasta el último rincón de la sala Avellaneda del Teatro Nacional.

Fue una tarde singular, de música de aplausos durante todos los actos, en primer lugar porque la Kitri y el Basilio, encontraron a unos intérpretes idóneos: una Viengsay Valdés inmensa, y a un fuera de serie, seguro, vital y en excelente forma, Osiel Gouneo. Juntos, “armaron” una excepcional/cohesionada pareja que entregó instantes memorables. Desde la propia entrada se adueñaron del auditorio. Ímpetu y virtuosismo corrieron sobre el escenario, y hasta el más simple personaje de la pieza recibía la magia, el influjo de los protagonistas, una energía que nunca los abandonaría. Pues, ambos bailaron con una extrema proyección y unas ganas de hacer que influyeron/motivaron al resto de la compañía. Amén que sintieron al público muy cerca, apoyándolos a cada instante -aunque es menester subrayar aquí, que en el ballet existen momentos para los aplausos y ¡bravos!, ya que con algunos exabruptos a destiempo se puede desconcentrar la labor de sus artistas. Pero esos espectadores estuvieron muy motivados como lo fue este crítico.

Don Quijote se disfrutó desde otra dimensión, la de una comedia-ballet, pues, las interpretaciones y el baile se fusionaron de manera armónica. La selección de bailarín-personaje funcionó a la perfección en casi todos los personajes. Algo que permeó desde el dúo protagónico, porque nadie duda de que Viengsay es Kitri. Es de subrayar ese primer acto donde se conjugaron, en positivo, todos los elementos, y en los que ella bordó de manera especial una variación de alto vuelo: eternos balances, giros, saltos. Un dominio técnico casi absoluto, en el que cada planteamiento coreográfico encuentra una realización escénica natural, al extremo de que su baile consigue hacer desaparecer ante los ojos del público las dificultades propias de toda ejecución. Lo que queda es entonces un bailar fluido, donde no se aprecia ni la preparación ni el esfuerzo. Interpretativamente estuvo bien, en eso de provocar la risa espontáneas sin perder la gracia de la poesía. Tarde para recordar en la que destacó en un alto nivel técnico/interpretativo, a su lado el cubano Osiel Gouneo quien se desempeña como primer bailarín en el Ballet de Munich (Alemania). Desde su primera salida conmovió al auditorio con su arsenal técnico: impresionantes saltos, giros interminables, perfectos, musicales…, y una fuerza extrema para mantener su nivel de baile a pesar del baile. Fue, además, un singular, atento y siempre solícito acompañante, vital en sus movimientos, quien provocó no pocas ovaciones de un espectador generoso en aplausos, y que rendía tributo a un talento que sigue el camino de los grandes de nuestro ballet. ¿Su interpretación? Es también Basilio: alegre, juguetón, siempre moviendo la acción a partir de su jovial carácter que inundó el elenco y la sala. Una suerte haber podido participar en esta función, donde todo el elenco marcó su lugar y bailó a tono con esos protagonistas que fueron ejemplo.

   

Entre los personajes merecen señalarse, entre otros, en la Mercedes de una bailarina joven pero de inmenso calibre dancístico como es Cynthia González, quien con su hermosa figura, impresionantes extensiones, y giros se le augura un futuro prominente en el BNC, quien brilló junto al destacado Ariel Martínez (Espada) donde enseñó credenciales de ser un excelente bailarín, al abordar el personaje con suma exquisitez técnica-danzaria-interpretativa que mucho motivó a los espectadores. Un hermoso y perfecto binomio. Excelentes las amigas de Kitri, Juanita/Piquilla que tomaron la piel de dos jóvenes que se desarrollan rápidamente en las filas del BNC por su seguridad, línea y condiciones físicas/técnicas: Laura Blanco y Chavela Riera, quienes, además, bailaron al unísono, como imágenes de un espejo, algo que es vital e importante en este trabajo de dúos, que faltó en otras intérpretes. Ginett Moncho/Daniel Barba, en los roles de Graciosa y el Gitano Joven, respectivamente, se entregaron con pasión para desatar fuertes aplausos. 

El clásico Don Quijote, dejó huellas memorables con: Anette Delgado/Dani Hernández (viernes), quienes integran una pareja de altos quilates que evidenció nuevamente su clase estilística/artística/interpretativa.

Mientras que el sábado los papeles principales (Kitri/ Basilio) lo compartieron: María Kochetkova (American Ballet Theater y Ballet de San Francisco, Estados Unidos) y Joel Carreño, quien se desempeña como primer bailarín del Ballet Nacional de Noruega, respectivamente. Sin dudas, regalaron una función lujo, de esas en las que los protagonistas marcaron con su fuerza/carisma el rumbo de toda la obra. Y el resto del elenco, inspirado por ellos, llevó a niveles inusitados la historia contada en danza. Kitri Kochetkova enseñó sus mejores credenciales: vitalidad extrema, vertiginosos giros, saltos, y una alegría contagiosa que irradió la escena de un clima de buena energía. Esa con la que también llenó los espacios un nombre cimero del firmamento actual del BNC: el primer bailarín Joel Carreño (Basilio), en una palabra: excepcional. Con sus mejores armas vistió el personaje, que debe servir a las nuevas generaciones de danzantes nuestros como ejemplo a seguir. Esos giros interminables y encadenados/terminados a la perfección, un estilo correcto (que es talón de Aquiles de muchos hoy), un fraseo e interpretación singular, unido todo a la labor de partenaire de altos quilates, conjugaron una pareja de ensueño. No hay dudas, el BNC y esos bailarines consagrados y, especialmente los muy noveles que han dado todo en estos ocho días de movimiento para que el encuentro sea un éxito, cruzaron por la escena como dignos profesionales. Valga destacar la Mercedes de Ginett Mocho con esa fuerza característica de su baile, el decir armónico y la capacidad para enfrentar cualquier rol –lo demostró con creces en  estas jornadas-, quien junto al elegante Javier Torres –perfecto en Espada-, regalaron una clase de estilo/baile en un dúo muy armónico. Por estos cauces entraron también los juveniles: Chanell Cabrera (Graciosa) y Francois Llorente (El gitano joven), dando muestras, ambos de una vitalidad y despliegue de virtuosismo técnico que acaparó fuertes ovaciones, en roles que muchas veces pasan sin pena ni gloria. La reina de las Driadas, fue de excelencia, interpretada por la talentosa joven Cynthia González, y el Amor (Maureen Gil) quien realizó una labor digna de elogio, así como el estudiado/logrado Don Quijote de Yansiel Pujada, joven quien se va acomodando en personajes de mi carácter con fuerzas, el inteligente Sancho Panza (Dairon Darias), y el simpático Camacho, del artista Ernesto Díaz. El cuerpo de baile merece también un aplauso en mayúsculas, por el trabajo en toda la función: homogéneo, atento al desarrollo de la acción, como digno seguidor de la Escuela Cubana de Ballet. Funciones así alientan.

 


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte